CARME ROMÁN o la transición de la mujer española
No estamos hablando: estás hablando tú”.
El destino de Carme Román está ligado a la palabra. Durante su juventud trabaja en la imprenta de su tío, quien se ha ocupado de ella desde que sus padres murieran en un accidente. Y posteriormente entra en el mundo del teatro, donde pasa de ser actriz a dirigir y a producir. Imprimiendo o recitando las palabras ajenas, irá encontrando las propias. Su vida está condicionada por esa orfandad que la lleva a enamorarse de otro huérfano. Un caradura bienintencionado, un hombre ideológicamente vacío, un pequeño Gatsby español que se obsesionará también con la idea de construir una casa que sea digna de la mujer de sus sueños. El problema es que las mujeres y los hombres no vivimos en los sueños etéreos, sino en las grumosas realidades. Y ese amor será literal y legalmente imposible. Vamos: un auténtico desastre.
Carme lo superará gracias a los telones y los decorados. Sobre el escenario de un pequeño teatro de barrio irá ganando confianza: la niña quedará atrás y la mujer ocupará el espacio vacío. Mientras Justo va quemando todas las opciones, Carme se aferra a una sola, la buena, la que salva.
El gran tema de El día de mañana es la transición. No solamente la Transición española, esos años en que la herencia franquista, cuya máxima expresión fueron el ejército y el rey Juan Carlos I, negoció conflictivamente con un nuevo estado democrático; también otras transiciones. Otros cambios de ser y de estar en el mundo. La propia serie se puede leer como una transición: entre la telenovela y la serie de calidad, entre el público de Cuéntame y el de Fariña. Y Carme Román, que primero depende de su tío, después de Justo y más tarde de un director de teatro, conquista su autonomía en los mismos años en que lo hicieron tantísimas mujeres españolas. Porque finalmente las grandes transiciones colectivas son millones de pequeñas, importantísimas, transiciones individuales. ●
*Jorge
Carrión es autor de Teleshakespeare (Errata Naturae).