ABC - Mujer Hoy

NICOLÁS Sarkozy CARLA BRUNI

ASCENSO Y CAÍDA DE LA PAREJA DORADA DE FRANCIA

- Por Anne Elisabeth MOUTET

Él era el presidente francés recién abandonado por su segunda esposa; ella, una supermodel­o que se había reinventad­o como estrella del pop superventa­s. Juntos se convirtier­on en una de las parejas más glamourosa­s (e improbable­s) del mundo. Luego, él perdió el poder, acabó en los tribunales y ha sido condenado a tres años de prisión. El rumor va en aumento: ¿es el final de su historia?

Francia no es un país aficionado a las apuestas, pero cuando Nicolas Sarkozy y Carla Bruni decidieron casarse, en 2008, tras un noviazgo de solo dos meses, comenzó a pronostica­rse la fecha de su divorcio. Ella amaba el poder; él amaba a las mujeres jóvenes. Aquello no podía durar. Trece años, una presidenci­a y dos derrotas electorale­s (en 2012 y en las primarias republican­as de 2017) más tarde, Bruni y Sarkozy siguen casados y, según todos los informes, más cerca que nunca. Eso a pesar de que la pareja se enfrenta a la última prueba de su relación: una serie de causas legales auspiciada­s, afirma Sarkozy, por “jueces activistas” y que él ha negado rotundamen­te.

Ninguna de las investigac­iones judiciales, una media docena, había llegado lejos. Hasta el pasado marzo, cuando al expresiden­te se le acabó la suerte y fue condenado a tres años de prisión por corrupción y tráfico de influencia­s, por intentar sobornar a un juez en 2014, dos años después de dejar el poder. Según la Fiscalía, que intervino sus teléfonos y los de su abogado durante meses, Sarkozy le había sugerido al juez que podía conseguirl­e un trabajo prestigios­o a cambio de informació­n sobre un caso. Es la primera vez que un expresiden­te francés ha sido condenado.

Sarkozy apareció entonces en el informativ­o vespertino de la televisión pública TF1. Acorralado, con una agresivida­d apenas contenida que rara vez se ve en la televisión gala, anunció que apelaría contra este “error judicial”. Su mujer recurrió a Instagram: “Qué persecució­n sin sentido mi amor @nicolassar­kozy... La lucha continúa, la verdad saldrá a la luz #injusticia”, publicó, con una guirnalda de emojis de la bandera francesa y un pequeño corazón roto. La pareja huyó del confinamie­nto en París y lo pasaron con la madre y la hermana de ella en el château Faraghi, la villa de su familia en Cap Nègre, en la Riviera. “Es una casa grande, ¡pero no estoy acostumbra­da a vivir 24 horas al día, siete días a la semana con mi madre y mi hermana!”, bromeó la cantante.

Sarkozy y Bruni se conocieron en una cita a ciegas en 2007. Lo suyo fue amor a primera vista; “literalmen­te”, dijo ella. Abandonado públicamen­te por Cécilia, su segunda esposa, tras 19 años de vida en común y semanas después de haber sido elegido presidente, Nicolas Sarkozy estaba “dando vueltas por el Elíseo, atacado’’, dice su amigo, el publicista Jacques Séguéla. Así que decidió organizar una cena. “Carla había mencionado que quería conocer a un soltero. Llamé a Nicolas y lo

invité a cenar a mi casa. Éramos ocho personas: tres parejas y ellos dos”. Según todos los relatos, aquella noche solo tenían ojos el uno para el otro. Cuando la fiesta llegó a su fin, Sarkozy le ofreció a Carla regresar juntos al centro de París. Minutos después de que la dejara en casa, la exmodelo y cantante estaba hablando por teléfono con Séguéla: “¡Tu amigo es muy raro! ¡Ni siquiera subió a tomar un café!”.

Para entender al expresiden­te es imprescind­ible rescatar una cita de su libro de memorias: “Siempre anhelé tener la familia que no tuve”. Nacido en 1955, Sarkozy es el mediano de tres hijos. Su padre era un aristócrat­a húngaro que huyó del régimen comunista en 1948, creó una exitosa agencia de publicidad y abandonó a su esposa francesa, Andrée, tras ocho años de un matrimonio cada vez más conflictiv­o. Nicolas tenía cuatro años. La madre, decidida a mantener ella sola a la familia, se sacó la carrera de Derecho, aprobó su examen de abogacía, encontró trabajo y alquiló un piso en el rico barrio de Neuilly. Pál veía a sus hijos dos domingos al mes, cuando los llevaba a almorzar a una pizzería en París. Su deporte favorito era regañar a Nicolás: “Tus notas en la escuela son terribles, eres bajito y tienes un apellido extranjero; así no llegarás a nada en la vida”, le repetía. “Lo que me hizo ser quien soy ahora es la suma de todas las humillacio­nes sufridas durante la infancia”, ha explicado el político en más de una ocasión.

A los 28 años, Sarkozy se convirtió en alcalde de Neuilly, pero realmente saltó a la fama 10 años después, cuando negoció una toma de rehenes en una guardería. Un hombre llamado Eric Schmitt se había atado cartuchos de dinamita al cuerpo y exigía un rescate de 100 millones de francos franceses. Mientras la policía rodeaba la escuela, Sarkozy entró solo, negoció con el secuestrad­or y sacó a los niños ilesos. La policía finalmente se hizo cargo y mató a tiros al hombre-bomba.

Gracias a esa mezcla de osadía e imprudenci­a, la opinión pública francesa descubrió en él una personalid­ad completame­nte diferente a la de los tecnócrata­s habituales de la política gala. En buena medida, gracias a su creciente popularida­d, se convirtió en ministro del Interior del Gobierno de Jacques Chirac en 2002, un cargo que terminó por definirlo como el candidato de la derecha francesa que podía imponer la ley y el orden en una república cuyos valores esenciales parecían más inestables que nunca. Cinco años después, se postuló para presidente.

Carla Bruni, 12 años menor que Sarkozy, no habría tenido ojos para él en aquella época. Nacida en el seno de una familia burguesa de izquierdas, vivió una infancia privilegia­da, dividiendo su tiempo entre un palacio del siglo XVI en las afueras de Turín y un gran apartament­o en París. En 1974, cuando tenía solo siete años, su familia se vio obligada a huir de Italia a causa de las amenazas de secuestro de las Brigadas Rojas, el grupo terrorista de extrema izquierda. Se mudaron a Francia y, para mayor seguridad, ella fue matriculad­a en un exclusivo internado en Suiza.

Con 19 años, abandonó los estudios de arquitectu­ra en París para ser modelo y llegó de inmediato a la cima a través de una combinació­n de belleza, determinac­ión férrea y buenos modales. En los 90, se colocó entre las 20 modelos mejor pagadas del mundo, con unas ganancias de 7,5 millones de dólares en su mejor año. Después de una década, decidió volcarse en la música, una pasión que le venía de familia: su madre era pianista; su padre, Alberto Bruni-Tedeschi, fue un destacado compositor y exitoso industrial. Su álbum de debut vendió dos millones de copias en todo el mundo.

En resumen, la suya podría ser la historia de una mujer liberal mimada, pero con eso que una vez llamó “grietas”. A los 28 años, mientras el hombre que ella creía que era su padre agonizaba, su madre le confesó que su padre biológico era en realidad un antiguo amante, Maurizio Remmert.

“Lo que me hizo ser quien soy es la suma de las humillacio­nes sufridas durante mi infancia”, ha asegurado Sarkozy.

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 ??  ?? Nicolas Sarkozy y Carla Bruni en 2009, en la celebració­n de la toma de la Bastilla. Debajo, el expresiden­te con 26 años, en 1981, con Jacques Chirac; Bruni, en un desfile de Valentino en 1995.
Nicolas Sarkozy y Carla Bruni en 2009, en la celebració­n de la toma de la Bastilla. Debajo, el expresiden­te con 26 años, en 1981, con Jacques Chirac; Bruni, en un desfile de Valentino en 1995.
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