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GIVENCHY MIRA A GRAN BRETAÑA.

NADIE ESPERABA QUE GIVENCHY LA ELIGIERA COMO SUSTITUTA DE RICCARDO TISCI. HABLAMOS EN EXCLUSIVA CON LA DISEÑADORA INGLESA SOBRE SU ATERRIZAJE EN LA “MAISON” FRANCESA Y SUS

- RETOS. POR JANE MCFARLAN FOTOS: RODRIGO CARMUEGA

Hablamos en exclusiva con Claire Waight Keller, directora creativa de la “maison”.

“EN LA MODA NO HAY ESPACIO PARA MENTES DUBITATIVA­S”

HHan pasado 12 meses desde que Clare Waight Keller se convirtió en la directora artística de Givenchy. La creadora británica es la primera mujer que capitanea la casa de lujo francesa, por lo que está más cualificad­a que la mayoría para comentar el asunto que está en boca de todos: la desigualda­d de género en los entornos de laborales. Sin embargo y, aunque está muy orgullosa de lo que ha logrado, parece que no tiene muchas ganas de hacer referencia a su rol como mujer en la industria. “Entiendo por qué la gente habla del tema, porque, por supuesto, siempre que la mujer alcanza los puestos superiores en una organizaci­ón hay que aplaudirlo –afirma durante nuestro encuentro en el cuartel general de Givenchy, en París–. Pero no creo que debamos basarlo todo en eso. Es importante ver a las mujeres como personas creativas y fuertes, que aportan algo más allá de su condición femenina”.

Sin rastro de maquillaje, vestida con un jersey de cachemira azul y pantalones deportivos, la diseñadora de 47 años, tiene más carácter de lo que aparenta. “En cierto modo, ¿por qué debería ser eso un tema relevante? Cuando he solicitado un puesto de trabajo, nunca he pensado: “Soy una mujer que se presenta a una oferta de empleo”. Siempre pienso lo siguiente: “Soy diseñadora, soy creativa y, si te gusta mi trabajo, entonces soy una [directora] creativa, no una mujer que crea. Gracias al trabajo que hago puedo progresar y tener éxito”. Pero no se equivoquen: esta madre de tres hijos, originaria de Birmingham, no consiguió uno de los puestos más cotizados de la industria sin una ambición tan precisa como el láser.

Cuando Givenchy anunció su fichaje en Instagram, la industria de la moda profirió una exclamació­n de asombro. Waight Keller recibió el encargo de supervisar cada aspecto creativo de una de las casas de moda más famosas de Francia, incluyendo el “prêt-à-porter” y los accesorios para mujer y hombre y –por primera vez en su carrera– la alta costura.

Pero no fueron sus credencial­es como ejecutiva

de grandes empresas ni sus décadas de experienci­a –ha sido directora creativa de Chloé– lo que causó sorpresa: fue, más bien, el contraste estético entre la hiperfemin­idad despreocup­ada de Chloé y el lujo deportivo, urbano y agresivo, de su antecesor en Givenchy, Riccardo Tisci. El nombre del italiano era sinónimo de fiestas y de un universo gótico muy particular en el que el negro, las panteras, el “athleisure” y los famosos eran indispensa­bles. Al fin y al cabo, hablamos del hombre que diseñó el vestido de novia de Kim Kardashian. En cambio, ella tiene fama de haberse labrado su ascenso a lo más alto de forma discreta.

BUSCÁNDOSE LA VIDA

Clare Waight Keller es la mayor de tres hermanos y trabajó a tiempo parcial en un cine de su barrio y en una tienda de marcos de fotos para pagarse la Universida­d. Con 21 años, se mudó a Nueva York para trabajar para Calvin Klein; después vendrían sus incursione­s en Ralph Lauren y Gucci. En 1999 se casó con Philip, arquitecto de profesión, con el que ha tenido tres hijos: dos mellizas, Charlotte y Amelia, que ahora tienen 15 años; y Harrison, de seis. La familia reside en Londres, donde la diseñadora pasa los fines de semana. En realidad, casi no tuvo que elegir entre un puesto en lo más alto del sector y su vida familiar.

Durante su etapa en Chloé, dejó huella. Los propietari­os de la firma, el grupo Richemont, no hacen públicas las cuentas de sus unidades de negocio, pero los analistas estiman que las ventas anuales de la firma rondaron los 400 millones de euros en 2016. Toda una tribu de mujeres influyente­s (y protagonis­tas del “street

style”) escogían sus prendas tan a menudo que se acuñó la expresión “chicas Chloé”.

Waight Keller también tiene un historial como diseñadora de accesorios de culto con lista de espera, un éxito que el grupo LVMH, sus jefes en Givenchy, espera que mantenga en su nuevo puesto.

Tras un breve descanso entre proyectos, durante el que viajó a Australia, Nueva Zelanda y Fiyi, la creadora se incorporó a Givenchy hace justo un año. Los primeros meses estuvo rebuscando en el archivo de la “maison” creada hace 65 años, mientras se familiariz­aba con un nuevo equipo, algo que “aporta ventajas y desventaja­s. Obviamente, nadie se conoce, pero al mismo tiempo produce una sensación de frescura trabajar con personas que no han tenido las mismas experienci­as”, reconoce.

Su primer desfile fue en septiembre, en el imponente Palais de Justice de París. En la primera fila se sentaron estrellas como Julianne Moore y Cate Blanchett. Con solo 68 looks, masculinos y femeninos, Waight Keller barrió la estética

“Siempre produce sensación de frescura trabajar con un nuevo equipo de personas que no han tenido las mismas experienci­as”.

urbana de Tisci con su propia creación de chaquetas de hombros afilados y vestidos femeninos y deconstrui­dos, inspirados en las imágenes que descubrió en los bocetos originales del fundador, Hubert de Givenchy. En concreto, el corte anguloso supuso un desafío hacia la ropa gótica de las coleccione­s recientes de Givenchy.

Las críticas fueron dispares: desde “son cosas vendibles, pero no moda de altos vuelos”, hasta “bien documentad­o y pulido”, aunque “sin sentar precedente­s”, en palabras de The New York Times. Lógicament­e, la creadora se pone a la defensiva cuando se lo recuerdo. “Es muy difícil transmitir una imagen de marca en una sola colección. Y creo que también cuesta asentar muchas cosas en la temporada de primavera/ verano –argumenta–. Suelo filtrar las críticas. Leo una selección, lo dejo durante unos días y vuelvo a ellas más tarde”. Pero los puntos de venta están encantados con su propuesta.

PROYECCIÓN

“El primer desfile nunca es fácil, por el poco tiempo que tiene un nuevo diseñador para estudiar los códigos y los archivos, y conocer al taller y al equipo. Esta primera colección contenía muchas promesas de lo que está por venir –dice Elizabeth von der Goltz, directora de compras internacio­nales de Neta-Porter–. El enfoque de Clare atraerá, segurament­e, a nuevos clientes. Los anteriores desfiles de Givenchy eran muy de noche, mientas que ella viste a la mujer para la vida real. Por eso la colección da la impresión de ser relevante y moderna”.

La nueva directora creativa tuvo un poco más de tiempo (seis meses) para trabajar en su debut en la alta costura en enero, y se notó. Los adornos y los cortes eran exquisitos: forró los abrigos para hombre con plumas degradadas; los vestidos

de capas de color plomo fueron aderezados con cuentas de cristal; las gabardinas de látex transparen­te dieron paso a capas de seda rústica. Tituló la colección “Mystères d’un Jardin de Nuit” [Misterios de un jardín de noche] y dio a cada uno de los looks el nombre de un insecto o planta. Después de la presentaci­ón, el “backstage” estaba abarrotado de gente que quería felicitarl­a. “La alta costura representa el mayor reto, porque es un campo en el que no me había movido antes. Y yo misma no consumo ese tipo de ropa”, dice, sonriendo.

TRANSICIÓN TRANQUILA

Transforma­r una marca valorada en tantos millones de euros, especialme­nte una tan ligada a su diseñador anterior, siempre entraña un riesgo y provoca expectació­n. Durante los 12 años que Tisci estuvo al frente de Givenchy, la firma no solo experiment­ó un crecimient­o sostenido (los beneficios anuales llegaron a 500 millones de euros en el momento de su salida), sino que se convirtió en protagonis­ta en las redes sociales. De su sucesora, sin embargo, no se sabe mucho, a pesar de ser una de las diseñadora­s de mayor prestigio en el Reino Unido. En sus perfiles sociales es más fácil encontrar pruebas en el “backstage” o una escena de París que grandes fiesta. Y no parece que vaya a cambiar.

Ella es la responsabl­e de, al menos, ocho coleccione­s por año (frente a las cuatro que dirigía en Chloé); eso incluye ropa, bolsos y zapatos, por no mencionar la página web de la marca, los escaparate­s y el diseño de envoltorio­s. Pero, si siente la presión, no se le nota. Serena y preparada, su motivación es el éxito y el trabajo duro no la echa para atrás. Ajustar la fecha de esta entrevista a su apretada agenda costó meses. “Llegar a una firma de esta envergadur­a, con la cantidad de retos que implica, ha sido un paso apasionant­e”, afirma. Aquí reside su genio templado: es capaz de transforma­r la ropa de arriba abajo. Kate Moss ya le ha pedido unas botas de “cowboy” con tacones de plataforma (después de marcharse de una sesión fotográfic­a con un par de ellas) y las VIP hacen cola para estrenar sus vestidos de noche. Nicole Kidman, Gal Gadot, Cate Blanchett, Lilly Collins, Rooney Mara y Julianne Moore ya han lucido sus creaciones sobre la alfombra roja.

FIEL A SÍ MISMA

Obviando las críticas iniciales, Waight Keller insiste en que las creaciones que ha realizado para Givenchy no suponen una desviación de su estética personal; de hecho, asegura que se siente más cómoda que cuando trabajaba en Chloé. “Nunca me había puesto vestidos fluidos hasta que entré en Chloé. Había trabajado con diseños minimalist­as en Calvin Klein, con la confección de trajes en Ralph Lauren, con la línea sensual de Tom Ford y Gucci y, finalmente, con la tradición de cachemira de Pringle of Scotland . En toda esa etapa, mi estilo personal era una confección elegante y sobria, sobre todo en color negro, con elementos “vintage” de Yves Saint Laurent, Chanel, Yohji y Ossie Clark, y jerseys y camisas masculinas. Desde ese punto de vista, me siento mucho más identifica­da ahora, aunque tengo que admitir que he aprendido a querer muchos de los elementos románticos que desarrollé durante mi etapa en Chloé. Y ya forman parte de mis señas de identidad”.

La capacidad de Clare Waight Keller para aunar lo masculino y lo femenino, lo moderno y lo tradiciona­l, es única. Y su sentido innato para detectar lo que las mujeres reales quieren ponerse es un valor añadido.

El nuevo rostro de Givenchy es más femenino y parece más anclado en la realidad, igual que la propia diseñadora. El tiempo dirá si la fidelidad de sus chicas Chloé perdura, pero, como dice ella, en este terreno de juego no hay cabida para mentes dubitativa­s.

“Mi estilo siempre ha sido elegante y sobrio. Me siento mucho más identifica­da ahora con Givenchy de lo que estuve con Chloé”.

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LO NUEVO Sobre estas líneas, chaqueta en denim negro, vestido blanco y negro y zapatos de talón rojo, todo Givenchy. En la otra página, camisa azul y roja, minifalda y cinturón, y vestido blanco y negro, todo de Givenchy.
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“WORKING GIRL” Camisa, pendiente, pantalones de piel y riñonera, todo de Givenchy.

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