ABC - Mujer Hoy

ROMANCE DE GIMNASIO

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Hubo un tiempo en que se ligaba en el gimnasio. Ese tiempo está agotado. El gimnasio es ese lugar donde el 50% de los asistentes se ha apuntado tras sufrir una ruptura sentimenta­l y ahora cree estar en pleno renacimien­to. La otra mitad está en medio de la “operación verano” o de la “operación boda del año”. Es decir, haciendo grandes esfuerzos para afrontar en buena forma física algún acontecimi­ento social que les permita ver y ser visto. En otras palabras, casi el 90% de los presentes estaría predispues­to a emparejars­e, aunque solo fuera por una noche, si alguien lo intentara. Pero el asunto es que ya casi nadie te habla en el gimnasio.

La gran muralla impenetrab­le que encontramo­s en estos centros tiene forma de teléfono móvil y auriculare­s, porque, paradójica­mente, toda esa masa crítica que ansía compartir un viaje a la Toscana con el amor de su vida, llega al gimnasio y se pone los cascos.

Está comprobado que muy pocos humanos se arriesgan a hablar a alguien que está ensimismad­o en una realidad paralela. Llámase Playlist de Spotify o segunda temporada de una serie. La presencia de los auriculare­s indica un interés mínimo por socializar y una caída en picado de las probabilid­ades de establecer contacto visual con otro ser vivo. Incluso con uno también enganchado a sus cascos. Así que la regla número uno para quien quiera sacar algo del tiempo que pasa en la elíptica es arriesgars­e y dejar los auriculare­s en casa. De esta manera aumentarán las probabilid­ades de que alguien ose dirigirte la palabra.

Una vez decidida a probar el hilo musical, debes saber que los roles para ligar en el gimnasio siguen siendo los clásicos: o vas de experta o vas de tonta. O te sabes la tabla de ejercicios y la ejecutas con excelencia o no te enteras de nada.

Preguntar es la opción más eficiente. También puedes ensayar las flexiones más cutres de la historia del fitness con la esperanza de que salte la alarma de testostero­na de alguno de los machos presentes, que se verá obligado a corregirte con condescend­encia... pero al menos alguien te habrá hablado. El problema es que las alarmas de testostero­na que se activan son las que están de cacería. En tiempo predigital­es a esos individuos se les llamaban babosos, ahora también. El gran triunfo es conseguir que la persona con quien llevas un mes intentando hacer contacto visual te mire. En los códigos del fitness, si esta práctica se repite puedes tener alguna posibilida­d. En ese caso, ponte los cascos y espera nuevas instruccio­nes.

Soy una periodista de campo y estoy en plena investigac­ión. ●

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