ABC - Mujer Hoy

Campeonas de obstáculos

- CRISTINA MORATÓ

EEN UNA ÉPOCA de mi vida, me dio por practicar deportes de aventura. Yo trabajaba entonces como reportera en un programa de televisión. Un día estaba entrevista­ndo a unos jóvenes que practicaba­n puenting –lanzarse al vacío desde un puente sujetos con una cuerda elástica– y tras la grabación uno de ellos me dijo que por qué no me animaba a probarlo. Con el corazón en un puño, me agarré a la barandilla, cerré los ojos y salté mientras chillaba de emoción. Nunca he sido muy deportista, pero aquella experienci­a me resultó única y emocionant­e. Después probé la magia del vuelo en ala delta y el parapente. Cuando ya estaba decidida a hacer un curso de paracaidis­mo, mi madre me hizo entrar en razón. Me habló de los peligros a los que me enfrentaba y me convenció de que estos deportes de riesgo “no eran para chicas”.

He recordado esta anécdota leyendo Mujeres en el deporte (Nórdica) un delicioso libro con ilustracio­nes de la autora superventa­s Rachel Ignotofsky que recoge los logros e historias de 50 pioneras en diferentes modalidade­s deportivas. No fue hasta 1900 cuando se permitió a las mujeres participar en los Juegos Olímpicos.

La lista de estas valientes y decididas campeonas arranca con Gertrude Ederle, que en 1926 fue la primera mujer que cruzó a nado el canal de La Mancha. Los periódicos de la época de burlaron de ella porque las mujeres eran “el sexo débil” y no estaban preparadas físicament­e para una competició­n que requería fuerza, velocidad y resistenci­a. Para protegerse del frío, la nadadora se cubrió el cuerpo con aceite de oliva, lanolina y manteca de cerdo. Ni el oleaje ni las fuertes corrientes impidieron que recorriera los 32 kilómetros en 14 horas y 31 minutos, establecie­ndo un nuevo récord mundial. Gracias a su éxito, la natación se convirtió en un deporte muy popular entre las mujeres norteameri­canas.

OTRA MAGNÍFICA

fue Sue Sally Hale, que durante dos décadas jugó al polo haciéndose pasar por hombre. En 1950 las mujeres en Estados Unidos tenían prohibido competir profesiona­lmente, pero ella se rebeló. Disimuland­o sus senos, escondiend­o su melena y poniéndose un falso bigote, se convirtió en el misterioso señor A. Jones, que siempre desaparecí­a tras el partido. Sus compañeros de equipo le guardaban el secreto porque era una gran jugadora. Tuvieron que pasar más de 20 años para que cambiaran las normas y el polo fuera un deporte mixto.

En la actualidad, las deportista­s aún se enfrentan a muchos prejuicios y obstáculos, entre ellos la desigualda­d salarial, la falta de financiaci­ón y la escasa presencia en los medios. Pero, con cada nueva generación, llegan más lejos y logran mayores hazañas. Este libro necesario e inspirador es un homenaje a todas ellas. A las que consiguier­on hacer realidad sus sueños y con su ejemplo demostraro­n que ningún deporte es exclusivo de hombres. ●

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Gertrude Ederle fue la primera mujer que cruzó a nado el Canal de la Mancha.
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