CARTAS AL DIRECTOR
Coslada, De la Cierva y la memoria histórica
Asisto atónito a la decisión del Ayuntamiento de Coslada de retirar el nombre de mi bisabuelo, Juan de la Cierva, de una de las calles del municipio, en virtud de la Ley de Memoria Histórica.
Como todo el mundo sabe, la figura de Juan de la Cierva es uno de los símbolos franquistas por antonomasia, esa personificación del oprobio que la memoria colectiva debe verter al sumidero. De poco importa que recibiera la Banda de la Orden de la República, que no haya vivido bajo la dictadura (murió recién comenzada la Guerra Civil) y que ni siquiera residiera en nuestro país. La sapiencia y los profundos conocimientos históricos de estos regidores parecen sugerir que De la Cierva, lejos de ser una de las figuras que han contribuido a revalorizar la Marca España a nivel mundial, como causante último de que, hoy, unas aeronaves llamadas helicópteros surquen los cielos a lo largo y ancho del orbe, debe ser ahora identificado con uno de los dos bandos enfrentados en aquella contienda; por los cuales, claro está, ningún español tomó partido en esos fatídicos años. Probablemente, en su tiempo libre se hubiera dedicado a hacer avioncitos y autogiros, con ese «azaroso» efecto colateral de contribuir fuertemente al avance de la aeronáutica mundial.
Pero «seamos serios»: si ha pasado a la historia es por ser un facha más. Pongámoslo en su sitio, en vez de honrarlo, como harían en cualquiera de esos tantos países que tienen la desfachatez de sentirse orgullosos de sus más gloriosas figuras. Si no fuera por estos señores y los promotores de la controvertida ley, muchos no nos hubiéramos enterado del ambiente bélico que vivimos en nuestra democracia desde aquella insípida Transición: ¡no se puede ni salir a la calle, oiga! Por eso, nada como remover cenizas y, con un poco de suerte, reavivar alguna brasita mal apagada. Brindo por el equipo de gobierno de Coslada y quienes han apoyado esta moción, y propongo que las calles de la vergüenza pasen a lucir sus nombres.