Siempre con problemas

Ceno chicos malos. Desayuno chicos malos. De aperitivo, buenos chicos. No busquemos culpables... Acabaré siendo yo. ¿Chicos malos? ¿Como aquel que me rompió el corazón? La verdad, no te voy a engañar. Ninguno me rompió el corazón. Los chicos malos me consideran uno de ellos. Me miran, me respetan, bajan un poco la mirada, si la fijan mucho en mis piernas compruebo que no lleve torcidas las costuras. Los polos similares se repelen, yo los conozco, ellos me conocen. Si fijo mucho la mirada en sus ojos, comprueban que no lleven el tupé descolocado. Yo les he enseñado a que desconfíen de mosquitas muertas. Oh, quítame de en medio a esas niñas, las que fingen no haber roto un plato, esas mezquinas, con los ojos muy abiertos, tan dulces, tan peligrosas. Conmigo los chicos malos saben muy bien a qué jugar. Me han comprado infinidad de cigarrillos. Cuando mostré mi primer collar, el más vistoso (luego aprendí a ser discreta), me mi- raron con aprobación. Si les arrojo el humo a los ojos, lo apartan con la mano, molestos, pero no lloran, no me adoran aún más, no se entregan. Fuma para otro lado, nena, me dicen. ¿O no sabes? Y conozco sus penas, sus males. Han llorado ante mí. No me pidas nombres, ¿Te daría yo nombres? ¿Me ves capaz? Siempre por las otras chicas, esas de aire desvalido, de ojitos de cierva. No, ahí no, les digo a quienes sé más vulnerables. Esa no. Busca una chica como yo, una mujer fatal, siempre enredada en problemas, alguien a quien salvar. Ahí conoces tus cartas, juegas ases, no arriesgues reinas. Si quieren salvarte... ah, hermano, si quieren salvarte te salvarán. Un calcetín dado la vuelta. Una cosita triste, un arrepentido, un triste esbozo de lo que fuiste, un cigarrillo roto. Si no vas a hacerme caso, no me preguntes. Te diré la verdad. No sé decir otra cosa. Va conmigo, como el humo, como el movimiento de manos, como las pestañas. Las chicas malas somos así; es nuestro problema. La verdad. No les gusta, a las otras. Prefieren quedar para la merienda.