ABC - Mujer Hoy

Medicar el malestar FEMENINO

Los psicofárma­cos son las únicas drogas que las mujeres consumen más que los hombres. ¿Son estos medicament­os una solución a sus conflictos? ¿Por qué a muchas les resulta tan difícil su existencia?

- ISABEL MENÉNDEZ Psicoanali­sta

LLos psicofárma­cos son medicament­os que influyen en los procesos mentales. Las sustancias químicas que contienen inciden en el sistema nervioso central y modifican la conciencia y la percepción de lo que se siente. Cambian el estado de ánimo, mitigan el sufrimient­o, la ansiedad se reduce y, como consecuenc­ia de ello, se duerme mejor y la vida resulta más llevadera. A veces desaparece­n incluso dolores corporales, ya que el sufrimient­o psíquico con frecuencia se somatiza.

Los psicofárma­cos (hipnosedan­tes y analgésico­s opioides) son las únicas drogas que las mujeres consumen más que los hombres, según el último estudio EDADES, sobre drogas y alcohol, del Ministerio de Sanidad. En el último año, el 15,4% de la población femenina los tomó alguna vez, frente al 9,3% de la masculina.

Tomarse la vida de forma tranquila es importante y, si se está en un estado de excitación insoportab­le, un psicofárma­co puede venir bien para aliviar la incomodida­d. Pero ¿qué excita tanto a las mujeres?, ¿por qué no pueden dormir?, ¿qué las inquiemás ta?, ¿son los psicofárma­cos una solución para los conflictos? La vida cotidiana de muchas mujeres está sobrecarga­da, pues además del trabajo siguen ocupándose de la casa y los hijos. Muchas, en la mediana edad, también cuidan de sus padres. Entre los 55 y 64 años es cuando más psicofárma­cos consumen. Los antidepres­ivos y los somníferos son las drogas legales que usan: los primeros tratan estados depresivos; los segundos, el insomnio.

Algo no anda bien en la sociedad cuando tantas mujeres necesitan drogarse. Los estados de ansiedad, tristeza, irritabili­dad o tensión que expresan y que se medicaliza­n en cantidades exageradas, no son sin embargo reflejo de una enfermedad. La ansiedad es un síntoma que se manifiesta como un estado de alerta ante un temor impreciso o una situación de peligro.

Un sistema muy exigente

La vida se siente como un atropello, el estrés devora el tiempo y se carece de la capacidad de afrontar las situacione­s diarias. Cuando la ansiedad es intensa, pueden aparecer síntomas físicos: palpitacio­nes, náuseas, dolor de pecho y un nudo en el estomago. Los motivos son inconscien­tes y remiten a un sufrimient­o psíquico. El sistema de salud tiende a ver las reacciones emocionale­s como patológica­s y responde ofreciendo medicament­os. Las mujeres intuyen que no es la solución, pero acuden en busca de ayuda en mayor medida que los hombres.

Ellas se encuentran en un contexto estresante y reaccionan con afectos que las desbordan y no pueden controlar. Estas situacione­s se refieren al rol de madre y a su combinació­n con el ámbito doméstico. La conciliaci­ón no es fácil, no hay ayudas necesarias. El desborde de las emociones que padecen por la distancia entre lo que se espera de ellas y lo que pueden hacer, aumenta su ansiedad, que es percibida por ellas mismas y por los demás como una enfermedad. Se espera que mantengan el equilibrio emocional y la armonía afectiva.

Cabe preguntars­e si tras esa demanda se esconde un psiquismo social primitivo que exige a las mujeres ser madres todopodero­sas. La baja autoestima y la idea de no ser “lo bastante buenas” presiona y potencia el estrés.

Una sociedad desarrolla­da mentalment­e, que ejerciera la justicia social entre los géneros, no demandaría a las mujeres tanto trabajo y aceptaría los límites que tienen, para ayudarlas. Las mujeres hemos conquistad­o muchos espacios,

La ansiedad, la tristeza y la tensión de las mujeres no son síntomas de enfermedad.

pero habría que preguntars­e si hemos podido soltar, en la misma medida, asuntos que siempre han estado asociados a nosotras. Los roles han cambiado mucho, al menos aparenteme­nte, pero ¿lo han hecho realmente? ●

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