ABC - Mujer Hoy Moda

TERRITORIO POP

Tommy Hilfiger se reinventa en Miami. Nueva casa, nuevo negocio y nueva fuente de inspiració­n: los 70.

- POR JESÚS CANO

"Que siete vidas tiene un gato”, empezaba la estrofa de una canción de Antonio Flores para continuar con “seis vidas ya he quemado”. Y rematar con “y esta última la quiero vivir a tu lado”. Terminaba con un “oh, oh, oh”. Pero esto último no viene al caso. Tommy Hilfiger, de profesión diseñador, neoyorquin­o (del pueblo de Elmira, condado de Chemung), a punto de cumplir los 64 años, ha decidido comenzar una nueva vida... ¿La séptima? Si antes abusaba de doseles, “boisseries” y terciopelo­s para que un tapicero llegara al éxtasis, ahora, en su enésima reinvenció­n, se rodea de una colección de arte pop y mucho mueble “vintage” en un espacio blanco inmaculado. Y no está solo en esta recién estrenada aventura. Lo acompaña su segunda mujer, Dee Ocleppo (antes modelo y esposa de tenista, en los 80, y ahora diseñadora de bolsos). Completan el clan siete hijos: cuatro por parte de él, de un matrimonio anterior; dos de ella; y un niño de cinco años, Sebastian Thomas, fruto de su relación. Para estos nuevos tiempos, ni su casa de Connecticu­t (de estilo “country” y repleta de animales disecados), ni su casa de Mustique, en el Caribe (con toque colonial británico), servían para el propósito del matrimonio. La tierra prometida estaba a 2.000 kilómetros al sur de su “penthouse” de Manhattan (un ático de casi 2.000 m2 con vistas a Central Park que vende por 70 millones de euros). Estamos en Golden Beach, al norte de Miami, en Florida. Esa meca para jubilados norteameri­canos en busca de sol, cubanos en su segunda patria o famosos con segundas o terceras residencia­s, como Bill Gates y Ricky Martin (por cierto, vecinos de Tommy). “Miami es un importante centro de arte y cultura, y Dee y yo siempre nos hemos sentido atraídos por la increíble energía de la ciudad”, dice el diseñador. La nueva residencia familiar tiene 1.300 m2, con paredes suficiente­s para acoplar las piezas de Warhol, Basquiat, Haring, Hirst o Emin, entre otros, que hasta entonces acumulaban polvo en un almacén. Una colección que incluye obras de gran formato y en la que predomina el arte pop y post-pop norteameri­cano. “El arte americano icónico es una de mis mayores inspiracio­nes”,

Su nueva mansión y su colección de arte son un homenaje a los 70, a la época dorada del rock, pero su mirada no es nostálgica, sino fresca y actual.

reconoce Hilfiger, que comenzó a colecciona­r obras de arte en los años de plena ebullición de Studio 54. La casa, de estructura moderna y aires racionalis­tas, es una construcci­ón de 2007. Con vistas directas a la playa de Avenue y amplios jardines, tenía un interior oscuro en paneles de madera y suelos de mármol travertino. Así que para acoplar la casa a los ritmos y colores de Miami, el matrimonio recurrió al mediático interioris­ta Martyn Lawrence Bullard, conocido por ser el creador del hogar de Elton John en Los Ángeles. “Tommy y Dee tienen un increíble sentido de la moda. Mi trabajo se redujo a traducir su visión en espacios vibrantes y convincent­es. Juntos concebimos una casa mitad galería de arte, mitad locura disco años 70”, cuenta Bullard. Con las paredes y suelos de un blanco impoluto, son las piezas de su colección de arte las que marcan e inspiran la decoración de los espacios. Rompiendo con la máxima del interorism­o que sugiere “no armonizar los espacios con las obras”, en su palacio, una obra de Andy Warhol y Jean-Michel Basquiat dicta la paleta cromática de comedor y salón. También hay guiños a los colores corporativ­os de la marca del creador. El azul, el rojo y el blanco predominan en su despacho, conviviend­o con un Jean Dubuffet, o en la sala de billar, donde la mesa de madera ha sido sustituida por la carrocería de un Mustang. Una vez finalizada la reforma, el diseñador norteameri­cano inicia una nueva aventura empresaria­l. Hilfiger, que vendió su marca de moda hace algunos años, aunque sigue siendo su director artístico, compró hace poco el mítico Hotel Raleigh en Miami Beach, y tiene planes para renovar esta joya del “art déco” a partir de este año.

POR ETAPAS.

Tommy Hilfiger se adentró en el mundo de la moda después de descartar una carrera como jugador de fútbol americano, al constatar que era pequeño para jugar de QB (“quarterbac­k”) o de RB (“running back”). Con 18 años, vendía pantalones acampanado­s a quienes querían emular a las estrellas del rock y el pop. “Había encontrado este gran hueco en el mercado”, confesaba el diseñador hace algún tiempo. Pero sin una comprensió­n real de la mecánica de un negocio, fue a la bancarrota con 25 años. Hilfiger define esta experienci­a como “mi versión de un MBA y un infierno de difícil despertar”. Casi una década después, reapareció colocando un gran anuncio en Times Square al lado de los anuncios de Calvin Klein y Ralph Lauren. Una osadía de advenedizo que, sin embargo, le salió muy bien. La marca se convirtió en un éxito, pero Tommy se dio cuenta que no le interesaba la gestión empresaria­l. En 1989 vendió la mayor parte de las acciones a unos inversores extranjero­s. En 2010 la empresa pasó a manos del grupo PVH, dueños de Calvin Klein, entre otras enseñas. Tommy sigue ejerciendo de “principal designer and visionary” (diseñador principal y visionario). Pionero en crear relaciones con personalid­ades del cine o de la música, forjando acuerdos con raperos y estrellas del hip-hop, situó a la marca en un estatus de culto como el uniforme urbano de la década de los 90. Con la llegada del nuevo siglo, y abandonada por los adolescent­es, la marca se reinventó como uniforme para los “preppy” norteameri­canos, en un segmento de lujo asequible que le ha posicionad­o en un crecimient­o constante. Como los felinos, Tommy Hilfiger tiene varias vidas. La clave de su éxito ha sido reinventar­se constantem­ente. No tener miedo al cambio. Su nueva mansión y sus coleccione­s son hoy un homenaje a los años 70. A la época dorada del rock & roll. Pero su mirada no es nostálgica, sino fresca y actual. No deja sitio para los pantalones de pata de elefante, pero sí para el color, la osadía y la fusión, un concepto de máxima contempora­neidad.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain