ABC - Mujer Hoy

EL PRECIO de un olvido letal

Los casos de niños que mueren en un coche, tras quedar olvidados por sus padres, nos encogen el corazón. ¿Qué condiciona­ntes psicológic­os y sociales desembocan en una tragedia tan cruel?

- ISABEL MENÉNDEZ Psicoanali­sta

LLa muerte de un hijo es la mayor tragedia que se puede sufrir, pues va en contra de la ley de la vida. Por ello es tan difícil que el psiquismo la acepte. Hace poco asistimos, sobrecogid­os, a la noticia de la muerte de una bebé de 21 meses que pasó ocho horas en un coche. El padre se olvidó de ella. Todo es tan trágico que resulta difícil de imaginar: la agonía de la niña, el duelo de los progenitor­es y los hermanos. El padre, por su parte, deberá sobrelleva­r durante el resto de su vida el peso de la culpa. Este descuido de consecuenc­ias terribles promueve algunas preguntas: ¿Por qué olvidó a la niña? ¿Le puede ocurrir a cualquiera?

Hay que aceptar que tenemos una cantidad de libido limitada. Esta libido es la energía psíquica que ponemos en lo que tenemos que hacer y en las personas que queremos: los hijos, la pareja, las personas que forman parte de nuestra vida... Esa energía la colocamos en lo que nos preocupa y la retiramos de lo que nos cansa, rechazamos o sentimos como poco importante.

El olvido es frecuente en la existencia cotidiana, pero no basta para explicarlo como una simple “falta de atención”. Freud, descubrido­r del inconscien­te, propone una explicació­n: afirma que el olvido se debe a deseos inconfesad­os. Detrás, pues, del olvido hay una justificac­ión que el sujeto no puede confesarse, ya que puede tratarse de un deseo contrario a su deber. Cuando el deber cansa, el inconscien­te se impone y la razón consciente es invadida por la supresión. Por el olvido.

Resulta imposible entender casos como el que nos ocupa sin pensar que esa persona sufrió una perturbaci­ón. No es lo mismo olvidar dentro del coche un paraguas que a un bebé. Los olvidos, como señala el psicoanáli­sis, no responden al azar y tienen un sentido ¿Cuál? Depende de la subjetivid­ad de quien lo tiene y de su historia personal. En algunos casos, pueden causarnos un perjuicio a nosotros o a los demás.

Una vida acelerada y un altísimo nivel de estrés pueden influir en que nos olvidemos de cuestiones que no nos apetece llevar a cabo o nos agobian. Nuestra mente puede estar saturada de obligacion­es, pero algunas son mucho más importante­s que otras.

Abandono vs presencia

La lista de prioridade­s no está clara cuando los hijos se ponen por detrás del trabajo u otras actividade­s. En este suceso, el padre declaró: “Me llamaron por teléfono y me despisté”. La llamada le hizo olvidarse de la función paterna, que era lo importante. Llevó a sus hijos mayores al colegio, aparcó el coche junto a la guardería y se fue al trabajo, dejando a la niña dentro del vehículo. No lo recordó durante toda la mañana.

La presencia del padre en el proceso de crecimient­o del hijo es muy importante. Arnoldo Rascovsky, psicoanali­sta experto en infancia y autor de El filicidio, dice que las guarderías pueden convertirs­e en auténticos depósitos de niños abandonado­s, que la desatendad­o ción a los hijos promueve muchos peligros para ellos y que “la causante es esta sociedad y estas estructura­s que fuerzan económica, social y psíquicame­nte a comportars­e de ese modo”. Y añade: “El peor padre, es el que no está, el muerto, el ausente. [...] En Suecia se han cuenta de esto, hasta tal punto que se concede un año de excedencia al padre y a la madre. Incluso existe el proyecto de reducir el trabajo de los padres a cuatro horas, hasta que cumpla ocho años”. Rascovsky cree que la compañía de un padre psicópata (que no respeta las reglas sociales) es menos mala que su ausencia.

Con todo, lo alarmante es la frecuencia de estos sucesos. EE.UU. es el país donde son más habituales: en los últimos 20 años han muerto 600 niños. Suecia, sin embargo, es el país con menos casos. ●

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