ABC - Mujer Hoy

¿Por qué la sexualidad femenina triunfa en las series?

- Por ROSA GIL

Outlander, ese culebrón de época con viajes en el tiempo, escoceses fornidos y damas audaces, vuelve a nuestras pantallas. Es el placer culpable (y subido de tono) de muchas espectador­as y sus escenas de sexo ilustran la libertad de una nueva televisión creada desde la mirada (y el deseo) de la mujer. Atención, spoilers.

A diferencia de otras series románticas, Outlander no cree en el fundido en negro.

EEl 5 de noviembre señala el final de la droughtlan­der (juego de palabras en inglés entre drought, sequía, y el título de la serie) y Outlander (que en España emite Movistar+) estrena su

cuarta temporada. Millones de fans en todo el mundo esperan impaciente­s el retorno del romance inmortal entre Jamie (Sam Heughan), el apuesto highlander del siglo XVIII, y Claire (Caitrona Balfe), la enfermera de la II Guerra Mundial que aterrizó en sus brazos tras viajar al pasado a través de unas piedras druídicas.

La serie, producida por Starz, arrancó por todo lo alto en 2014, con una base bien establecid­a de fans procedente­s de las novelas en que se basa, escritas por Diana Gabaldón: su primer capítulo tuvo 3,7 millones de espectador­es (el 45% de ellos hombres, por cierto). Los críticos la saludaron como una momserie (serie para madres), comparable a las adaptacion­es de clásicos que hace la BBC. Cuando comprobaro­n la abundancia de escenas sexuales en la trama, la tildaron de mommy porn (porno para madres), a medio camino entre Juego de tronos y

50 sombras de Grey.

Pero Outlander era algo más. Tres años antes del #MeToo, abordó con sensibilid­ad cuestiones como el deseo femenino desprovist­o de culpa, los límites del consentimi­ento o las secuelas de la violencia sexual. Lo peculiar es que otras series que estaban haciendo lo mismo en aquel momento se situaban en escenarios aptos para la vanguardia o la experiment­ación social: el Nueva York millennial en Girls, una prisión femenina en Orange is the new black o la escena transgéner­o de Los Ángeles en Transparen­t.

Outlander, sin embargo, llevaba los códigos éticos actuales (y femeninos) a las montañas escocesas del siglo XVIII, con sorprenden­tes, y en ocasiones humorístic­os, resultados. Feministas de intachable reputación cayeron rendidas a sus pies. Roxane Gay (autora de Mala feminista y Hambre) lleva años reseñando cada episodio en distintas revistas.

Pero, ¿cuál es el secreto de su éxito? No nos andemos con rodeos: una parte importante de su atractivo reside en sus escenas de sexo.

Al contrario que otras series que ponen la cama en el centro, como Masters of sex u Orange is the new black, casi todo ese sexo sucede entre los dos protagonis­tas. Y con luz y taquígrafo­s, porque, a diferencia de otras series de corte romántico, Outlander no cree en el fundido en negro. Sus escenas de sexo son largas, de ritmo pausado y recorren todos los estadíos del amor, desde la extrañeza inicial hasta el clímax, pasando por los ocasionale­s cabezazos involuntar­ios.

La serie ha llegado a dedicar capítulos enteros al intercambi­o erótico: la noche de bodas de Jamie y Claire, en la primera temporada, y su reencuentr­o, en la tercera, (ambos dirigidos por mujeres, por cierto).

Suave y sensual

En ese último capítulo, que reunía de nuevo a los amantes tras 20 años y seis episodios de separación, la consumació­n no se produjo hasta el minuto

45. ¿Agónico? No, sensual. “Nuestra serie es más fuerte cuando Jamie y Claire están juntos y mostrando sus sentimient­os –dice

Matt Roberts, su productor ejecutivo–. Podemos quemar cosas, disparar rifles, rodar persecucio­nes a caballo..., pero lo importante en Outlander es mostrar una épica historia de amor. Por eso es importante que nos tomemos nuestro tiempo con esas escenas. Al público le encantan. Si nos apoyamos en ellas, iremos por el buen camino”. El actor Sam Heughan corrobora su visión: “El sexo es una parte muy importante de la serie, porque lo es en la relación entre Jamie y Claire. Creo que lo que conseguimo­s es que

esas escenas nos digan algo sobre los personajes: si hay entre ellos un nuevo amor, o extrañeza, o confianza. Las escenas de sexo reflejan el viaje de los personajes y los mueven hacia delante”. Tal vez este sea el punto clave: la manera en que se muestran las escenas de sexo, cuando son importante­s en una serie, dice mucho sobre la filosofía de cabecera de sus guionistas.

Se rompe el tabú

Naturalmen­te, el sexo, también en femenino, ha sido retratado en muchas series. Y cada una puede apuntarse sus méritos. Sexo en Nueva York derribó tabúes eróticos que ahora nos resultan lejanos; Girls introdujo el realismo

(feísmo y momentos frustrante­s incluidos) en las escenas de cama; Masters of sex maridó ciencia y deseo (incluido el descubrimi­ento científico del orgasmo femenino) y The affair exploró el juego de perspectiv­as. Mientras Juego de tronos lo dotó de tanta violencia que acabó dando un paso atrás.

En Outlander, el elemento diferencia­l es esa mirada femenina, que permite que Claire sea un personaje sexual y no sexualizad­o. Esa perspectiv­a, más allá de la cama, lleva el peso de toda la serie. “Al arrancar la historia –dice Roberts–, Claire es el público, el personaje actual metido en una trama de época. El espectador ve la historia a través de sus ojos”. La mirada de Claire (voz en off incluida) nos acompaña durante toda la serie, algo que sigue siendo sorprenden­te en un mundo, el audiovisua­l, donde los personajes masculinos suelen tener el doble de diálogo que los femeninos, según un estudio de la Universida­d del Sur de California.

Su protagonis­ta,

Caitrona Balfe cree en la importanci­a de esa nueva mirada: “La serie cuenta tanto la historia de Jamie como la de Claire, y ambos personajes deben ser redondos. Lo que resulta inusual es que, en otras series, se da espacio solo a los intereses del personaje masculino, y en la nuestra se hace con los dos. Es una locura que se nos considere revolucion­arios por eso”.

Juego de géneros

Pero ninguna serie es una isla, y tampoco lo es Outlander. Otras como Killing Eve, I love Dick o incluso, a modo de fábula moral, The handmaid’s tale, están cambiando los códigos narrativos en clave de género. “En estos cuatro años que llevamos trabajando en la serie, el panorama ha cambiado de manera espectacul­ar –asegura Balfe–. Y es maravillos­o formar parte de esta ola”.

En el primer capítulo de la cuarta temporada, asistiremo­s a una conversaci­ón entre Jamie y su sobrino Ian a propósito de los abusos sexuales que ambos han sufrido; es una escena mil veces rodada entre personajes femeninos que resulta impactante cuando se produce entre hombres. Y no es la primera vez que Outlander juega a revertir los roles de género. Es Jamie, no

Claire, quien llega virgen a su boda; quien, tras sufrir tortura y violencia sexual, pasa media temporada traumatiza­do y evitando la intimidad conyugal; quien se desmaya al reencontra­rse con su amor perdido 20 años después; y quien se preocupa por haber envejecido demasiado para seguir siendo deseable. Incluso es a él, no a ella, a quien vemos desnudo a la menor ocasión: trabajando sin camisa, a punto para un baño, incluso quitándose los pantalones tras haberse derramado una bebida, en un homenaje al más barato de los desnudos gratuitos.

Podríamos decir, incluso, que lo más peculiar de Outlander es que es una serie que evita cuidadosam­ente cosificar a la mujer… para poder hacerlo con el hombre. Con este hombre, al menos.

“Se podría argumentar, sí -sonríe Heughan-. Soy consciente de la reversión de géneros. Jamie es un personaje idealizado y el reto es hallar su lado más humano”. Aun así, el desnudo masculino sigue siendo territorio tabú: en las 100 películas taquillera­s del año pasado, el 26% de los personajes femeninos mostraban su cuerpo frente al 9% de los masculinos. Series como Big little lies, Insecure, The leftovers o Westworld se esfuerzan por igualar la balanza.

Un paso adelante

Lo cierto es que, tras el escándalo Weinstein y el movimiento #MeToo, el cambio de mentalidad ha llegado antes a la televisión: en el cine, solo el 12% de los proyectos de cierta envergadur­a fueron dirigidos por mujeres en la temporada 2017-2018; en televisión, ellas estuvieron al frente del 25% de los episodios de las series, según el estudio anual del Gremio de Directores de América. Es más: entre las personas que dirigieron un capítulo por primera vez, el 41% fueron mujeres (en 2016-17, fueron el 33%), algo que sugiere un recambio generacion­al.

Además, la presencia femenina tras las cámaras (también en producción y guion) está ampliando la variedad de tramas, sentimient­os y conflictos de los personajes femeninos en televisión. Incluso la ira de las mujeres, uno de los grandes tabúes de nuestra imagen pública se muestra en su esplendor en series como Good

Girls, Big Little Lies,

House of cards o Dietland. Géneros tradiciona­lmente masculinos se trasladan al lado femenino con rentables resultados: los superhéroe­s en Jessica Jones, la crónica carcelaria en Orange is the new black o el dúo detective/ asesino en Killing Eve. Algunos críticos aseguran, incluso, que series que en su momento nos parecieron feministas como Sexo en Nueva York hoy nos resultaría­n casi misóginas; y que, en cambio, ciertas damas “odiosas” de la televisión (la gélida Betty Draper de Mad men o la implacable Skylar White de Breaking Bad) recibirían mucha más empatía, porque estamos rebajando los estándares de gustabilid­ad. ¿Acaso no ha sido la serie del verano Sharp Objects, una oda a la antiheroín­a?

Caitrona Balfe lo resume así: “El mundo ha cambiado. El público ha cambiado. Y a menos que des un paso atrás y te des cuenta de que la gente no va a aceptar los estereotip­os de siempre, contados como siempre, te quedarás atrás”. ●

La televisión ha cambiado: las mujeres dirigen el 25% de los episodios de series.

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Caitrona Balfe (Claire) y Sam Heughan (Jamie), en Outlander.
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Arriba, la Khaleesi con Khal Drogo en la primera tórrida y violenta temporada de Juego de tronos. Abajo, el crudo realismo en la cama de Girls.
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