La trampa de lo curvy
El poder de la moda es innegable: ha logrado que, poco a poco, mujeres más grandes vayan entrando en las quinielas de marcas, pasarelas y diseñadores. Sin embargo, su modelo de mujer curvy o gordibuena tiene trampa: sus cuerpos siguen delineados por un ideal muy marcado por la mirada masculina y lo que esta desea. Así, de un modelo único de cuerpo pasamos a dos: el delgado elegante y el curvy sexy. Nada que ver con la tipología infinita de formas volúmenes de la realidad, donde existen y lucen mujeres como Nicolette Mason, Gabi Gregg, Danielle Brooks, Beth Ditto o Rebel Wilson. Todas ellas, por cierto, con colecciones de moda a su medida. BETH DITTO, cantante y activista. poderosas; para asegurarse de que no es la pura apariencia la que suscita el amor; puede buscar que no se sexualice el cuerpo y sea tomado en serio en el ambiente laboral; o para dimitir de la competición con otras mujeres por el éxito sexual. Orbach también encontró que la gordura puede protegernos y hacernos invisibles, para evitar agresiones y evaluaciones externas.
Pese a la capacidad para invisibilizar que poseen los kilos de más, el juicio al cuerpo de las mujeres es constante y su práctica se amplifica gracias a las redes sociales. Prolifera el llamado body shaming o fat shaming, comentarios destinados a que una persona se avergüence de su cuerpo. De la policía de los kilos no se libra ni Rihanna: en los últimos Grammy, sus fans tuiteras prefirieron elucubrar con un embarazo antes que admitir que probablemente está comiendo lo que le apetece. En España, Blanca Suárez y Tania Llasera han sido brutalmente reprobadas, y el caso de Suárez es especialmente llamativo, porque la actriz tiene una talla 36 que subió a una 38 (donde le esperaba la Inquisición del peso). Llasera hizo pública una carta en la que explicó que había engordado al dejar de fumar. “No estoy embarazada, estoy gorda... Esta sociedad está enferma si soy noticia por unos kilos”, escribió.
¿Cómo explicamos la inquina que puede producir algo tan intrascendente como una talla o unos kilos de más? Quizá, de la misma forma que la violación no tiene que ver con el sexo, sino con el poder, el fat shaming no se explica totalmente desde el factor kilos, sino desde la exigencia de obediencia. Para las feministas, analizar el tipo de cuerpo que se nos hace desear (¿por qué ese y no otro?) importa tanto como darnos cuenta de que lo realmente central es nuestra sumisión. Que DANIELLE BROOKS, actriz.