Generosidad de ida y vuelta
hoy en día. Creo que las personas que escriben a mano procesan sus propios sentimientos. Se sienten humildes pero importantes, como si formaran parte de algo más grande que ellos mismos; consiguen aquietar sus mentes y centrarse en el momento”, cuenta la impulsora de este movimiento.
En esa línea, Roland Jouvent, jefe de Psiquiatría del hospital PitieSalpetriere de París, explicaba a The Guardian que “la escritura a mano es el resultado de un movimiento peculiar del cuerpo que no está presente cuando escribimos en un teclado; no se trata solo de escribir una carta, también implica dibujar, adquirir un sentido de armonía y equilibrio, con formas redondeadas. Cuando escribimos a mano, hay un elemento de baile, una melodía en el mensaje que agrega emoción al texto”, aseguraba. pueden ser perjudiciales. Creo que todos anhelamos la conexión humana, y ese hueco no lo llenan las interacciones en línea”
Curiosamente, quienes han abrazado esta iniciativa con mayor entusiasmo han sido aquellos que apenas han conocido la vía postal: la generación Z, los nacidos después de 1990. En Estados Unidos, un centenar de universidades se han unido a More Love Letters. Una estudiante escribió y esparció en una tarde una decena de cartas por varias facultades de Dubuque (Iowa). A la mañana siguiente, se habían multiplicado: colgando de los árboles o sobre los bancos, las misivas de otros alumnos habían inundado el campus. Es una de las anécdotas favoritas de Brencher, pero no la única. “Hemos tenido tantas historias maravillosas: soldados que reciben cajas llenas de postales; nietas solicitando cartas de amor para sus abuelas; toneladas de manuscritos dirigidos a personas sin hogar… La gente es inspiradora. Han cogido nuestra idea y la han convertido en algo mucho más grande de lo que podríamos haber imaginado”, confiesa.
Su labor fue reconocida por el expresidente Obama, que la incluyó en la lista la Casa Blanca “Mujeres que trabajan para hacer el bien”. Siete años después de escribir su primera carta de amor para un destinatario desconocido, el movimiento se ha convertido en su trabajo a tiempo completo. “Viajo mucho y escribo aún más, pero mi día a día es de lo más normal: trabajo en mi oficina, me encargan artículos y sigo escribiendo cartas a las personas que amo. Me siento agradecida por haber puesto en marcha este proyecto y por dónde me ha llevado, así que trato de seguir haciéndolo lo mejor que puedo”, asegura.
Sobre lo aprendido en estos años, Hannah reconoce que lo tiene claro: “Quiero que las personas sepan que las pequeñas acciones, si se repiten, realmente suman. Cada persona es importante y todos estamos ansiosos de participar en algo que nos trascienda”.
Para Hannah Brencher (arriba), todo empezó al tomar consciencia de su depresión. El movimiento More Love Letters, que creó en 2011, fue su respuesta a la enfermedad. A través de su web (moreloveletters.com), puedes tanto pedir una carta como escribir a desconocidos. Mensajes en una botella Gracias a su iniciativa, la propia Hannah Brencher superó su depresión: “Es una enfermedad muy centrada en uno mismo de manera obsesiva. En un esfuerzo por salir de mi propia cabeza, cambié mi enfoque a otras personas. No sabía cómo ayudarme a mí misma, así que ayudé a otros”. Pregonar el amor al prójimo no es demasiado habitual en la era del ego y el selfie. Tampoco lo es alejarse de las pantallas para recuperar el papel y la tinta. “Creo que necesitamos un contacto más allá de lo digital. Me encantan las redes sociales y creo que cumplen su propósito, pero, como todo, en exceso