GUERRA LIMPIA, BATALLA JUSTA
La invasión de Ucrania y la dependencia del gas ruso han acelerado con el peso de los argumentos (y a golpe de pedal) los hábitos de consumo que exigía la crisis climática.
Ajustar el termostato, fomentar el teletrabajo o utilizar la bicicleta. Si cada decisión de consumo es un acto político, en los últimos meses, nuestros gestos cotidianos parecen haber trascendido de la esfera doméstica. La hoja de ruta presentada por la Agencia Internacional de Energía (AIE) y la Unión Europea apela a la colaboración ciudadana para reducir rápidamente la dependencia energética de Rusia y no financiar la invasión de Ucrania. Acciones como bajar un grado la calefacción supondrían el ahorro de 10.000 millones de metros cúbicos de gas natural al año; una reducción del 6% por cada grado menos. Las medidas pueden parecer marginales si tenemos en cuenta que Europa importa de Moscú aproximadamente el 45 % del gas natural, el 47% del carbón y más del 25% del petróleo. Las recomendaciones tampoco han estado exentas de polémicas y parodias: no es fácil digerir que alguien pida ajustar un poquito el aire acondicionado cuando los precios de la energía fuerzan a renunciar a este tipo de “lujos”. Pero de lo que no cabe duda a estas alturas, es del impacto del conflicto ruso en nuestros hábitos diarios y el peso de la sostenibilidad a la hora de reimaginar alternativas.
Ante la amenaza del Kremlin de cortar el grifo y la intención de la Unión Europea de romper las relaciones a medio plazo, las energías renovables emergen como una alternativa razonable para desligarse de este modelo energético volátil y caprichoso. ¿Podemos sucumbir al optimismo? Los paralelismos pesan. Resulta imposible no remontarse a la crisis del petróleo de 1973, cuando el bloque árabe de la Organización de Países Exportadores de Petróleo dejó de suministrar crudo a las naciones que apoyaron a Israel durante la guerra de Yom Kipur. La medida cuadriplicó el precio del crudo, aumentó la inflación a nivel mundial y hasta propició el actual cambio de hora; solo se mantuvo inalterable una cosa: la dependencia de los recursos fósiles que aún pagamos.