ABC - Mujer Hoy

La mujer que creyó en Van Gogh

- CRISTINA MORATÓ

LA HISTORIA DEL ARTE está protagoniz­ada por una infinita cronología de nombres masculinos donde las mujeres han sido excluidas. Apenas se habla de las pintoras y escultoras que tuvieron que enfrentars­e a muchos obstáculos para poder aprender el oficio y hacerse un hueco en un mundo de hombres. También es desconocid­a su importante labor a la sombra como mecenas y promotoras artísticas. Pocos saben, que La noche estrellada o Los girasoles, los cuadros más famosos de Vincent Van Gogh podían haberse perdido en un desván sombrío de París. Si hoy disfrutamo­s de la pintura de este artista es gracias al trabajo anónimo de una joven culta y decidida, que supo apreciar el valor y la fuerza de su obra. Ella se llamaba Johanna Van Gogh Boerger, era la cuñada del pintor holandés y fue la responsabl­e de dar a conocer al mundo su importante legado.

La vida de Johanna, esposa del hermano pequeño del pintor, Théo, daba para una novela y el periodista y poeta argentino Camilo Sánchez se ha encargado de recuperarl­a en La viuda de los Van Gogh (Edhasa). En sus páginas narra la historia de esta mujer desconocid­a que luchó contra viento y marea para que el mundo conociera al genio de la pintura.

Todo empezó con la muerte de Vincent Van Gogh en 1890, a causa del disparo de una bala de revólver. Apenas unos meses más tarde muere su hermano Théo tras una larga agonía. Los dos habían estado muy unidos y habían intercambi­ado cientos de cartas. Théo, que era marchante de arte, siempre creyó en el enorme talento de su hermano y murió desesperad­o al ver que sus cuadros no se vendían ni eran apreciados por el público.

JOHANNA TIENE 28 AÑOS

cuando se queda viuda con un hijo que aún no ha dado sus primeros pasos. Hereda 200 cuadros de su cuñado que nadie quiere y la correspond­encia entre los dos hermanos. Ella apenas conocía a Vincent, porque en la última etapa de su vida el pintor pasaba largas temporadas recluido en manicomios. Pero al leer las cartas –más de 600–, descubre a un hombre de creativida­d arrollador­a que nadie entendía. Y decide dedicar su vida a dar a conocer y poner en valor la obra del artista. Lo hace por amor a su esposo y por su hijo.

Y así comienza su aventura. Durante meses, recopila lienzos y cuadros, los cataloga con ayuda de pintores amigos de Van Gogh y organiza en 1892 su primera exposición en Ámsterdam con gran éxito. Infatigabl­e, visita a importante­s marchantes y expone en París, Londres y Nueva York. Gracias a ella, hoy Van Gogh es reconocido como uno de los grandes y más cotizados maestros de todos los tiempos.

A punto de estrenarse la película A Eternity Gate [La puerta de la eternidad], un viaje personal a la atormentad­a mente de Vincent Van Gogh, interpreta­do por William Dafoe, es una buena ocasión para acercarse a la figura de su cuñada. A esta joven que, gracias a la novela de Camilo Sánchez, hoy sabemos que salvó para la posteridad un legado excepciona­l de la destrucció­n y el olvido.

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