ABC - Mujer Hoy Moda

TODO ES POSIBLE.

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Lo mismo que cualquier otro cambio en los gustos de la gente, este furor por las modelos menos convencion­ales tiene su explicació­n en términos prácticos, incluso económicos. En sus 20 años de carrera, la tarea de Brokaw se ha vuelto más dura. Durante la última década, el número de desfiles en la Semana de la Moda de Nueva York se ha duplicado; y, con el auge del comercio electrónic­o y de las plataforma­s digitales tipo Instagram (además de los blogs de “street style” y las imágenes captadas entre bambalinas), la cantidad de chicas que aspiran a convertirs­e en modelos es hoy mayor que nunca. “Hace cinco años, si me llegaba una chica que no encajaba en ciertos parámetros de altura o de caderas, o no tenía una actitud adecuada, yo decía: “Vale, ya sé de una que no voy a utilizar”. Pero, ahora, ¡todo es posible! Quiero decir que ahora miro detenidame­nte a cada chica antes de tomar una decisión”. Temporada tras temporada, el éxito de Brokaw se basa en una paradoja: gracias a su comprensió­n de las reglas tradiciona­les de la moda, consigue dar un paso más en la tarea de acuñar una idea de belleza sin prejuicios y con amplitud de miras. Al mismo tiempo, también ha cambiado la propia noción de lo que es una modelo. “Antes se considerab­a que era poco más que alguien que sabía caminar por una pasarela. Si eras capaz de interpreta­r bien tu papel durante los 45 segundos que te tocaba andar ahí arriba, eras suficiente­mente buena –recuerda la directora de casting–. Sin embargo, hoy el oficio conlleva muchos otros cometidos. Por ejemplo, piensa que casi toda campaña tiene también su soporte multimedia, y posar para un vídeo es muy diferente a hacerlo para una sesión de fotos”. A Brokaw le intriga cada vez más la personalid­ad de cada modelo, y en esto las redes sociales es determinan­te. Poner un “Me gusta” en Facebook al pie de una foto descuidada, subir imágenes de una fiesta loca o fardar de elevado tren de vida son actitudes contemporá­neas que no se deben subestimar en ningún caso. “Me gusta ese tipo de personas que podrían ser la hermana de tu mejor amiga. Me interesa esa chica que no es del equipo de animadoras”. Aunque no siente nostalgia por el concepto de belleza estilo instituto (esa belleza remota, como detenida en el tiempo, de épocas anteriores), a Ashley Brokaw sí le inquieta saber si los progresos que se han dado a la hora de ensanchar los límites de lo que significa “atractivo” serán o no efímeros. O lo que es lo mismo: si la industria de la moda, célebre por sus movimiento­s pendulares, no se estará preparando para una vuelta a la “belleza muy normalita y muy estética... Sería volver a ver sobre la pasarela a esa chica que es guapa para todos, y no a esa otra cuya belleza uno tiene que empeñarse en descubrir”. ¿No es esa la amenaza de siempre: la chica preciosa que aparece de pronto y hace que todos los demás se olviden de esa otra tan interesant­e?

Brokaw prefiere las modelos “a fuego lento”, las

que han de esperar hasta ser aceptadas por el público como bellas.

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