ABC (Nacional)

«Me arrepiento de haber venido»: la caravana se desinfla

Tras el fallido asalto a la frontera del domingo, muchos emigrantes emprenden el regreso

- ADRIÁN ESPALLARGA­S ENVIADO ESPECIAL A TIJUANA (MÉXICO)

«Me arrepiento de haber venido», sentencia derrotado William, un hondureño que forma parte de la caravana de 5.000 emigrantes ubicada en Tijuana tras recorrer cerca de 4.500 kilómetros en apenas 45 días. De unos 30 años, William participó en el intento de asalto a la frontera el pasado domingo, cuando cientos de emigrantes se lanzaron en masa para intentar sobrepasar a los agentes estadounid­enses y mexicanos. «Pensé que nos iban a abrir las puertas de Estados Unidos, pero no fue así. De hecho, vi que tratar de entrar “en pelota” está muy peligroso y no quiero que mi hijo crezca sin padre», confiesa mientras hace fila para apuntarse en una lista de personas que desean volver a su país, un servicio ofrecido por organismos internacio­nales y mexicanos.

El sentimient­o de derrota es palpable entre los miembros de la caravana. El poco músculo que mostró EE.UU. –unas 20 latas de gas lacrimógen­o– fue suficiente para convencerl­os psicológic­amante de que nunca lograrán pasar la frontera por las bravas. «Estoy traumada, confiaba en que a Trump se le ablandaría el corazón, pero no tuvo piedad», confiesa María, que viaja con tres niños y no sabe qué hará en los próximos días. «Vamos a esperar para ver qué pasa», añade. Las cerca de 5.000 personas que conviven en el albergue improvisad­o en un polideport­ivo de Tijuana comparten señales de agotamient­o. Se muestran cabizbajos.

Tras la ilusión, caras largas

El sábado todo eran esperanzas e ilusiones; el domingo, aún con la adrenalina del fallido asalto, muchos albergaban fuerzas para volver a intentarlo; pero el lunes, todo eran caras largas mezcladas con una evidente sensación de desánimo. «Vamos a darle 24 horas más y si nada cambia, nos volvemos a Guatemala», señala Nemecio, quien viaja junto con su hijo José Luis. Para ambos, la operación del domingo «estuvo muy mal» y fue un error de la caravana. «Por unos pocos pagamos todos», lamenta José Luis, dado que los medios mostraron imágenes de emigrantes lanzando piedras a la patrulla fronteriza de EE.UU., mientras que los agentes tiraron gas lacrimógen­o para dispersar a la multitud que se apiñaba en el ca- nal del río Tijuana, la única zona de la ciudad sin muro fronterizo.

Lo cierto es que la actuación de los emigrantes complica su situación en Tijuana. Miles de habitantes de la ciudad cruzan a diario a EE.UU., por lo que se vieron afectados tras la decisión de la primera potencia de cerrar por seguridad todas las garitas que dan acceso al país. Las imágenes de disturbios no ayudaron a mejorar la imagen de la caravana, más bien la empeoran. Además, la alcaldía de Tijuana gasta 500.000 pesos al día (casi 20.000 euros) para alimentar y dar cobijo al numeroso grupo, dos factores que facilitan que crezca el descontent­o hacia ellos.

Los irreductib­les

«Nosotros vamos a armar un pequeño grupo y a intentarlo por donde se pueda», dice Alan. Junto con ocho amigos con los que ha venido de Honduras, ha decidido separarse de la caravana para intentar probar suerte por otro punto. No hay dinero para pagar un coyote, un guía que les ayuda a entrar en EE.UU., dado que los precios rondan los 7.000 dólares por persona. «No hemos llegado hasta aquí para nada, vamos a intentarlo por otro lado», repite cabizbajo Alan, quien el domingo correteaba por las calles de Tijuana gritando «vamos hacia Estados Unidos», poco después de que la masa rompiera un primer cordón policial.

Al menos 42 emigrantes sí lograron entrar ilegalment­e en EE.UU. el domingo. Se desconoce qué ocurrirá con este grupo, aunque es probable que intenten pedir asilo, un estatus que podría ser denegado por los disturbios de ese día. Mientras tanto, México afirmó que deportará a casi cien emigrantes que participar­on en el intento de asalto a la valla y que ya han sido detenidos.

Es difícil saber qué ocurrirá con la caravana. En Ciudad de México, el gru- po se mostraba a ABC unido en su objetivo de llegar a Tijuana, pero ya había fuerte división sobre cómo cruzar a EE.UU. Una vez en la frontera, cada uno empezó a valorar sus opciones: quedarse en México como refugiado, pedir asilo en EE.UU., intentar entrar a la fuerza, contratar un coyote o lanzarse al monte a jugarse la vida. Ante la ineficacia de la masa para entrar a la fuerza, lo más probable es que el grupo se vaya desinfland­o. Mientras, otras dos caravanas con mil emigrantes recorren México hacia Tijuana.

Colas para volver a su país Los emigrantes guardan fila para apuntarse en una lista de un servicio que se ofrece a quienes desean retornar Desolación «Confiaba en que a Trump se le ablandaría el corazón, pero no tuvo piedad», dice una mujer con tres hijos

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REUTERS Un miembro de la caravana escala la valla entre EE.UU. y México
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