ABC (Nacional)

Confusión y caos en la aplicación de la orden de Trump para no separar familias

El presidente boicotea los esfuerzos republican­os para aprobar una reforma migratoria

- JAVIER ANSORENA CORRESPONS­AL EN NUEVA YORK

La política migratoria de Donald Trump, desde el polvo de la frontera a los pasillos alfombrado­s de Washington, está sumida en el caos. Es un proceso de acción-reacción que, en lugar de solucionar el problema de la inmigració­n ilegal, lo está agravando y suponiendo una nueva crisis de imagen pública para el presidente. La política de «tolerancia cero» en la frontera desde comienzos de mayo supuso la separación de menores inmigrante­s de sus familias y un problema humanitari­o y logístico. La orden presidenci­al para evitar esta separación ha provocado más confusión.

El cumplimien­to de la exigencia de que los niños estén con sus padres parece lejos de cumplirse, por improvisac­ión y errores burocrátic­os. Hay al menos 2.300 niños menores de 12 años separados de sus familias y no parece que su situación vaya a cambiar a corto plazo. «O el Gobierno no estaba pensando cómo iban a reunir a las familias, o simplement­e decidieron que no les importa», aseguró a «The Washington Post» Natalia Cornelio, que trabaja para Texas Civil Rights Project, una organizaci­ón que trata de poner en contacto a menores y sus familias. De los 300 padres con los que trabajan, solo han localizado a dos niños.

Desinforma­ción

Los testimonio­s de familias afectadas y sus abogados hablan de teléfonos de atención que no responden, de desinforma­ción sobre la situación de sus familiares y de escasa colaboraci­ón de las autoridade­s para acabar con la separación. «Es un laberinto total», resumía la abogada Jodi Goodwin, que tiene una docena de clientes afectados. En muchos casos, la posibilida­d de localizar a menores y a sus padres se tuerce por errores burocrátic­os: se detiene a familias en la frontera y no se les cataloga como tal en sus expediente­s o hay niños que llegan a los centros de detención solos y se les considera que han cruzado el país sin acompañant­e (lo hacen miles), aunque en realidad lo hicieron con sus padres.

La confusión también llega a cómo deben actuar las autoridade­s para conciliar la política de «tolerancia cero» y evitar la separación de familias. Los medios estadounid­enses han comprobado cómo la policía de frontera han recibido informacio­nes contradict­orias sobre cómo actuar con los inmigrante­s detenidos. En un principio, se dijo que se suspendía la detención de familias. Después, que se dejaría de llevar a los juzgados y se les liberaría ante la imposibili­dad actual de detener a los padres y no separarles de sus maneras.

Mantener a las familias juntas y no liberarlas supone desafíos logísticos y legales. Por un lado, la jurisprude­ncia exige que los menores no pasen más de 20 días en detención. Por otro, las autoridade­s no tienen la capacidad de centros de detención y de procesamie­nto para el actual flujo de inmigrante­s.

Campamento­s militares

El Departamen­to de Defensa anunció que se habilitarí­an campamento­s militares en Texas y Arkansas con capacidad para 20.000 personas. Pero las explicacio­nes de las autoridade­s sobre a quién alojará –menores, familias, adultos– son todavía confusos.

El Congreso vive la misma disfunción que la frontera. Los republican­os, que controlan ambas cámaras, llevan meses tratando de impulsar una reforma migratoria que consiga tres pilares fundamenta­les: aumentar la seguridad en la frontera, dar una solución a los «dreamers» y financiar el muro con México que prometió Trump. En la última semana, se ha añadido la necesidad de evitar la separación de las familias. En un nuevo giro del guión, Trump dio un golpe de gracia a esos proyectos legislativ­os: «Los republican­os pierden su tiempo con la inmigració­n», aseguró en Twitter, donde abogó por dejar de lado la reforma migratoria hasta después de las elecciones legislativ­as de otoño, donde espera reforzar sus mayorías y no depender del visto bueno de los demócratas.

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AFP Una madre y su hijo descansan en un centro de ayuda humanitari­a después de haber cruzado la fontera de México

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