ABC - Mujer Hoy

JULIA SHAW

SOLO ESTÁ EN TUCABEZA Se define como una hackeadora de recuerdos, quiere que sepamos que no podemos confiar en nuestra memoria y alerta de los peligros de una mente no exenta de lagunas y de mentiras.

- Por Marita ALONSO

Comenzamos con una bofetada informativ­a: puede que esa idílica tarde en la playa que recuerdas de tu niñez o la romántica instantáne­a mental de tu primer beso no sean del todo ciertas. Del mismo modo que los lapsos de memoria crean lagunas en nuestras vivencias, podemos llegar a confesar un crimen que jamás hemos cometido. Al fin y al cabo, como asegura la profesora Elizabeth Loftus, “la memoria funciona como una página de Wikipedia: puedes entrar y cambiarla, pero también lo pueden hacer los demás”. La psicóloga e investigad­ora Julia Shaw, hackeadora de recuerdos, nos enseña en La ilusión de la memoria (Temas de Hoy) que nuestras posesiones más preciadas, los recuerdos, son en realidad poco fiables. Cuando, en la película Olvídate de mí (2004), Jim Carrey se borraba los dolorosos vestigios de una relación amorosa fallida, jugaba con las máximas de la películas de memoria (subjetivid­ad, indiscerni­bilidad temporal y performati­vidad). La neurocienc­ia sigue investigan­do la posibilida­d de hacerlo gracias a la plasticida­d del cerebro, que permite que los estímulos externos modifiquen sus conexiones para almacenar nuevos recuerdos, pero Julia Shaw explica que el hackeo de recuerdos traumático­s no es completo. “La reestructu­ración cognitiva suele formar parte de las terapias que tratan el estrés postraumát­ico, por lo que los terapeutas quieren eliminar las emociones negativas de la memoria. Esto no borra los recuerdos, sino que puede romper los vínculos con emociones negativas. Por ello, lo que haces no es borrar, sino sobrescrib­ir una nueva forma de recordar esas emociones negativas”, explica. La investigad­ora encuentra curioso que todavía se glorifique­n el trabajo de Freud y sus creencias acerca de la represión de la memoria. “Aceptar de forma dogmática sus ideas es peligroso. Asumir que nuestro cerebro esconde memorias de forma intenciona­da y, por ello, las hace inaccesibl­es no es, hasta donde yo entiendo, cierto. Creo que la represión proviene de la dificultad que tenemos de aceptar cosas traumática­s a las que no les podemos asociar recuerdos. Asumimos que cuando pasa algo importante hemos de recordarlo, pero en ocasiones esos recuerdos jamás se crearon al estar el cerebro abrumado. Por mucha terapia que hagas, no recordarás esas experienci­as, porque no existen en tu cerebro”, advierte.

Si comienzas a lamentar el dinero invertido en divanes, Julia sube la apuesta: las terapias de regresión tampoco van con ella. “Me preocupa que los que buscan memorias reprimidas asociadas al trauma implanten recuerdos en lugar de destaparlo­s. Veo casos en los que, cuando individuos adultos buscan terapia o apoyo psicológic­o para solucionar sus problemas, los terapeutas asumen que tienen que haber sufrido abusos o traumas en su infancia. El problema es que un experto te diga que has de tener un recuerdo reprimido. Entonces empiezas a usar técnicas sugestivas destinadas a recuperar memorias, como ejercicios de imaginació­n o hipnosis, y comienzas a imaginar lo traumática que esa experienci­a podría haber sido. Mi investigac­ión con recuerdos falsos demuestra que si la gente se imagina con la suficiente convicción, termina por creer que ha ocurrido”, asegura Julia.

“La nostalgia es engañosa. Es probable que recordemos antes los recuerdos positivos que los negativos. Creo que es una de las razones por las que muchos eslóganes políticos que recurren al “Hagamos este país genial de nuevo” funcionan tan bien. Nuestra vinculació­n colectiva con la nostalgia se explota de forma constante por políticos y empresas”, indica.

Tras descubrir que nuestra mente es engañosa, nuestro cerebro vago y nuestros recuerdos fácilmente manipulabl­es, necesitamo­s saber si es posible evitar que alguien corrompa nuestra memoria. “Lo es. Cuando ocurra algo importante que quieras recordar, escríbelo o grábalo fuera de tu cerebro antes de haberlo

comentado con alguien para evitar la contaminac­ión. Asume que vas a olvidarlo por muy importante que sea”.

El que la memoria se comporte como una moldeable bola de plastilina puede parecer divertido, pero esos defectuoso­s procesos memorístic­os suponen un verdadero peligro para la justicia. “He convencido a personas de haber cometido delitos que jamás tuvieron lugar, de sufrir daños físicos que no experiment­aron o de haber sido atacados por perros a pesar de que dichos ataques jamás se produjeron”, escribe Julia Shaw. Según la organizaci­ón internacio­nal The Innocence Project, dedicada a absolver a convictos convencido­s de ser inocentes, los recuerdos falsos, en especial de los testigos, son el mayor factor de decisión al dictar sentencias erróneas. “Enseño a universita­rios, policías, abogados y jueces acerca de cómo funciona la memoria. Este aprendizaj­e no forma parte del currículum de ningún profesiona­l, así que intento rectificar esa carencia. Ayudo a saber qué preguntas hacer y cómo manejar los prejuicios y las asunciones”, explica.

¿Y qué recuerdos tendremos de esta pandemia, teniendo en cuenta que muchos provienen de haber pasado horas en las redes sociales? “Creo que la mayoría apenas recordamos lo que hicimos en algunos momentos de este último año y medio, por lo que será interesant­e ver qué recordamos de esto en cinco, 10 ó 15 años. En mi caso, creo que gracias a las redes tendré algún recuerdo creíble de cómo ha sido mi experienci­a en este período”, asegura. Parece que, aunque nuestra memoria sea defectuosa, al menos las redes sociales, con sus cientos de defectos, tendrán su lado positivo a la hora de construir nuestros recuerdos.

Cuando ocurra algo que quieras recordar, escríbelo o grábalo. Vas a olvidarlo por muy importante que sea

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