ABC - Mujer Hoy

PACO ROCA

El ilustrador valenciano rinde homenaje a su madre y a todas las mujeres a las que la Guerra Civil y la posguerra expulsaron del paraíso en plena juventud.

- Por Eduardo BRAVO

En regreso al Edén, el último cómic de Paco Roca, el ilustrador valenciano repasa la vida de su madre, a partir de una fotografía tomada en 1946 en la playa de Nazaret, en Valencia. Después del trepidante El tesoro del Cisne Negro, que Alejandro Amenábar convertirá en serie próximamen­te, supone una vuelta al territorio narrativo que ya exploró en títulos como Arrugas o La casa: la memoria. “Regreso al Edén surge de La casa o, más bien, de la espina que se me quedó clavada con ese libro sobre mi padre”, explica Paco Roca. “Acababa de fallecer y me di cuenta de que sabía muy poco de su vida. Conocía lo que habíamos vivido juntos, pero al irse su memoria se fue con él y no quise que pasara igual con mi madre”.

MUJERHOY. ¿Tenía ya en mente hacer un cómic con ese material?

PACO ROCA: No, pero pensé que era mi obligación conservar su memoria. Fui grabando entrevista­s en las que mi madre solía hablar mucho de la suya, lo que no dejaba de ser curioso, porque la mayor parte de su vida la ha pasado sin ella. Ahora tiene 89 años y perdió a su madre con 12 o 14 años. Fue ahí cuando me habló de la única fotografía que conserva con ella.

La misma que aparece en portada y desencaden­a Regreso al Edén. Esa foto estaba debajo del cristal de la mesita de noche del dormitorio de mi madre, ese lugar en el que las personas mayores guardan su foto más querida. Cuando la tuve en mis manos, surgieron las ganas de contar la historia, de meterme dentro de esa fotografía y mirar fuera del encuadre. Averiguar qué estaba pasando antes y después de que el fotógrafo disparase.

Fotografía­s en Regreso al Edén, el contenido de una vivienda familiar en La casa, el Alzheimer en Arrugas... Sus trabajos suelen abordar el tema de la memoria desde diferentes puntos de vista. ¿Responde a un plan o es pura casualidad?

Ahora veo que vuelvo una y otra vez al mismo tema, pero ha sido de manera natural. Es fruto de la reflexión sobre lo que somos y el hecho de que memoria e identidad están muy unidas. En Arrugas traté la pérdida de la memoria, pero en realidad estaba preguntánd­ome qué es el individuo. Si somos todo lo que hemos vivido, lo que hace un mal como el Alzheimer es borrarnos la identidad. Lo mismo pasa con La casa o Regreso al edén, porque saber más sobre mis padres es una forma de saber más de mí mismo.

La Guerra Civil ha generado infinidad de películas y libros. Sin embargo, parece que no se ha prestado tanta atención a la posguerra, en la que se ambienta Regreso al Edén.

Es un periodo bastante desconocid­o. Incluso la gente que lo vivió no ha podido desahogars­e como debería. Durante la dictadura no pudieron quejarse de toda esa miseria y, en la democracia, con ese pacto de olvido, no se les ha prestado demasiada atención. Si la guerra fue dura, la posguerra fue aún mas dura para mucha gente. Mientras que la guerra dependía dónde te hubiera tocado, si eras hombre, si eras mujer, si eras combatient­e, si estabas en una u otra retaguardi­a, la miseria de la posguerra afectó prácticame­nte a todo el mundo y en todos los estratos.

¿Quería también saldar esa deuda histórica?

Después de entrevista­r a mi madre y a algunos familiares, me di cuenta de que para ellos ese momento era importante. Está a nuestro alcance sentarse con esas personas, pedirles que te cuenten su vida con tranquilid­ad, sin que les cortes ni les digas: “Mamá, eso del hambre ya me lo has contado mil veces”. Mi madre, por ejemplo, nunca había hablado de que su padre pegaba a su madre. Lo tenía enterrado en su cabeza, pero un día lo mencionó. A pesar de su edad, ha supuesto una liberación para ella.

Es curioso que sea precisamen­te su madre la primera protagonis­ta femenina de un libro suyo. Las mujeres son los héroes olvidados de la generación de la posguerra. En un país en el que no había bienestar social, la única forma de sobrevivir era recurriend­o al núcleo familiar. Ahí, la importante era la mujer. El hombre tenía que ir a trabajar y llevar el dinero a casa, pero cómo gestionar ese dinero, que todo funcionase, buscar los alimentos, endeudarse, pagar las cuotas... Esa infraestru­ctura económica dependía de ellas. Seguro que hubo mujeres que lucharon contra el sistema, que se politizaro­n o hicieron acciones heroicas, pero la mayoría eran como mi madre, mujeres cuyo acto más épico era sacar adelante a sus familias.

¿Qué dijo su madre cuando vio su vida reflejada en un cómic? Al no haber podido hacerlo con mi padre, lo que más me motivó fue que mi madre pudiera tener el libro entre sus manos. Llevárselo fue de las cosas más emotivas que me han pasado. Lo ojeó con calma. Hubo partes en las que se emocionó, como cuando dibujo los malos tratos de su padre a su madre y, al terminar de mirarlo, lo abrazó y me dijo: “Cuando yo no esté, cuidad mucho este libro, que no se pierda nunca”. Pensaba que había hecho un único ejemplar para ella. “Mamá, hay 25.00 libros como este”, le dije. Le abrumó. “Ay, hijo mío, 25.000, tú sabrás lo que te haces”. ¿Qué espera de La fortuna, la serie que Amenábar está haciendo a partir de su anterior cómic, El secreto del Cisne Negro? Ni Guillermo del Corral, guionista del cómic, ni yo hemos tenido que colaborar prácticame­nte en nada. En todo caso, cuando alguien del nivel de Amenábar coge tu historia y le da una vuelta, ves lo que añade y lo que quita, la verdad es que se aprende mucho.

El acto más épico de mujeres como mi madre fue sacar adelante a sus familias.

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El dibujante Paco Roca. A la izq., la foto en la que se basa Regreso al Edén.
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