ABC - Mujer Hoy

María Oruña

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ansiosa. Me ponía a trabajar en mis propios proyectos y llenaba los pulmones hasta el fondo, sonreía más, era feliz. Es como cuando estás sumida en un matrimonio infeliz y aparece un amante que de repente te deslumbra. Tal vez sin esa presencia en tu vida, nunca te hubieras atrevido a dar el paso de dejar tu anterior trabajo. Yo lo sentí tal cual”.

María Oruña tampoco se planteó fríamente dejar la abogacía y convertirs­e en escritora. Ni siquiera tuvo nunca la vocación muy clara, aunque le gustaba escribir. “Hice una carrera porque en mi casa no se entendía otra opción, pero no tenía ni idea de qué quería estudiar. Escogí Derecho por temas de nota y cercanía. Siempre he sido un poco peliculera, así que tenía la ilusión de ser abogada penalista, y me fabulaba a mí misma defendiend­o a los buenos y diciendo: “Protesto, señoría”. La realidad, por supuesto, fue la que marcó mi camino real. Mi primer salario, durante casi un año, ascendió a menos de 500 €. Por supuesto, no me hacía feliz trabajar en aquel primer despacho, en el que estuve tres años. Sobre todo porque no hacía nada que yo consideras­e útil por y para nadie. Después cambié a un bufete internacio­nal. Amplié mis conocimien­tos y servicios al ámbito civil, mercantil y laboral. Esto me gustaba más, pero tras seis años me quedé embarazada y todo se trastocó. De hecho, perdí mi empleo y decidí poner mi despacho en casa. Pero… antes de empezar con el despacho, decidí, por puro placer, aprovechan­do este periodo de transición, escribir una historia que rescatase las anécdotas que mi abuela me 32 | Pasó de la abogacía a la literatura. Es autora de Puerto escondido y Un lugar a donde ir. Con 27 años ya tenía marido, casa, perro, trabajo… y me preguntaba: “¿Ya está? ¿No hay nada más? Ahora, ¿a viajar en los puentes y la vacaciones hasta que me jubile?”. Así que, si tuviera 20 años, le-me diría: “Prepárate porque sí, eso que presientes es cierto, hay algo más. La vida te va a dar un giro, tendrás un hijo, serás escritora y, aunque a veces creas estar perdida, serás feliz”. contaba sobre la forma de vida de la guerra y la posguerra en España. Hice una novela sin contárselo a nadie, excepto a mi pareja. No conocía a nadie en el mundo editorial, pero un día, tomé la decisión: yo era invisible, bien, pero mi determinac­ión era mía. Preparé una sinopsis atractiva de Puerto escondido y fulminé a todas las agencias literarias que pude con un correo personaliz­ado. Estuve a punto de tirar la toalla. Sin embargo, un día, una agencia me pidió 15 páginas. Después, 50. Más tarde, todo el libro. En dos semanas, los derechos habían sido vendidos a Planeta (Destino). Y pensé: “Ah, vale, así funciona”, sin ser consciente del milagro que se había producido”. Quizá sea todo al revés Después publicó un segundo libro y este año publicará la tercera novela. Lleva 80.000 ejemplares vendidos y ella lo achaca a la suerte o a un milagro, pero ocurre que supo escuchar algo que faltaba o supo escuchar esto que a ella le faltaba y al hacerlo, escuchó el mismo hueco en otros muchos corazones. Al final, la realidad es que no somos tan singulares. El producto de nuestra felicidad, de todas estas felicidade­s, tiene alma y vida y calidad. Es el objeto de ese estar perdida y de liberarse, es el sueño hecho objeto. Quizá haya una enorme calidad en la libertad. Quizá sea todo al revés. Quizá no haya forma de viajar a la felicidad. Quizá la felicidad sea el viaje. Quizá solo haya que escuchar la brújula interior y ponerse a caminar.

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