ABC - Mujer Hoy

Beatrice Foucher

El automóvil representa sueños o deseos. Y hoy, también, compromiso con el planeta. La CEO de DS conoce esa simbiosis y se ha fijado como objetivo que todos sus nuevos vehículos sean eléctricos en dos años. “EN 30 AÑOS, EL COCHE NO SERÁ EL REY, PERO SEGU

- Por Elena CASTELLÓ Fotografía: Alex RIVERA

Beatrice Foucher (Saintes, Francia, 1964) no soñaba con conducir coches, sino tractores. Su padre gestionaba una granja y ella se formó como ingeniera agrícola, en la escuela AgroParísT­ech, y después pasó por la escuela de negocios ESCP Business School, para estudiar gestión de la calidad. Eran los últimos años 80 y los controles implantado­s por los japoneses en el mundo de la automoción, pioneros en aquel momento, fascinaban en Europa. Beatrice se olvidó del campo, pero tenía claro que quería trabajar en una gran empresa francesa cuyos productos le interesara­n de verdad. Entró en Renault y descubrió que, aparte de lo puramente tecnológic­o, el coche tiene un lado social y psicológic­o que le fascina. Tras 30 años de carrera, durante los que ha liderado la internacio­nalización de los productos del grupo o el desarrollo de vehículos eléctricos, en enero de 2020 fue nombrada máxima responsabl­e de DS Automobile­s, la marca de lujo del grupo francés, y, un año después, miembro del comité ejecutivo del grupo PSA Stellantis. España es el tercer mercado para DS, que aúna lo premium con la tecnología eléctrica. Su bestseller en nuestro país es el DS7, del que se han vendido más de 13.000 unidades.

MUJERHOY. España es un mercado esencial para su marca, pero tiene un problema con los puntos de recarga.

BEATRICE FOUCHER. En efecto. A partir de 2035 solo se fabricarán coches eléctricos y la transición va a requerir tener más puntos de recarga. Lo prioritari­o es apoyar a la gente para que los instalen en sus domicilios. Por eso, cuando se compra un coche eléctrico o híbrido, nosotros proponemos al cliente un instalador. En España debe crecer todavía mucho la infraestru­ctura en recarga tanto en la ciudad como en las autovías. No es un país demasiado adelantado en este sentido.

La frontera para que toda la oferta sea eléctrica está fijada por la Unión Europea en 2035, pero DS se ha marcado como objetivo 2024.

A partir de 2024 solo vamos a lanzar modelos eléctricos. Los modelos híbridos y recargable­s que ya están en el mercado continuará­n fabricándo­se, pero dejarán de hacerlo a finales de 2028.

¿Es DS un ejemplo del savoir-faire francés encarnado en un coche?

Sí, eso es lo que busca DS. La alianza de la tecnología, en especial de los motores eléctricos, y de la mejor manufactur­a francesa. Esto se traduce en asientos con motivos que recuerdan a la relojería de alta gama, por ejemplo. La confección es totalmente original, muy diferente de lo que existe en el mercado, con colores diferentes, con interiores y exteriores sofisticad­os.

Usted empezó su carrera en el sector automovilí­stico desde el principio...

Sí, siempre he estado ahí.

¿Qué diría a alguien que empieza a trabajar ahora en esta industria?

Siempre he dicho que el mundo de la automoción es muy interesant­e, porque el objeto es a la vez tecnológic­o y de representa­ción social, y acompaña la movilidad y el desarrollo de la gente, de la vida, de la sociedad. Los coches cuentan una historia sobre nosotros, hablan de nosotros. Es una materia viva, multisenso­rial, multidimen­sional. Eso es lo que me divierte. Durante mi carrera, he trabajado con muchos sociólogos y psicólogos para reflexiona­r sobre las tendencias sociales y cómo representa­n los coches a la gente. Para los hombres, por ejemplo, significan dominación, para las mujeres suponen otra cosa: proteger a la familia, conducir seguras.

Pero, ¿el coche sigue en el centro?

Ha habido muchas etapas. En estos 30 años, en los países desarrolla­dos, se ha pasado del objeto muy individual­izado, de una relación bidireccio­nal entre el conductor y su automóvil, que representa el éxito social, a una visión más compartida, en la que la familia ocupa un lugar muy importante. Surgieron primero las monospace. Después llegaron los SUV, la idea de que se puede ir a donde se quiera y el coche me protege. Hoy el coche habla de los compromiso­s so

ciales, de si tengo ganas de hacer algo por el planeta. Y lo interesant­e es que esto no ha terminado.

¿Cómo está afectando la actual crisis –la guerra, la inflación– al sector?

Bueno, el coche, en los últimos años, ha sufrido una serie de cuestionam­ientos importante, podríamos decir. La falta de microchips, de los que depende entre otras cosas la conectivid­ad, era algo que no podíamos ni imaginar hace muy pocos años. Hoy, nos enfrentamo­s, además, a la guerra en Ucrania, a la crisis de la energía, a la crisis logística... ¿Qué será lo próximo? No lo sabemos. Lo que sí es cierto es que el mercado del automóvil era lineal en su crecimient­o y hoy se encuentra sujeto a revolucion­es más frecuentes. Igual que la aviación, con la diferencia de que, en un contexto en el que debemos bajar las emisiones de CO2, el automóvil propone un buen número de novedades tecnológic­as. Es más fácil obtener un coche eléctrico, que un avión eléctrico. ¿Qué tendremos en 30 años?

No sé responderl­e a tan largo plazo, pero lo que sí sabemos es que, en nuestras sociedades desarrolla­das, el coche sigue siendo un compañero de la vida cotidiana. ¿Y esto cómo podría cambiar? ¿Aparecerá algo que lo sustituya como objeto social y para desplazars­e? Hoy hay muchas alternativ­as: el transporte público, la bicicleta... Ya no será el rey, pero creo que seguirá hablando de nosotros. La pregunta es qué querrán contar de sí mismas las personas a través de él.

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