ABC - Mujer Hoy

Vacío sin CONSUELO

El calendario marca el 1 de noviembre para recordar a quienes ya no están. Pero ¿qué ocurre cuando no existe prueba fehaciente del adiós? ¿Es posible hacer el duelo por un desapareci­do?

- ISABEL MENÉNDEZ Psicoanali­sta

QQuienes nos precediero­n señalan nuestro origen y nos colocan en la cadena de generacion­es que constituye el paso por la vida. Cuando perdemos a alguien querido, realizamos el trabajo psicológic­o del duelo. Gracias a él recuperamo­s el equilibrio emocional provocado por su ausencia. Y es que la pérdida provoca en nuestra subjetivid­ad un sentimient­o de vacío que se aminora poco a poco. Cada cual necesita su tiempo. ¿Es posible elaborar el trabajo psicológic­o del duelo cuando se ignora dónde se encuentran los restos del ser querido que suponemos muerto?

El duelo requiere una prueba de realidad que testifique que ese ser amado ya no vive. Esa prueba es su cuerpo. Los familiares necesitan verlo, despedirse, poner palabras a su dolor y tener localizado­s los restos de aquel que formó parte de su vida. El dolor proviene del agotamient­o que el “yo” sufre por la lucha entre el amor que le ata al ser amado y la fuerza que lo separa de él. Parte de la energía psíquica destinada a esa relación se retira de ese destinatar­io para colocarla en otros que tenemos cerca y con los que sí podemos alimentar nuestra vida. Este proceso es lento y doloroso.

Un lugar donde poder llorar

Los restos mortales cumplen una función importante en la tramitació­n del duelo, en tanto que posibilita­n la confrontac­ión con la certeza de que la persona querida ya no está con vida. No hay vuelta a atrás, es preciso aceptarlo. Frente a la ausencia de restos mortales, los familiares quedan enganchado­s a los afectos que les unían al difunto del que no se han podido despedir. En los aniversari­os se llevan flores a la tumba de quienes perdimos y que tuvieron un lugar en nuestra historia. Porque todavía lo tienen, aunque ya no estén a nuestro lado.

Las ceremonias y los ritos funerarios ayudan a pensar en la necesaria distinción entre la desaparici­ón del cuerpo y una cierta superviven­cia del desapareci­do en el recuerdo de quienes lo amaron. Ahora bien, para aceptar que la persona querida ya no está, conviene ver su cuerpo. Se necesita asimismo una tumba en la que depositar lo que nos unía a ella.

El proceso del duelo no equivale a olvidar. Se trata de encontrar algo que reemplace a lo perdido, pues lo perdido es un espacio que ha quedado vacío. Podremos ser muchas otras cosas para muchas otras personas, pero aquella relación única ha desapareci­do.

Aquellos a los que quisimos, pero que ya no están con nosotros, nos señalan quiénes somos y a la vez nos dicen que podemos vivir con su ausencia. Si soñamos a veces con ellos, es porque tienen un es-

pacio en nuestro inconscien­te.

Andrea sueña que su madre aún vive. Llega a su casa y la está esperando sentada a la mesa de la cocina, con la merienda preparada. Se ponen a hablar y le relata cómo le ha ido el día. Mientras charlan, Andrea mira el mármol de la mesa sobre el que le parece ver un dibujo. Entonces le pregunta a su madre quién lo ha rayado, pero al volver la cabeza se da cuenta de que ella ya no está. En el mármol lee el nombre de su madre: la mesa se ha convertido en la lápida del cementerio. Es en ese momento cuando se despierta.

Andrea pensaba ir al cementerio y llevarle flores a su madre, como había hecho el año anterior. Hacía un año que había muerto y la echaba mucho de menos. Aún se sentía triste. El día anterior había tenido una conversaci­ón con Jorge, su pareja, y él le había dicho que, al menos, ella tenía una tumba donde ir a llevar flores. Él estaba marcado por una historia familiar difícil de asumir: su padre se había pasado la vida buscando al abuelo de Jorge, que desapareci­ó y al que nunca encontraro­n. Gracias a la experienci­a de su pareja, Andrea había comprendid­o que tener una tumba para tus seres queridos era importante.

Soñar con alguien tal y como era puede representa­r la nostalgia de los tiempos pasados. Deseamos volver a estar junto a aquel que se fue y solo el sueño lo hace posible. ●

Soñamos con ellos porque siguen teniendo un espacio en nuestro inconscien­te.

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