NUESTRAS BANDERAS
Amanda Davies, una conocida periodista deportiva que cubre la Copa Mundial de Fútbol en Catar para la CNN, ha retransmitido un partido vestida con los colores del arcoíris. No hay mucho más que decir, aparte, creo, que aplaudirla. En este campeonato que tantas ruedas de molino distribuye a diestro y siniestro, nos han contado que las banderas LGTBI están prohibidas en los estadios para garantizar la seguridad de los posibles portadores. No deja de ser una explicación un tanto contraproducente, porque lo que se nos da a entender es que en Catar no solo comprometes tu libertad si eres gay, sino que cualquiera puede darte un botellazo en la cabeza por llevar un brazalete.
Resulta gratificante ver a Amanda con su vestido, garantizando la seguridad de los más básicos mecanismos de la libertad de expresión para recordarnos que, por mucho que nos cuente la FIFA, por mucho dinero que haya en juego o por mucho que Luis Enrique se haya convertido en un entusiasta streamer, lo que está mal, está mal.
En este torneo, se ha hablado poco de fútbol y mucho de la selección iraní, que permaneció en silencio mientras sonaba su himno para protestar por la situación de sus compatriotas; de la alemana, que posó con la boca tapada después de que la FIFA amenazara con sancionarlos si jugaban con el brazalete multicolor; o de la versión encriptada de Pantone de la bandera arcoíris.
Ah, los detalles y los gestos, qué importantes son. Están ahí para que no se nos olvide que, detrás de lo polémico, a veces está lo vergonzoso.
Por mucho que nos cuente la FIFA, por mucho dinero que haya en juego, lo que está mal, está mal.