Ernesto de Hannover, el incorregible
A sus 64 años, el príncipe Ernesto continúa en plena forma alimentando la prensa con sus borracheras y salidas de tono. Sus ingresos en clínicas de desintoxicación son constantes y ni siquiera se contuvo en la boda de su hijo Christian, en Lima, con Sassa de Osma, el pasado mes de marzo. Allí, acabó, una vez más, hospitalizado. Su familia busca un camino legal para ponerle bajo tutela ante la certeza de que ya no es capaz de actuar de forma responsable. El miembro más controvertido de la Casa Güelfa aprovechó también el fastuoso enlace para oficializar su relación con su nueva novia Maria Madalena Bensaude, una portuguesa de 51 años, que estuvo casada con el conde Tassillo Graf Von Und Zu Sandizell. Al parecer, se conocieron en una fiesta de la alta sociedad alemana en Múnich. Ernesto, por su parte, sigue sin firmar los papeles de divorcio con Carolina de Mónaco, tras más de diez años con vidas por separado. Y ella, feliz con esta situación que le permite seguir emparentando con una familia con mucho más raigambre y lustre que la de los Grimaldi y mantener el tratamiento de alteza real. que un año lo cursó en París. Mientras hacía las prácticas se dio cuenta de que las leyes no eran lo suyo. «Me gusta la moda desde muy chica. Hice prácticas en Londres con Mario Testino y, aquí en Madrid, en Sotheby’s. Después cursé un máster ejecutivo de Dirección de empresas de moda». Sobre Testino, solo tiene elogios. «Es una persona fantástica, muy profesional. Fue una linda experiencia trabajar con un compatriota tan exitoso».
A pesar de haber protagonizado alguna portada y varias páginas en numerosas revistas, por su reciente enlace con Christian, confiesa que nada ha cambiado. «Mi vida continúa siendo la misma, anónima, tranquila y privada. Nunca se me ha acercado nadie porque me haya reconocido». No se considera una influencer, ni una it girl. «Soy muy mala para las redes sociales. No me nace. Soy más de disfrutar del momento, que de capturarlo». Recurrimos a las preguntas fáciles para que se suelte. «¿Su mayor virtud?». Piensa 30 segundos la respuesta. Titubea. «Soy una persona bastante tolerante» «¿Y un defecto?». «Me cuesta ser amiguera, soy tímida». ¿«Y de Christian que te enamoró?» Interviene la representante, se hace el silencio. Había que intentarlo.