FELIZ AÑO NUEVO... EN FEMENINO
En 2018 el feminismo se hizo popular y logró instalarse en el centro del debate público. Pero mucho de lo que se pidió en las calles fue papel mojado en las instituciones. Este año de elecciones será decisivo. ¿Logrará, por fin, la agenda antiviolencia de las mujeres entrar en los programas electorales y en los presupuestos? ¿Se convertirán las demandas en leyes? En 2019 la visibilidad no será suficiente.
Empezamos 2019 con la esperanza y la expectativa intactas, pero también con la idea clara y compartida de que ya no es posible hacer como que no pasa nada. El asesinato hace tres semanas de Laura Luelmo, la profesora de plástica de 26 años que salió a correr y terminó arrojada a unos arbustos, no se sumará siquiera a los 974 asesinatos que la estadística oficial acumula
desde 2003. ¿La razón? Que no existía relación sentimental con quien la abatió, con lo que su muerte no será reconocida como violencia de género, al igual que la de otras 95 mujeres solo en 2017 y 2018, según Feminicidio.net.
Duele pensar en todas las mujeres y niños asesinados que no han entrado en las estadísticas. Pero su ausencia ya no puede ser ninguneada por justicia y porque y ofrece una imagen distorsionada de la gravedad de la situación.
La realidad de las mujeres, tan diversa, produce sentimientos encontrados. Por un lado, se percibe la fuerza de un empoderamiento general que por primera vez tiene impacto en la opinión pública. Por otro, se constata que este figurar en la agenda pública, no resuelve las urgencias. No cesa la violencia machista, pero ni su tremenda visibilidad mediática consigue que merezca figurar entre los 10 asuntos que más preocupan a los españoles, según revela el CIS. No parece existir un reconocimiento del daño: mientras los datos oficiales consignan un crecimiento continuado de las agresiones sexuales y las violaciones, la preocupación por la violencia hacia las mujeres cae hasta el quincuagésimo lugar.
¿Machismo arrinconado?
Este año comienza con el anuncio de una corriente antifeminista en el discurso de nuevos partidos, en algunos medios de comunicación y, sobre todo, en las redes. Una contraofensiva en la vida pública que, desafortunadamente, ya está instalada en la vida privada de las mujeres.
Las expertas achacan este recrudecimiento de la violencia a una reacción por parte de hombres frustrados que ven cómo la crisis menoscaba su masculinidad (pierden el trabajo, el rol de autoridad o la capacidad de proteger y proveer) o que se niegan a “perder valor” admitiendo más iguales que sus exactamente semejantes.
Justa Montero,
histórica activista feminista y experta en género y desigualdad, denomina este fenómeno “violencia por reacción”. Según su análisis, estamos ante un entorno social que consiente la violencia, cuando no la aplaude o legitima, “al identificarse unos hombres con los esfuerzos de otros para “poner las cosas en su sitio” y volver al estado inicial en sus relaciones con las mujeres, un estado que consideran el natural”. Montero precisa que este es un motivo del recrudecimiento de la violencia, no de la violencia en sí, pues esta también existía cuando las mujeres no le oponíamos resistencia social. “Pensar en la violencia solo como reacción a la rebeldía de las mujeres supone negar su existencia cuando estaba amparada en el silencio del hogar”, explica.
Más jóvenes
Mientras el debate político y mediático quiere centrarse en el endurecimiento de las penas, continúa en espera una intervención decisiva en la educación de los niños y jóvenes, la única medida efectivamente preventiva. Casi el 11% de las víctimas de violencia de género en España son menores de 18 años, y la estadística va en aumento. Si en 2016 hubo 177 enjuiciados por ejercer la violencia contra sus parejas o exparejas adolescentes, en 2017 ya fueron 266. Desde 2009 y hasta 2016, la fundación ANAR detectó un aumento del 682% en los casos de violencia de género entre menores.
Todo esto se encuentra sobre la mesa política, junto a otras reivindicaciones urgentes: terminar con la brecha salarial (que asciende al 23,8% en el sector privado), los salarios y las pensiones míseras; dejar de una vez de ningunear a la conciliación; y acabar con los sesgos de la ley y de su aplicación en los casos de acoso, agresión y violación. En realidad, la lista de agravios es tan larga que la sencilla demanda de igualdad se percibe como una amenaza en todo el espectro ideológico: algunos sondeos electorales ya le preguntan a los encuestados si el feminismo les causa molestia o recelo.
Paradójicamente, la igualdad que tendría que ser motivo de cohesión y estímulo de voto se plantea como un factor que disgrega. Cala la percepción de un exceso de feminismo, hasta el punto de que algunos medios insisten en la existencia de denuncias falsas o publican encuestas que nada inocentemente preguntan: “¿Se exageran las posiciones a favor de la mujer?”.
Resulta sintomático que, en vez de atender una agenda política que reúne casi a la mitad de la población (según las encuestas, el 58% de las
Desde 2009, la violencia de género entre adolescentes ha aumentado en un 682%.
La visibilidad de las mujeres y figurar en la agenda pública no resuelve las urgencias.
mujeres y un 46% de los hombres españoles se declara feminista), esta se reciba con tanta prevención e incluso con miedo
Silvia Clavería, profesora de Ciencia Política en la Universidad Carlos III, no cree que el eje feminista sea tan potente como para decidir el voto. Sí existe, sin embargo, una tendencia clara para el voto femenino. “Las mujeres acostumbran a votar en mayor medida que los hombres al centroizquierda. Valoran que haya partidos dispuestos a desarrollar el Estado de Bienestar, que es una condición importante para poder llegar a la igualdad. Además, son mucho más reacias a votar a partidos de extrema derecha, entre otros factores porque no valoran positivamente que se les puedan recortar derechos”.
María Silvestre Cabrera, profesora de la Universidad de Deusto y exdecana de su facultad de Sociología, confirma el análisis de Clavería, y señala un nexo de unión transversal que ya nos une al menos en las calles. “Ahora mismo, lo que se ha conseguido es que las mujeres nos movilicemos juntas y sintamos como propias y comunes una serie de reivindicaciones que están muy relacionadas con la violencia de género, las agresiones sexuales y la percepción de desprotección por parte de la justicia. Esa movilización conjunta lo que proporciona es una fuerte presión social y una mayor legitimidad a la reivindicación y la denuncia de desigualdad”.
Instante decisivo
Las elecciones de 2019 nos colocarán probablemente frente a una oferta electoral polarizada, donde podría plantearse un retroceso en derechos para las mujeres. Cinco iniciativas legislativas fundamentales están en juego: el Pacto de Estado contra la Violencia de Género y su dotación presupuestaria y cuatro proyectos de ley anunciados, registrados o en tramitación: la Ley de Protección Integral de la Libertad Sexual, la Ley Orgánica de Protección Integral frente a la violencia contra la Infancia y Adolescencia, el Proyecto de Ley Integral contra la trata de seres humanos y en particular con fines de explotación sexual y la Ley de Igualdad Laboral.
Con María Silvestre Cabrera nos preguntamos, si los políticos son conscientes de lo mucho que las mujeres nos jugamos. “No sé hasta qué punto los partidos son conscientes de la importancia que tiene asumir un discurso ideológico que recoja las demandas de la mayoría de las mujeres –dice la especialista–. Pero creo que el futuro de la regeneración política pasa, en gran parte, por la adopción de las propuestas del movimiento feminista”.