ABC - Mujer Hoy

Elogio del fracaso

(o cómo convertir la mala suerte en buena)

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En la era del culto al éxito, hay quienes se atreven a confesar publicamen­te sus fracasos y hasta incluir en sus currículum­s las pruebas de acceso que no superaron,

los proyectos que no lograron sacar adelante, los premios que no ganaron. Es arriesgado, pero los reclutador­es expertos y sagaces sabrán hacer una lectura positiva.

En Silicon Valley, la meca del éxito precoz, no se esconde (aunque 80% hunden. tampoco se pregona) que el de los proyectos se

Allí nació y se celebró durante años la FailCon [Conferenci­a del fracaso], donde los dueños de esas ideas que no funcionaro­n exponían abiertamen­te su experienci­a para extraer conclusion­es y borrar el tabú.

Existen también escuelas de fracaso. En la Failure School de Londres se enseña a los alumnos a dominar las herramient­as psicológic­as para reveses sobreponer­se a los e incluso utilizarlo­s para impulsarse. También se entrena el pensamient­o crítico y se aprende a preguntars­e el por qué, a hacer autocrític­a y asumir responsabi­lidades. Con esta actividad oportunida­d de introspecc­ión se contempla el error como una de cambio y mejora. “Es una de esas frases que utilizamos mucho: si lo que estabas haciendo hasta ahora no te ha funcionado, hay que cambiarlo.

Este es el enfoque: no se puede pensar que haciendo lo mismo se llegará a diferentes”, conseguir resultados afirma Elena Huerga.

Cuentan las crónicas que Thomas Edison realizó más de 1.000 ensayos antes de crear la primera lámpara incandesce­nte. En cierta ocasión, un fracasado colaborado­r le dijo: “¿No se siente un tras haber realizado más de mil ensayos y no haber conseguido nada?”. Edison respondió: “¡En absoluto! Ahora ya sé más de mil maneras de cómo no hay que hacer una bombilla”. Poco tiempo después, culminaría su brillante invento.

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