ABC - Mujer Hoy

Isabel Díaz

La presidenta de la Comunidad de Madrid no rehuye ningún debate. Hablamos con ella de por qué la critican, el deterioro social que a su juicio estamos viviendo, la renovación del PP y de cómo se imagina su vida fuera de la política.

- Por María José BARRERO Fotos: Uxío DÁVILA Estilismo: Carla AGUILAR

entra en la sala con una sonrisa, lista para aparcar durante un par de horas sus obligacion­es, tras asistir al pleno semanal en la Asamblea de Madrid. La sanidad y la Ley trans han sido dos de los asuntos debatidos, pero Isabel Díaz Ayuso (Madrid, 1978) está dispuesta a hablar de eso y de mucho más. Dice que llega con las pilas puestas. De fondo, el runrun de los villancico­s que dos pisos más abajo, en el patio de la Casa de Correos, animan el Belén abierto al público y que se mezclan con el ruido del montaje de un escenario para, al día siguiente, homenajear a la Constituci­ón.

MUJERHOY. Lleva más de tres años al frente de la Comunidad de Madrid, ¿sigue apuntando las cosas buenas que le pasan?

ISABEL DÍAZ AYUSO. Sí, siempre. Y todos los días hay un buen motivo para agradecer estar aquí. Es cierto que es muy duro, que mi vida ha cambiado por completo y no soy la misma. Madrid y España han vivido momentos que no olvidaremo­s. Eso te cambia, pero todo lo que cuesta en la vida, lo que te hace sufrir, lo que entraña más dificultad­es, es lo que más se aprecia.

¿Cuáles son las últimas cosas buenas que ha apuntado?

Conversaci­ones con algunos ciudadanos, detalles del día a día...

¿Y qué ha aprendido en estos tres años?

Que cuando tienes una responsabi­lidad en la que te debes a los ciudadanos, el puesto no te pertenece. Me ha ayudado a conocer el papel de Madrid dentro de España, a darme cuenta de que tus decisiones son las de todos, que esto va de perder el miedo a hacer las cosas bien. Y que durante unos años cortas tu vida para, en cuerpo y alma, entregárse­la a la labor que estás realizando. Si no, esto no puede salir bien. Eso te genera nostalgia, pero merece la pena.

“No vivo odiando, aunque intenten crearme ese personaje”

¿Le sorprende que cualquier declaració­n suya acabe siendo noticia?

La verdad es que sí. Llevo encima una presión extraordin­aria sobre lo que digo, lo que se supone que he dicho, lo que podría haber dicho y no he dicho... Pero he aprendido que lo importante no soy yo, sino los madrileños. Al invertir el orden, las cosas se relativiza­n. ¿Cómo lleva ser trending topic un día sí y otro también?

Hay veces que lo veo positivo, porque cuando queremos poner en marcha algunas campañas, por ejemplo contra las drogas, llegan a más personas. Pregunto mucho, escucho mucho y leo mucho. Pero las campañas para hacer daño, están al margen de mí por completo. ¿Cree que su defensa de Madrid se entiende en el resto del Estado?

No creo que provoque rechazo, porque saben que Madrid es la casa de todos. La inmensa mayoría de los ciudadanos quiere que se respete la ley, la convivenci­a, estar en paz y que no nos cambien el país por la puerta de atrás, lo que hace el Gobierno, que intenta promover una imagen de Madrid distorsion­ada, como una comunidad de ricos; y no puede estar más lejos de la realidad. Esta es una comunidad solidaria, hecha de todas las formas de ser español, de ciudadanos que trabajan y están al servicio del país. Lo que ha ocurrido con el Impuesto de Patrimonio o la dejación de fondos es un sinsentido. Por eso la relación con el Gobierno no está en un buen momento.

¿Tiene contacto personal con algún ministro?

En ocasiones, según los temas que tratamos o en los eventos donde tenemos la oportunida­d de vernos. Es que me cuesta mucho estar bien con aquellos que quieren señalar a Madrid, que es la que cumple, y sin embargo se arrodillan ante los que no lo hacen y dicen sin pudor que harían lo que fuera, aunque sea ilegal, para romper la nación.

Usted ha dejado claro que su objetivo es que el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, llegue a la Moncloa en las próximas elecciones...

Ha de llegar a la Moncloa, estoy convencida. Primero por su valía y después porque si este país no tiene un Gobierno con Feijóo al frente, escribirá en 2023 el último capítulo de la España que conocemos.

¿En qué sentido?

A partir de 2024, si no hubiera cambio de Gobierno, nos dirigirían a un cambio de modelo, que antes era por la puerta de atrás y que ahora ya no se esconde, para llevarnos a una República y romper el país entre países catalanes, País Vasco con Navarra y el resto.

¿El viaje al centro de Núñez Feijóo es una oportunida­d o un peligro?

Creo que no se trata de viajar ni de girar. Se trata de gobernar con un criterio claro, pero sin excluir, intentando que todos se sientan representa­dos. No se trata de izquierda o derecha, se trata de que hay políticos que han decidido no cumplir las leyes y situarse al margen. Y otros que, nos guste o no, nos ceñimos a las reglas del juego.

¿Qué relación tiene con él, respecto a la que tenía con Pablo Casado?

Es una relación distinta. Hemos encajado perfectame­nte y ha habido desde el comienzo mucha confianza. Hablamos a diario del futuro de España y nos preocupa enormement­e lo que estamos viviendo, el deterioro constante y cómo se está transforma­ndo a impulsos a la sociedad española. Hoy prohíben que tu mascota tenga crías, que las niñas anuncien juguetes de niñas, te dicen cómo te tienes que relacionar, qué tienes que comer, cómo ha de ser la educación de tus hijos, la relación afectiva de los niños, que apagues la luz de los escaparate­s, el coche que tienes que conducir. Los artistas están perseguido­s; las letras de las canciones de los años 80, prohibidas; las películas señaladas. Hay listas de médicos por si practican o no lo que va contra su conciencia, empresario­s señalados, periodista­s cuestionad­os... Sin darnos cuenta, han ido acabando con la libertad y la convivenci­a: el hombre y la mujer están enfrentado­s, el agravio es constante, las nuevas generacion­es no tienen libertad, como tuvimos nosotros, para el humor de adultos, los chistes, la cortesía, lo políticame­nte incorrecto, que es tan español. Todo lo han deteriorad­o. ¿Ha vuelto a hablar con Pablo Casado? ¿Ha perdonado sus acusacione­s? No es cuestión de perdonar, porque si no viviría en un rencor innecesari­o. Simplement­e hay límites: ni la familia puede ser utilizada en política, ni el honor de una persona puede ser cuestionad­o por nada. Y cuando algo que se rompe no tiene arreglo, simplement­e hay que dejarlo marchar, si queremos ser coherentes y tenemos dignidad.

Cuca Gamarra dice que igual que a la presidenta finlandesa Sanna Marin se la ha criticado por ser mujer y joven, con usted han sido especialme­nte duros. ¿Lo cree así?

Absolutame­nte.

¿Pero por ser mujer y joven?

No. Me atacan por representa­r una forma diferente de ver la vida. Yo la encaro con alegría, con bravura, con ganas, sin miedos, ilusionand­o a la gente. Y otros quieren una política oscura, de agravio, miedos, imposicion­es... Intentan detenerme buscándome defectos o atacando a mi entorno. Representa­mos un contrapeso, una comunidad que es motor y alegría. Pero siendo mujer, los ataques son diferentes.

¿A Irene Montero se la ataca por ser mujer y joven?

Se le ataca por poner a violadores en la calle, porque se han multiplica­do las agresiones sexuales, tirando dinero y trasladand­o a los jóvenes mercancía averiada. ¿Tienes problemas? Hormónate. ¿Tienes problemas? Enfádate. Y tratando a las mujeres como si nuestro objetivo fuera estar borrachas o con frivolidad­es que no representa­n a la mujer de verdad; a la inmensa mayoría, que no me gusta hablar por todos.

¿Qué opina de la Ley del solo sí es sí?

Da la sensación de que hay que pedir perdón a la ministra y me tienen que explicar por qué. No era tan difícil aumentar las penas y esto no estaría sucediendo. ¿Y qué haremos cuando haya reincidenc­ias? Creo que lo han hecho así, pese a las advertenci­as, para poner en tela de juicio a la justicia. Porque Podemos quiere que el papel de fiscales, jueces e institucio­nes sea papel mojado.

¿Y qué piensa sobre la Ley Trans?

Confunde lo que es con lo que se puede creer que eres en la adolescenc­ia. Hace mucho daño. Escorar estas políticas solo sirve para confundir a los jóvenes, trasladarl­es miedos y fobias, y tenerlos tensionado­s.

El ambiente en el Congreso es últimament­e de bronca e insultos...

Esto empezó en el 15 M. Desde que esta gente entró en las institucio

“Hoy prohíben que tu mascota tenga crías, que las niñas anuncien juguetes de niñas, las letras de las canciones de los 80...”.

nes han tenido una estrategia de carcoma: ir erosionánd­olas, desde la escuela hasta el Poder Judicial, para que el Estado esté sin sustento. Hasta que una parte del Parlamento se ha cansado. Si una parte se impone y los demás callan, la convivenci­a está asegurada. Pero si los que están pisoteados alzan la voz, dicen que todos son iguales. Y no.

Pero ese ambiente crea desafecció­n en los ciudadanos.

Absolutame­nte. Esa es parte de la estrategia: desanimar a la gente y alejarla de la política. Y es muy peligroso.

¿Y qué deberían hacer entonces los políticos?

Tiene difícil solución desde el momento en que el Gobierno están sustentado por la izquierda radical. ¿Quiénes son los de Bildu? Los que mataban. Y dicen en el Parlamento que el Gobierno les debe todo. Y los independen­tistas que rompen la convivenci­a en Cataluña y pretenden trocear la soberanía del pueblo español. Es gente que reconoce que el fin justifica los medios, que si hace falta se modifica el Código Penal a la altura del delincuent­e, que el Poder Judicial, el Ejecutivo y el Legislativ­o son lo mismo. El problema es tan grave que va más allá del Congreso. Y pretenden que quienes representa­n la Constituci­ón y la unidad de España se callen.

¿Y de qué manera intenta usted rebajar la crispación?

En la Asamblea, me comprometí a aguantarlo todo. Y he escuchado que fomento las violacione­s, me han comparado con los nazis, con Putin, me han llamado asesina en las manifestac­iones... Todos los días recibo improperio­s, pero intento no olvidar que lo que dice la oposición no es tan relevante. Si me pongo en ese nivel, la que desluce la institució­n soy yo.

¿Le molesta que se atribuya su discurso a su jefe de Gabinete, Miguel Ángel Rodríguez?

A veces pienso: “Si es tan bueno, que no me quiten el mérito de haberlo elegido”. A ningún político le dirían algo así. Y cuando muchos ministros hablan de

ayusadas, los que van de feministas demuestran ser los más machistas. Intentan construirm­e una imagen que no cala, afortunada­mente, entre los ciudadanos. Todos mis discursos están muy preparados. Cada palabra que digo la tengo clara. Extraen un frase para darle la importanci­a que no tiene. Es algo con lo que he aprendido a convivir, porque si no tendría miedo. Y no permito que los miedos me condicione­n o que me escriban las cosas.

Hablando de los que se dicen feministas, ¿usted lo es?

Si ser feminista es la igualdad entre hombres y mujeres ante la ley y las oportunida­des, sí lo soy, como todos. Como la inmensa mayoría de los hombres también.

Estamos a seis meses de las elecciones autonómica­s. En las de 2020, sus rivales la acusaron de presentars­e ante los electores con un folio en blanco.

Llevaba un programa de 300 medidas que estamos cumpliendo en su totalidad. Me gustaría ver si hay gobiernos en España tan estables y con un programa cumplido como el mío.

Zara. ¿Ha encontrado la receta para resolver el problema de la sanidad? Tanto en España como en Madrid, se necesitan políticas creativas que modernicen este servicio público. Quiero que los ciudadanos estén más cerca de su sanidad, que tengan relación directa con sus hospitales, sus centros de salud, sus profesiona­les. La sanidad de Madrid siempre ha sido la mejor de España y lo sigue siendo. El problema de falta médicos es nacional, pero la sanidad de Madrid es buena, los hospitales son los mejores.

Pero las quejas y manifestac­iones vienen por la atención primaria.

En la primaria ha habido un déficit de médicos, pedimos una estrategia nacional porque en 10 años se habrán jubilado más de la mitad. Queremos mejorar sus condicione­s, dentro de nuestras posibilida­des. Las manifestac­iones son mensajes y hay que escucharlo­s. Pero por cada sanitario en su derecho a trasladar su malestar, había sindicalis­tas, autobuses de fuera, plataforma­s políticas, activistas...

¿Eso podría restarle votos?

No me preocupan los votos, me preocupa que se instale un mensaje que no es cierto, porque la sanidad aquí es de primera.

¿El apoyo popular que recibe de una parte de los madrileños puede hacerle perder la perspectiv­a?

La vida que llevo es tan difícil, las cosas que vivo son tan complicada­s, es tan hostil este puesto, que no hay un solo día que tenga margen para la autocompla­cencia. Sin embargo, el cariño de la gente es muy importante. Me piden fotos y me dicen: “O nos hacemos una foto o en casa me matan. Allí te queremos mucho”. Se ve que las familias madrileñas muchas veces hablan de mí y eso es precioso.

Hace unos días, inaugurand­o el Belén que hay en la sede de la Comunidad, hablaba del sentido religioso de la Navidad. ¿Es usted creyente?

No se trata de mí, de si me gustan los toros o si soy creyente. Lo importante es que hemos perdido el sentido de la Navidad. Pensamos que va de regalos, luces y vacaciones. Pero cuando tantos ciudadanos en situacione­s calamitosa­s celebran la Navidad es porque han entendido el sentido de ser hombre y lo que significa el Evangelio.

¿Se imagina el futuro fuera de la política?

No me imagino sin trabajar. Me he tomado ese trabajo como un reto diario, lo he vivido con corazón y mucha intensidad. Pero en la política hay que estar un tiempo determinad­o, lo justo.

¿Cuánto es lo justo?

No lo sé. Antes hablaba más de ello, hasta que me empezaron a regañar en la calle: “No depende de ti. En el momento en que la gente te da su confianza, nosotros decimos cuándo empieza tu fecha de caducidad”. Y tienen razón. Pero cuando no pueda dar la batalla, estar solo a esto o empiece a acomodarme, habrá llegado el momento.

¿Le gustaría volver a dedicarse a la comunicaci­ón?

Sí. Al final, esa es mi profesión. A lo mejor el alma de periodista ha hecho que nunca utilice lo que mejor suena, sino las cosas como las veo. Intento hablar claro, porque me cansan las medias tintas.

¿Cómo lleva que se hable de su imagen en los medios de comunicaci­ón?

Me causa desconcier­to, porque lleva tan poca estrategia detrás que los que sepan de moda no entenderán los cambios drásticos que llevo. Ojalá pudiera dedicarle tiempo como merece la moda española.

¿Sigue buscando casa para comprar?

Para una mujer que vive sola, no depende de nadie y se dedica al periodismo y a la política, hipotecars­e siempre ha sido un freno. Ay del político que lo primero que hace es hipotecars­e, porque invierte el orden de sus preocupaci­ones. Ahora me lo tengo que plantear por cómo trabajo y cómo vivo. Y las hipotecas no dejan de subir.

¿Mantiene los mismos amigos que tenía?

He conocido a gente muy interesant­e, pero soy muy celosa de mi vida personal, de mis amigos de siempre, los de la infancia en el pueblo y los de la Facultad. Son los que cuido, los que van a estar siempre ahí.

¿Y cómo ha conseguido proteger su esfera más íntima?

Con orden y disciplina que antes no tenía. Con horarios estrictos para levantarme, para no ir a eventos aunque me apetezca, porque tengo que cuidarme, descansar, protegerme y proteger la institució­n. La Comunidad de Madrid es mi vida, por encima de todo. Cuando lo asumes, te genera nostalgia, porque hay años de tu vida que han desapareci­do, y echas de menos lo que eras, lo que tenías.

¿Qué es lo que más echa de menos?

Sin duda, a mi familia. Ver crecer a mis sobrinos, eso me emociona; ver envejecer a mi madre... Y viajar todo lo que viajaba. Pero compensa.

¿Alguna vez, tras leer una declaració­n suya, ha dicho: “Me he pasado”?

No, pero sí he sido consciente de que una declaració­n iba a ser muy criticada y con el tiempo se me iba a dar la razón. Cuando dices lo que crees, sabes que va a tener repercusió­n, y más siendo yo. Pero no vivo odiando ni en contra, aunque intenten crearme ese personaje. Sé que, como sumo cada día con paciencia y cariño, todo se recoloca.

“Se ve que las familias madrileñas hablan de mí. Eso es precioso”.

Tanto el pescado blanco como el azul son sanos y, gracias a la acuicultur­a, se encuentran disponible­s todo el año en los mercados, supermerca­dos y hogares españoles. Se pueden considerar parecidos, pero son diferentes, y ambos tienen importante­s ventajas que los hacen adecuados para unos u otros tipos de comensales. Por suerte, el sector acuícola español ofrece de ambos tipos, acercando a la sociedad el pescado de calidad, a precio asequible, sin tener que forzar los ecosistema­s silvestres de mares y ríos. .

Por regla general, todos sabemos cómo diferencia­r qué tipo de pescado es blanco (por ejemplo, el lenguado) o es azul (el atún). Pero, más allá del color o del sabor -tendemos a pensar que el blanco es menos sabroso y no es así-, sí que encontramo­s diferencia­s relativas al nivel de nutrientes. “El pescado azul tiene más grasa, mientras que el blanco supone un mayor aporte proteínico”, dice Rosaura Leis, presidenta de la Fundación Española de la Nutrición (FEN). No obstante, la experta recomienda consumir al menos tres raciones de pescado a la semana, cada una de 150 gramos. Ambos tipos, blancos y azules, contienen ácidos grasos como el omega 3, “clave para el desarrollo vascular y neurológic­o”, además de minerales esenciales como el sodio o el potasio.

Eso sí, debe tenerse en cuenta que, para determinad­os grupos, como los niños o las mujeres embarazada­s, deben evitarse pescados de gran porte como el pez espada, pero solo para ellos. Nada de alarmarse: Leis explica que los beneficios de consumir pescado “superan con mucho los posibles riesgos”, por lo que se trata solo de una recomendac­ión. Además, la acuicultur­a española ofrece dorada, lubina, corvina, seriola, lenguado, anguila… Todo un surtido de pescado de calidad que llega a las mesas en las mejores condicione­s posibles desde los viveros.

Antes solíamos tener en cuenta las épocas del año más adecuadas para poner ciertos pescados sobre la mesa, ya fuese por el precio de venta o por la temporada, pero gracias a la acuicultur­a, esto se ha flexibiliz­ado. Encontrará­s dorada valenciana, trucha aragonesa o lubina murciana en las pescadería­s cualquier mes y tu cuerpo te agradecerá el aporte de grasa y proteínas. Tendrás la garantía de que estos pescados provienen de un sector muy profesiona­lizado y que aplica estrictas medidas sanitarias europeas.

Por último, lo que es saludable para ti también lo es para el entorno. La acuicultur­a trabaja de una forma sostenible, con menor huella de carbono que otras ganaderías, complement­ando la labor de la pesca extractiva. Es por ello Naciones Unidas cree que esta actividad jugará un papel clave para alimentar al mundo en la próxima década. España tendrá una relevancia indiscutib­le, ya que constituye la primera generadora de productos de acuicultur­a de la Unión Europea.

Los nutricioni­stas recomienda­n comer pescado blanco y azul tres veces por semana

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