La lista del tiempo
EES LO QUE TIENE ENERO, que casi todos empezamos pensando o escribiendo una lista con nuestros buenos propósitos que queremos cumplir este año y que al final vamos abandonando a medida que transcurre el mes y nos acercamos a febrero.
La hija de una amiga, una treintañera, me decía hace poco que había escrito en su “lista” poder disponer de más tiempo para ella misma. Y me hablaba de encontrar alguna hora para disfrutar de un tranquilo paseo; o poder quedar con los amigos más a menudo y no de pascuas a brevas; o jugar con sus hijos y no solo ayudarles a hacer los deberes, mandarles a la ducha, ponerles el pijama, instarles a cenar y llevarles luego a la cama.
En cualquier caso, me decía ella, sus buenos propósitos terminaban desvaneciéndose por la realidad de la vida cotidiana. Y es que el problema que todos padecemos es el mismo: la falta de tiempo para vivir. Y cuando escribo “vivir”, me refiero a ser capaces de encontrar un pequeño espacio en el tiempo para dedicarnos a nosotros mismos, a lo que siempre soñamos con hacer y al final nunca conseguimos realizar.
Tengo la sensación de que vamos quemando la vida casi sin darnos cuenta de que la estamos viviendo. Vamos muy deprisa, a veces a ninguna parte, pero aún así no dejamos de correr agobiados por la constatación de que nos falta tiempo. Y quienes más agobio tenemos por esa carencia somos las mujeres.
PIÉNSENLO. Sobre nosotras continúa recayendo la organización familiar. Y si además si le añadimos un trabajo fuera de casa, verán como nos faltan horas para cubrir todos los frentes. A veces, cuando paso delante de la puerta de algún colegio, veo que continúan siendo mayoría las mujeres que acuden cada día a recoger a sus hijos. Hay hombres, claro está, pero en proporción menor. Quizá porque nosotras nos las apañamos para hacer malabares con el tiempo.
Además, nosotras mismas nos exigimos un plus: tener un aspecto físico acorde con la moda. Es decir responder a determinados cánones que marcan los que se dedican a decir lo que se lleva y lo que no está de moda. Y, curiosamente, los hombres no sienten tanta presión para responder a ningún canon. Si ellos si están gorditos y tienen canas, se dirá que tienen una madurez interesante. Pero si nosotras nos pasamos en la báscula y además no ocultamos esas mismas canas, se dice que estamos envejeciendo. Así que, al estrés de intentar llegar a tiempo a todas partes, le añadimos el que provoca tener que estar en permanente estado de revista.
Pero lo más angustioso es que algún día, cuando el paso del tiempo nos obligue a parar y nos quedemos solos con nosotros mismos, nos preguntemos en qué se nos ha ido nuestro tiempo. Y descubramos que apenas lo hemos gastado en nosotros mismos. ●