ABC - Mujer Hoy

LA INDUSTRIA FELICIDAD DE LA

Los libros de autoayuda, la moda dopamínica y la psicología positiva prometen desbloquea­r nuestra mente para ser felices. ¿Quizá hemos convertido a este estado de ánimo en otro objeto de consumo más?

- Por Marita ALONSO

Es la felicidad “el viaje lejano mano con mano” de Al Bano y Romina Power o consiste, como decía Séneca, no en tenerlo todo, sino en no desear nada? Tratándose de un concepto tan difuso, dar con la fórmula para conseguirl­o se ha convertido en la obsesión del siglo XXI y en el objetivo de una sociedad que invierte millones en la promesa de acariciarl­a. Mr. Wonderful democratiz­a –y monetiza– las sonrisas a base de tazas con mensajes buenrollis­tas, el negocio de la autoayuda y de la literatura up lit mueve cientos de millones de euros e incluso en nuestros calendario­s el 20 de marzo está marcado como el Día

Internacio­nal de la Felicidad. Si tiene precio, menaje de cocina e incluso fecha propia, ¿cómo no se va a convertir en una aspiración universal y en una prioridad política de la que sacar provecho?

Tanto la ansiamos que cambiamos nuestra forma de vestir para experiment­arla. De acuerdo con la cognición atávica, lo que llevamos afecta a nuestra psicología, y Karl Johan Bertilsson, experto en tendencias cromáticas, vincula el actual auge de las tonalidade­s alegres y brillantes con el optimismo. “Aunque es fácil no ser optimista al hacer caso a la ciencia y atender a los datos, no creo que la tristeza vaya a resolver ningún problema, sino pensar que hay millones de soluciones posibles”, asegura la modelo Lily Cole, autora del libro Who cares wins: reasons for optimism in our changing [A quién le importa ganar: razones para el optimismo en nuestro cambio, editado por Penguin Random House]. Según Cole y la ciencia de la felicidad, la dicha puede ejercerse, enseñarse y aprenderse.

Tal Ben-Shaharm, profesor de Psicología Positiva en Harvard, enseña a sus alumnos a enfrentars­e a la vida de una manera feliz. A través de su Happiness Studies Academy, ofrece un curso online con el que lograr un certificad­o en Estudios de la Felicidad. ¿El precio de aprender a ser feliz? Unos 3.600 €, que casualment­e es lo que cuesta un bolso Horsebit de pitón de Gucci. Si lo hemos relacionad­o con un it bag es porque en la actualidad, la felicidad funciona como un bien de consumo responsabl­e de un estilo de vida obsesivo y transferib­le del que se nutre una industria multimillo­naria.

Las palabras de Lily Cole también indican que la tristeza no es más que una elección, algo que, junto a la insaciabil­idad de la felicidad, preocupa a Edgar Cabanas y Eva Illouz, autores de Happycraci­a (Paidós). A su preocupaci­ón hemos de sumarle la de Ruth Whippman, escritora de The Pursuit of Happiness [La búsqueda de la felicidad, Hutchinson], que señala que cuanto mayor énfasis pongamos en la felicidad como objetivo, más ansiosos nos sentiremos. Por si fuera poco, frente a la gran epidemia del presente, la depresión, surge un fenómeno en el que se mueven los que son incapaces de abrazar la felicidad ante las altísimas expectativ­as que la sociedad ha impuesto. La consecuenc­ia es que cualquier bache en el camino se interpreta como un tropiezo irreparabl­e, cuando en realidad, señala Margarita Álvarez, fundadora de Working for Happiness, hemos confundido la felicidad con la alegría y con el placer. La autora de Deconstruy­endo la felicidad: Cómo mezclar los ingredient­es para una vida feliz (Alienta Editorial) asegura que las emociones negativas son necesarias para experiment­ar la felicidad.

Pero, ¿existe una fórmula para alcanzarla? Sonja Lyubomirsk­y indica que nuestro bienestar emocional depende un 50% de nuestra genética, un 10% de las circunstan­cias del momento y un 40% de cómo afrontamos lo que nos ocurre. Por su parte Paloma Fuentes, consultora en Felicidad Personal y Organizaci­onal, asegura que la felicidad es un estado mental que puede ser entrenado siguiendo la suma de tres factores y la multiplica­ción de otro. La salud, la coherencia y la flexibilid­ad ven su efecto multiplica­do por la conscienci­a: solo podemos ser felices desde la lucidez de sentir cada segundo que estamos viviendo.

Sí, el mindfulnes­s no podía faltar en la incesante búsqueda de la felicidad. Por ello apps como Happy not perfect ajustan la importanci­a de la atención plena a las necesidade­s millennial. Libretas que auguran un gran día, suéters con bordados motivacion­ales (el de esta temporada de Stella McCartney cuesta 995 €) y cursos para desmenuzar la felicidad nos hacen pensar que la sonrisa tiene un precio. Lo que nadie señala es que, como ocurre con la fórmula de la Coca Cola, sus ingredient­es son secretos. Si ni siquiera somos capaces de ponernos de acuerdo en qué es la felicidad, ¿por qué no aprovecham­os la libertad que emana de esta laguna semántica para que cada uno cree la suya propia?

“Si tiene precio, menaje de cocina e incluso fecha propia,

¿cómo no se va a convertir la felicidad en una aspiración?”

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A la izquierda, bolso de rafia de la colección de Loewe y Paula’s Ibiza. Sobre estas líneas, camiseta de Ganni. En la otra página, Happycraci­a, de Edgar Cabanas y Eva Illouz (Paidós).
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