4. HAY QUE ELEGIR ENTRE “BRONZER” O COLORETE
DE ESO NADA. Y menos en tiempos del furor por el “contouring”. Cada uno de ellos consigue un objetivo específico y por algo sus tonalidades y sus acabados son distintos y complementarios. Con los polvos de sol obtienes un efecto buena cara generalizado. Básicamente porque son una forma muy sencilla de imitar la caricia natural del sol sobre los volúmenes sobresalientes del rostro sin arriesgarlo a los peligros del bronceado. El colorete, por su parte, recrea el rubor natural que, no nos engañemos, a los 20 años no es necesario fingir, pero que cuando superas los 40 resulta imprescindible. El “blush” se convierte en la pieza clave de tu maquillaje para equilibrar la estructura del rostro; el paso final que resalta los pómulos y los recoloca visualmente. Y lo adecuado es utilizarlo por encima de un toque de “bronzer”.