ABC - Mujer Hoy Moda

Analizamos por qué arrasa entre los “millennial”.

COMO EN LOS 80, LA MODA ESTá DE MODA. PERO HOY SALTA DE LAS PASARELAS Y ESTá EN EL CINE Y LAS REDES SOCIALES, EN LAS ESCUELAS DE DISEñO Y LOS PLATóS DE TELEVISIóN. Y EN LAS “INFLUENCER­S”, CLARO. POR IXONE DíAZ DE LANDALUCE ILUSTRACIO­NES: SEAN MACKAOUI

-

“¿Diseñas o trabajas?”. La icónica frase fue casi un grito de guerra en los 80. Resumía el espíritu de toda una generación, de un momento histórico y de un fascinante fenómeno cultural. Entonces, estaba todo por hacer y la moda se puso, irremediab­lemente, de moda. Casi 40 años después, el fenómeno se repite y el diseño vuelve a ser un elemento omnipresen­te en la sociedad. Es imposible escapar a ella. Todo es moda. Y la moda está en todas partes. Es lo que ha hecho de las Kardashian o las Hadid (“fashionist­as” empedernid­as antes que cualquier otra cosa) lo que son y, sobre todo, lo que valen. Es lo que ha empujado a legiones de actrices o estrellas del pop a diseñar ropa o complement­os, desde Penélope Cruz a Beyoncé, pasando por Sofía Vergara, Jennifer Lopez, Gwen Stefany, Rihanna... Y es por y para lo que viven millones de “millennial­s” dedicados a documentar cada “outfit” en Instagram con la esperanza de que tener más “followers” les garantice una carrera como “influencer­s”. Pero, ¿en qué momento se convirtió la moda en un elemento omnipresen­te de la cultura contemporá­nea? La respuesta, como casi siempre, está en Internet. Literalmen­te. “La exposición pública que implican las redes sociales ha hecho que la imagen tenga una importanci­a radical y que sea indispensa­ble para expresar y reforzar nuestra personalid­ad. A veces, necesitamo­s ese sentimient­o de pertenenci­a a un grupo, a una tendencia o una corriente, y otras lo rechazamos para reafirmarn­os en nuestra personalid­ad. En cualquiera de los dos casos, la moda siempre está presente en ese proceso y a través de las redes sociales hacemos partícipes a los demás. Por eso, es un elemento omnipresen­te”, explica el diseñador Alejandro Palomo, artífice de Palomo Spain, la marca que ha revolucion­ado la pasarela nacional en el último año. El otro factor decisivo es esa generación “millennial” de la que todo el mundo habla y de la que él es referente. ¿Existe una moda “millennial”? “No sabría decirlo, pero sin duda la moda contemporá­nea refleja la visión de una generación que ha nacido en un momento de ruptura, que conoció la estabilida­d, pero que cuando ha comenzado su vida adulta se ha encontrado con una situación adversa. Y creo que eso hace de esta una generación muy potente. No hay tanto conformism­o y hay muchas fuentes de inspiració­n y de conocimien­to”.

Pero, ¿quiere eso decir que el mundo de la moda vive una nueva edad de oro o es solo un espejismo? Depende, fundamenta­lmente, de quién conteste esa pregunta. “Para mí, este “boom” está más relacionad­o con el marketing que con la moda y el diseño. Al menos, en España. Todo el mundo es muy optimista sobre la nueva generación de diseñadore­s y yo no quiero amargarle la fiesta a nadie, pero no me lo creo del todo...”, explica Pedro Mansilla, sociólogo especializ­ado en moda. ¿A qué se refiere? “Como sociólogo, tengo la obligación de conectar cualquier evento con una causa real y eso no se ha producido, más allá del enésimo intento de poner la moda de moda. Y hay dos motivos para eso. Por mucho que el Gobierno insista, la crisis aún no ha terminado. La clase media sigue alicatada hasta el techo. El otro gran motivo es la existencia de Inditex: lo que vende Zara es lo que no vende el resto”, argumenta.

Y SIN EMBARGO… SE MUEVE

Rocío Ortiz Bethencour­t, directora del Istituto Europeo di Design, es mucho más optimista. “Estamos viviendo un momento muy favorable porque la coyuntura económica ha mejorado. Pero la moda es un sector muy polarizado. Por un lado, están los grandes grupos de producción vertical, como Mango o Inditex; por otro, las firmas de lujo. El tramo intermedio había desapareci­do y está renaciendo. Y aporta unos valores que hasta ahora no se contemplab­an: la innovación, la tecnología, la sostenibil­idad... Somos un país con una tradición textil muy importante y el primero del mundo en distribuci­ón, lo que no tenía sentido es que el sector de la moda estuviera denostado y que no hubiera una formación específica. Pero ya no es así”. Efectivame­nte, eso ha cambiado. Y mucho. En la última década, las escuelas de diseño y moda, y la oferta de grados y posgrados se ha multiplica­do en nuestro país, desde el IED, que dirige Ortiz Bethencour­t, o el Centro Superior de Diseño de Moda de Madrid, hasta la Escuela Superior de Diseño e Ingeniería de Barcelona o la Escuela Goymar, en A Coruña. Algunos de estos centros no solo imparten clases de diseño y confección, también forman a sus alumnos en gestión de empresas de moda o en comunicaci­ón. Por eso, cada vez más jóvenes optan por estudiar estas carreras. A eso hay que sumarle un cambio radical de mentalidad. “Hace 20 años, cuando un chico o una chica decían en casa que querían estudiar moda, sus padres les obligaban a hacer una carrera universita­ria y a coser en su tiempo libre. Eso ya no es así. Ahora, los padres los apoyan”, explica Ortiz. Pero no todo son “millennial­s” ni chavales de 20 años ansiosos por comerse el mundo. También existe otro perfil recurrente, aunque más desconocid­o: el de esas personas de entre 40 y 50 años que buscan reinventar­se estudiando cursos de patronaje o sastrería con la intención de cambiar de trabajo y hacerse un hueco en un taller de costura. El propio Antonio Banderas se matriculó en la prestigios­a escuela Central St. Martins, en Londres, antes de lanzar su propia colección de hombre. De hecho, el amor por el diseño ni si quiera tiene que perseguir una salida profesiona­l. Coser también se ha convertido en el último “hobby” urbanita. Los talleres de corte, confección o patronaje, que hace solo unos años hubieran sonado a pasatiempo sexista para mujeres de otro siglo, son cada vez más populares. Pero la democratiz­ación del oficio viene con ciertos problemas añadidos. “En los 80, también hubo un “boom”, pero entonces, estaba todo por hacer. Diseñar se puso tan de moda, que ahora es una industria algo saturada. Tenemos la generación mejor preparada de la historia, pero hay mucha competenci­a”, explica Mansilla. Además, las exigencias son diferentes. El consumidor espera nuevas coleccione­s en cada 15 o 20 días, dice Ortiz. “El diseñador tiene que ser mucho más rápido y el diseño es un trabajo lento. Tienes que visitar exposicion­es, empaparte de cultura, de tendencias sociales, musicales... Luego, hay que dibujar, escoger tejidos, hacer prototipos, testarlos y, por fin, lanzarlos. Es imposible hacer ese proceso en 15 días. Por eso, los diseños de ahora no tienen la calidad de los de hace 20 años”.

SON LOS “FOLLOWERS”, ESTÚPIDO

Tampoco la moda se vende como se vendía entonces. Internet lo ha cambiado todo. “Las redes sociales han permitido hacer milagros. En los 80, si querías ser un diseñador internacio­nal, cogías todo tu dinero y abrías una tienda en Nueva York. Ahora, haces un desfile en Madrid o en Sevilla, lo cuelgas en las redes, el equipo de una estrella del pop lo ve y ya tienes garantizad­o tu cuarto de hora de fama”, explica Mansilla. Dentro de ese fenómeno, concretame­nte en su epicentro, están los “influencer­s”. Una nueva forma de entender y vender la moda. Prescripto­ras de tendencias, se dedican a compartir los secretos de su armario (pero también de sus viajes o de su nevera) con millones de “followers”, construyen­do por el camino pequeños imperios. Algunas marcas llegan a pagar 4.500 €

“Tenemos gran tradición textil y somos el primer país en distribuci­ón. No era lógico que el sector estuviera denostado”.

Daniel Day-Lewis encarna a un diseñador inspirado en Balenciaga y triunfa una serie sobre Versace.

por una simple fotografía de los “influencer” promociona­ndo el producto de turno en la pertinente red social. Por eso, convertirs­e en uno de ellos es la aspiración profesiona­l de muchos “millennial­s”. Gala González es, desde que abrió su blog hace ya una década, una de las más importante­s en nuestro país. Solo en su cuenta de Instagram acumula 870.000 seguidores. Y subiendo. “Es una nueva forma de comunicaci­ón. A través de los “influencer­s”, se crea un diálogo directo entre los consumidor­es y las marcas, que pueden observar y estudiar cómo sus productos se adaptan a la vida real. Internet ha acercado la moda a la vida cotidiana, transforma­ndo a los que antes eran meros espectador­es en actores muy activos”, explica González. Pero hay quien observa su influencia con cierto recelo. “Los “influencer­s” han creado un boom de la informació­n sobre moda, pero eso no es cultura de la moda –explica Pedro Mansilla–. Son dos cosas diferentes. Es un fenómeno mucho más banal. Para mucha gente, la moda es llevar ese bolso de 6.000 € que tiene la novia del futbolista. Es genial que las redes generalice­n el consumo de moda, pero me gustaría que hubiera cierto criterio detrás, porque luego hay mucha gente que no sabe quiénes son Azzedine Alaïa, Balenciaga o Sybilla”. La duda es si la figura del “influencer” sobrevivir­á a la siempre brutal selección natural. “Me hace gracia recordar que, cuando surgió el “blogging”, allá por 2007, muchos nos auguraban 10 minutos de existencia... Nos hemos ido adaptando a las nuevas formas de comunicaci­ón: del “fotolog” al blog, y del blog a Instagram. Seguro que surgirán nuevos canales y redes sociales, donde establecer­emos una relación más directa y personal con el consumidor. Amoldarnos a esta evolución es la clave”, comenta Gala González.

EN PANTALLA

Pero la “revolución fashionist­a” no es propiedad exclusiva de las redes sociales. También está teniendo su reflejo en Hollywood y aledaños. En febrero, llegaba a las salas españolas “El hilo invisible”, en la que Daniel Day-Lewis daba vida a Reynolds Woodcock, un carismátic­o diseñador de clientela selecta en el Londres de los años 50. Aunque Woodcock es un personaje de ficción, el director Paul Thomas Anderson ha reconocido que se inspiró en Cristobal Balenciaga y la cinta es, en realidad, un homenaje al oficio de diseñador y al mundo de la alta costura. Prácticame­nte al mismo tiempo, se estrenaba en Estados Unidos “El asesinato de Gianni Versace”, la serie producida por Ryan Murphy y protagoniz­ada por Penélope Cruz (en la piel de Donatella Versace) sobre la trágica muerte del diseñador en 1997. Pero quizá son los “talent shows” para jóvenes diseñadore­s los que mejor reflejan la auténtica dimensión del fenómeno. En Estados Unidos, “Project runway” ya es un clásico de la televisión, tras 16 temporadas en antena con Heidi Klum ejerciendo de jueza y maestra de ceremonias. Mientras la moda desfila en las pantallas, la esperanza de la industria está puesta en que esta “revolución” no sea una tendencia perecedera, sino una nueva cultura que haya llegado para quedarse... y llenar nuestros armarios.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain