ALCOHOL Y DEPRESIÓN, ENEMIGOS ÍNTIMOS
“El consumo excesivo está relacionado con la depresión y con la agresividad, tanto contra uno mismo como contra los demás”, señala el doctor Josep Guardia Serecigni. Pero, la pregunta es: ¿estás deprimida y por eso bebes, o es al revés? “Lo más probable es que la depresión sea la consecuencia del consumo excesivo de alcohol, aunque también es posible la relación inversa”, responde el experto. A su juicio, en el segundo caso la persona podría empezar a beber para aliviar el malestar a causa del estrés, la ansiedad o el insomnio y, sin embargo, este recurso convertido en hábito continuado produce un empeoramiento de esos problemas. “El efecto rebote consiste en que, cuando se acaba el efecto del consumo de alcohol, reaparecen los síntomas psicológicos, incluso con mayor intensidad. Y este efecto, repetido con cada nuevo consumo de alcohol, genera una espiral de empeoramiento progresivo de dichos síntomas, con la sensación de “haber caído en un pozo” del cual resulta difícil salir sin un tratamiento especializado”, concluye el psiquiatra.
¿CÓMO SE SUPERA?
La salida de esa espiral hay que hacerla tratando los dos problemas al mismo tiempo. “La depresión es un trastorno psiquiátrico que tiene un tratamiento específico, pero no resulta eficaz cuando la persona mantiene un consumo excesivo de alcohol y, sobre todo, cuando dicho consumo es el que ha causado o agravado la depresión”, advierte el doctor Guardia Serecigni. Aunque el tratamiento de la depresión puede verse reflejado en una mejoría en el problema con la bebida, no pondrá solución a la adicción. En definitiva, la persona que ha desarrollado una adicción al alcohol requiere un tratamiento especializado asociado al de la depresión, la ansiedad o el insomnio.