NOS LLEVAN DE CABEZA.
ENTRE LA MODA, LA ARTESANÍA Y EL ARTE, LOS SOMBREROS SON LOS ACCESORIOS MÁS VERSÁTILES Y DESAFIANTES.
Nuestros mejores sombrereros nos presentan sus creaciones.
Maria Grazia Chiuri ha imaginado la primavera como un jardín encantado y así lo ha trasladado al desfile de Dior. En su primera temporada al frente de la firma, ha creado una colección poética, con tejidos ligeros y bordados lujosos, sobrevolada por aves y ligerísimas libélulas y mariposas de tul, posadas sobre las cabezas de las modelos, y tocados de flores y plumas creados por el sombrerero Stephen Jones. Karl Lagerfeld ha rescatado la gorra de béisbol de los entornos deportivos y, pasada por el filtro de glamour de Chanel, nos la ha devuelto urbana y sofisticada, lista para convertirse en un “must”. Jacquemus ha sembrado la pasarela francesa con sombreros de paja de inspiración provenzal. Desde Italia, Gucci propone “bandeaus” de colores intensos, mientras Dolce & Gabbana viste las cabezas con coronas abigarradas, turbantes y grandes lazos, dándole un puntapié a la discreción. En Nueva York, Ralph Lauren le da su infalible toque “posh” al inmortal sombrero cowboy; y, en España, María Escoté reinventa el de pescador insuflándole la nueva vida de los prints atrevidos. La pasarela ha hablado: son buenos tiempos para los sombreros. Y es de justicia, porque una cabeza tocada es como un signo de exclamación que remata un look. Es señal de distinción, en el sentido más literal del término. Pero también un antídoto para la inseguridad, un símbolo de rebelión, un certificado de autenticidad, un toque de excentricidad y, siempre, un arma de seducción. Y, por supuesto, sin restar poesía, un accesorio muy útil.
Reunimos a los creadores más importantes de nuestro país, aquellos cuyo prestigio ha franqueado fronteras y cuyas creaciones, diversas e inclasificables como sus ideas, adornan las cabezas de mujeres de todos los continentes. Su misión es embellecer la primavera con turbantes y “bandeaus”, grandes pamelas, tocados imaginativos, diademas barrocas, “canotiers” actualizados o boinas afrancesadas pasadas por el tamiz de los materiales inesperados. Ante ellos, nos quitaríamos el sombrero. O, más bien, nos lo pondríamos.