Errores añadidos
Tratar de corregir un presunto fallo y empeorar el texto original es uno de los riesgos a los que, por prisa o desatención, se enfrentan los editores. Víctima de este fenómeno, PABLO ALEJANDRE nos remite una carta para tratar de poner los puntos sobre las íes. «Hace unos días –escribe– les envié una carta al director que han tenido la amabilidad de publicarme. Agradezco mucho que la hayan encontrado lo bastante interesante como para seleccionarla de entre los cientos de ellas que sin duda recibirán, y ojalá sea igual de afortunado en
el futuro. No obstante, me ha chocado mucho un feo error gramatical de primer orden en la versión editada que no contenía la original: donde yo escribía: “[...] se le ha notado que su intención va por ahí [...]”, ustedes han publicado «[...] se le ha notado de que su intención va por ahí [...]„, lo cual constituye un dequeísmo totalmente incorrecto. Entiéndanme: no es la merma de contenido de mi carta original lo que me importa, sino el gazapo gramatical añadido, gazapo del que yo aparezco como autor ante todos los lectores de ABC, ya que la carta va firmada por mí. Suponiendo que no haya sido un simple error mecanográfico (y no lo parece), simplemente les rogaría que tuvieran especial cuidado en no corregir lo que no está equivocado».