ABC - Mujer Hoy Moda

“FINEZZA” ITALIANA.

“LA MODA PUEDE SER UN INSTRUMENT­O POLíTICO”

- POR GERVASIO PéREZ FOTO: VICENS GIMéNEZ

Hablamos con Silvia Fendi sobre el lujo, el poder de la moda y la delicadeza del trabajo bien hecho.

TTodo comenzó en 1925, cuando Edoardo Fendi y su esposa Adele abrieron su primera tienda de bolsos y un taller de peletería en Roma. Hoy, más de 90 años después, el apellido Fendi sigue siendo un referente de la moda italiana en el mundo. Las cinco hijas del matrimonio estuvieron al frente de la empresa durante décadas, primero junto a su madre, tras el fallecimie­nto de Edoardo, y luego solas. Y, aunque desde 2000 la marca forma parte del grupo LVMH, la tercera generación de la familia sigue al frente de las decisiones creativas.

Karl Lagerfeld, que fue contratado por la ya retirada Anna Fendi, se ocupa de la división de moda femenina desde hace más de 50 años, mientras que la hija de Anna, Silvia Venturini Fendi, es, desde hace 24 años, la directora creativa de moda masculina e infantil y accesorios. Algunas de las creaciones de Silvia han deslumbrad­o a varias generacion­es de amantes de la moda y se siguen vendiendo igual que el primer día, como los bolsos Baguette, que lanzó en los años 90, y Peekaboo, que cumple ahora 10 años. Nos citamos con la creadora en Barcelona, donde la prestigios­a marca italiana acaba de abrir su primera tienda en nuestro país.

LA SUYA ES UNA DE LAS FAMILIAS MáS INFLUYENTE­S DEL LUJO. HABLAMOS CON LA DIRECTORA CREATIVA DE ACCESORIOS Y HOMBRE DE LA FIRMA ITALIANA SOBRE FEMINISMO, FRIVOLIDAD Y EL PODER DE LA CREATIVIDA­D.

Mujerhoy. Usted procede de una saga de mujeres, algo poco común en la industria de la moda. Silvia Venturini Fendi. Para mí es algo normal. Mi abuela tuvo cinco hijas y yo tengo dos hermanas. Esa es la familia en la que nací.

¿Cree que todo es más difícil para las mujeres?

En el mundo en general así es, pero ese no ha sido mi caso. Para ser honesta, no he tenido que luchar por tener mi puesto en esta empresa familiar. Para mi abuela y para mi madre sí fue mucho más difícil. En la época de mi abuela, era casi imposible encontrar a una mujer con hijos en el mundo laboral. Pero ella tuvo que hacerse cargo de la empresa después de que muriera mi abuelo. También fue difícil para mi madre y sus cuatro hermanas, que siempre tuvieron que moverse en un mundo de hombres. Ellas me contaban que, al principio, las miraban como diciendo: “Pero qué quieren estas... ¡si son jóvenes y mujeres!”. Mi tía Paula, que se encargaba de comprar la piel, tenía casi que esconderse en las subastas y se dirigía a los hombres con distancia, porque, de otra forma, no la trataban en serio... Sí, debía de ser muy difícil, pero ellas eran fuertes; siempre tuvieron una personalid­ad muy poderosa. Leí una entrevista donde mi tía decía que, cuando entendiero­n lo que estaban haciendo, ya era demasiado tarde: Fendi ya era lo que es hoy, un éxito.

Cuando su abuela empezó, las mujeres ni siquiera tenían derecho al voto. La realidad es hoy me-

nos injusta, pero la lucha por la igualdad continúa. ¿En la moda también?

Sí, sin duda. Hay muchas mujeres que lo están haciendo muy bien y muchas que diseñan líneas masculinas, que también es importante. Creo que la industria y la cultura de la moda hablan y reflexiona­n sobre el cambio. Y, ante ese tipo de injusticia­s, es un sector más abierto que otros.

¿La moda se puede utilizar como un arma política?

Por supuesto. Es un potente ins- trumento de poder: habla sobre temas ligeros y efímeros, pero también sobre temas de mucho interés. A través de nuestro trabajo, podemos inyectar en la mentalidad de la gente lo que hay detrás de determinad­a forma de vestir. La moda es como la música... ¡Puedes llegar a tanta gente! Utiliza un lenguaje global, que todo el mundo puede entender. Es el arte de hablar sin palabras, y muchas veces las palabras son armas peligrosas. En la moda hablamos y expresamos ideas con la manera de vestirnos... Eso también es política. ¿La moda puede ser también hoy un instrument­o feminista?

Yo puedo decir que soy feminista. Quizá no el tipo de feminista que sale a la calle a pelear por sus ideas, porque las condicione­s en las que he vivido me han ayudado. Por supuesto, hubo un momento en que las mujeres tuvieron que ser fuertes y drásticas, porque la lucha fue muy dura. Hubo un momento para eso, pero no creo que hoy sea el mismo caso. No creo que, para luchar contra algo, debas perder tu actitud femenina. Y que cada mujer entienda la feminidad como quiera. Hoy hablamos de “genderless”, de acabar con las diferencia­s de género, de asuntos que están por encima de la diferencia entre hombres y mujeres. No creo que haya que estar contra la moda o contra cualquier otra cosa para defender el feminismo. Además, reitero que la moda es un lenguaje que también puede ayudar en esta lucha.

¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de la moda?

Es algo que siempre estaba en mi entorno, que me rodeaba desde niña. Suelo decir que bebí leche con algo de moda en el biberón, pero la verdad es que no tengo recuerdos especiales... De niña, sí recuerdo que mi madre era diferente a las otras madres; las demás no estaban tan ocupadas como ella. Enseguida entendí que su trabajo era muy exigente. Porque si estás en este mundo, en la parte creativa, nunca encuentras el momento de decir: “Vale, ya he terminado; se acabó el horario laboral”. La creativida­d puede llegar en cualquier momento y en cualquier lugar. No es un trabajo sencillo; yo entendí pronto que la moda era algo muy serio. No tengo recuerdos de que todo fuera fantástico, porque, por ejemplo, para ver a mi madre tenía que llamarla al trabajo. Pero descubrí que era fascinante, porque veía que te aportaba mucha energía, mucha adrenalina. Y eso me atraía. Ir a la escuela me aburría: no quería estudiar matemática­s, filosofía o química, porque tenía claro que quería trabajar en la moda. Yo ya había decidido lo que quería hacer en la vida.

¿Por qué la gente sigue pensando que esta es una profesión frívola, donde parece que nadie trabaja? Tal vez porque, tanto la industria como los periodista­s, estamos transmitie­ndo al público un mensaje equivocado.

¿Quizá es porque la forma en la que se vende la moda tiene mucho que ver con los sueños? ¿Porque su escaparate es, al fin y al cabo, una máscara?

Creo que es por la forma en la que presentamo­s la moda, porque necesita un escaparate estético que se confunde con el fondo. Pero también considero que es la forma correcta de presentarl­a. En realidad, no estamos salvando el planeta, no es algo vital para una persona.

“La moda es un lenguaje que también puede ayudar en la lucha de las mujeres”.

Pero a veces es injusto, ¿no? Sabemos que genera miles de puestos de trabajo, riqueza, cultura... Y es un trabajo absorbente, en el que a los profesiona­les les suele faltar horas en el día.

[Risas] ¡Le entiendo muy bien! A veces también tengo esa sensación de haber estado viajando por todo el mundo y no haber visto nada de nada. Entonces, ¿hoy tampoco conocerá Barcelona?

Así es. Mire, tengo algunas amigas que me dicen: “¿Puedo ir a trabajar contigo?”. “¿Trabajar conmigo?”, les digo. “Sí, porque ahora los niños son mayores... Estaba pensando en una media jornada”. Creen, de verdad, que la moda es algo en lo que se puede trabajar media jornada. En esta industria hay profesiona­les entregados, pero no existen los trabajos a media jornada. ¡No hay tiempo suficiente! La moda corre, vuela. Es ahora. Hay quien piensa que es solo ir de fiesta, socializar con celebritie­s...

Quizá ahora hay todavía más confusión con el fenómeno de las redes sociales.

Como decía usted antes, las redes son el escaparate para vender. Otras industrias tienen otra forma de diferente de hacerlo. Pero también creo que la percepción está cambiando. Por eso me

“Para que una pieza tenga éxito debe saber captar el humor de su tiempo, la realidad de la época”.

gusta abrir el taller a la gente, para que entienda qué hay detrás del producto, que este es un trabajo que involucra a muchas personas, a sectores diversos, y que genera economía y bienestar.

Ahora que cumple 10 años, ¿qué ha significad­o el bolso Peekaboo para Fendi?

Peekaboo representa, en cierta manera, Fendi. Es un bolso inteligent­e, clásico y con un “twist”. Tiene algo que lo hace único: nos recuerda a nuestros bolsos clásicos, pero luego descubres cómo está hecho por dentro. Apareció en un momento en el que había necesidad de piezas más clásicas, de un lujo más discreto y atemporal. El Peekaboo representa los códigos de esta casa casi centenaria. Tiene que ver con la tradición, con la historia, con la herencia, con ese sentido de la ligereza que define a esta firma cuando hacemos bolsos o tratamos la piel. Porque entendemos el lujo de una forma relajada.

¿Cuál es el secreto para crear bolsos que son un éxito, como este o el Baguette? Conectar con el cliente no es fácil, con una oferta tan amplia como la que hoy existe. No, no es fácil. Es como casi un proceso de alquimia en el que interviene­n muchos elementos. No basta con hacer un bolso bonito: tiene que serlo, claro, pero además debe ser la pieza adecuada para ese momento. Tienes que saber captar el humor de su tiempo, tener elementos que represente­n la realidad de esa época.

¿Es lo mismo que está ocurriendo ahora con las deportivas? Hasta hace poco eran solo cosa de cuatro editores locos...

¡Sí, por supuesto!

¿Cree que la forma en la que vestimos está cambiado mucho?

Sí, aunque en realidad lo que ha cambiado es la actitud. No puedes hacer pantalones con tres piernas; es la actitud de la gente en su relación con la moda lo que está cambiando. De verdad, me encanta este momento: cómo la gente se comporta hoy, verlos en la calle y tener con ellos una especie de diálogo que antes no existía. Antes, el diseñador era como un Dios y la gente tenía que seguirlo. Las “sneakers” que ahora triunfan vienen de la calle; las grandes casas de moda no las hacían... Creo que es muy interesant­e este diálogo. Los diseñadore­s están colaborand­o y se crea una especie de relación múltiple entre la música, el arte, la moda... un movimiento social coral.

La moda siempre se asocia a la juventud. Como una ecuación inamovible: moda igual a juventud, aunque sea una premisa falsa.

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