AQUELLOS RUSOS SNOBS
La aristocracia rusa que se exilió en París, tras la Revolución soviética, marcó época por esa mezcla singular de arrogancia, cultura y adicción al lujo. Sin duda, los llamados rusos blancos fueron los refugiados más sofisticados de la Europa del siglo XX. Náufragos de un mundo desaparecido, rescataron de él el refinamiento y una incombustible capacidad de supervivencia. Estas memorias enganchan, porque la autora no se limita a trazar un retrato complaciente de sus padres y de la vida de entreguerras. Indaga en ese pasado con distancia y frialdad, desvelando el lado oscuro de los personajes.
La madre de la autora es la bellísima Tatiana Yákovleva, descendiente de Gengis Khan, tentada por la bohemia pero empeñada en mantener su virginidad, recita a Puskhin y llega a París con la obsesión de un título nobiliario. Pero antes vivirá un turbulento amor con el poeta Maiakovski, al que abandona para casarse con un vizconde diplomático: “Me casé para deshacer el nudo. Yo lo amaba, él lo sabía, pero mi amor no fue lo suficientemente fuerte”. El poeta, cuyo “corazón anhelaba una bala”, se suicidó al poco de saber que Tatiana se había casado.
El padrastro es el otro gran personaje del relato, el maquiavélico y adulador Alexander Liberman, hijo de uno de los pocos steps, especialistas no comunistas, que colaboraron con Lenin. Tatiana y Alexander comienzan su relación en París y, cuando los nazis invaden Francia, escapan a Nueva York junto a su hija. Ella se convierte en afamada diseñadora de sombreros y él llegará a ser director artístico de Vogue, descubrirá a Irving Penn y alcanzará la dirección de publicaciones, aplicando su máxima para el éxito: “Actúa como si fueras el propietario y tus colegas fueran los ayudantes contratados”. Páginas fascinantes que recogen la ascensión de la narcisista pareja, en un mundo de tiránica frivolidad, donde la hija lucha por conseguir un afecto que nunca llegará. ●