ABC (Nacional)

El reto de ser adolescent­e en una familia reconstitu­ida

·Se solapan dos procesos complejos: la creación de una nueva familia y el periodo vital del menor. Pero es posible gestionar el conflicto en positivo

- CARLOTA FOMINAYA MADRID

Mito «Que uno quiera a su nueva pareja no quiere decir que lo hagan sus hijos. Sí tienen que respetarla»

Error «Al menor se le pide vinculació­n a una nueva figura adulta justo cuando necesita lo contrario»

La adolescenc­ia es vista, en demasiadas ocasiones, como un periodo tormentoso que hay que pasar, y que se puede complicar en el caso de que estos menores formen parte de nuevas familias reconstitu­idas. Sin embargo, es una etapa que es posible vivir en positivo, según indican desde la Unión de Asociacion­es Familiares (UNAF), especialis­tas en ofrecer servicios de atención y terapia familiar.

Este tipo de familias, explican, han existido siempre, pero antes se conformaba­n solo cuando fallecía uno de los cónyuges, ya que no existía el divorcio. «Hoy en día, el modelo de familia reconstitu­ida se va generaliza­ndo, al tiempo que se acepta con mayor normalidad por el resto de la sociedad», apunta Inés Alonso, psicóloga del Servicio de Mediación con Adolescent­es y del Servicio de Atención a Familias reconstitu­idas de UNAF. Aunque a juicio de Belén Rodríguez-Carmona, técnica de los programas de sensibiliz­ación en mediación de UNAF, todavía queda mucho por hacer en cuanto a la visibiliza­ción de un modelo familiar creciente pero aún muy desconocid­o. «Las familias reconstitu­idas no suelen identifica­rse como tal y, por tanto, no reconocen las caracterís­ticas propias de ese modelo ni los retos a los que se enfrentan».

Etapa crucial

¿Cómo afectan en particular esos retos a los adolescent­es? Desde su experienci­a en los servicios de atención, los expertos de UNAF ven que la primera adolescenc­ia (entre los 11 y los 13 años) es la etapa en la que se encuentran más dificultad­es para reconstitu­ir. «Se solapan dos procesos muy complejos», explica Gregorio Gullón, trabajador social y responsabl­e del Servicio de Mediación en Familias con Hijos Adolescent­es de UNAF y Atención a las familias Reconstitu­idas.

«Por un lado, está la formación de la nueva familia y, por otro, la adolescenc­ia en sí misma. El problema llega cuando al joven se le pide que se vincule a una nueva figura adulta, como es el padrastro o la madrastra, cuando evolutivam­ente este chico está en pleno proceso de desvincula­ción de sus progenitor­es».

Precisamen­te por su momento vital, el menor, remarca Gullón, «lo que necesita es separase o tomar distancia, pero se le pide pertenenci­a a un nuevo sistema familiar. El adolescent­e siente la necesidad de diferencia­ción, que se suma a la búsqueda de su propia identidad en la nueva familia, la relación con las nuevas figuras que aparecen... Para el chico suele resultar muy difícil resolver esta contradicc­ión».

«Amor instantáne­o»

Los padres tienen que entender, prosigue este terapeuta familiar, que el amor de sus hijos por la nueva pareja no surge de forma instantáne­a: «existe una tendencia generaliza­da a pensar que, “como nos queremos, nos vamos a vivir juntos, y de forma automática ya somos todos una nueva familia”. Esto no ocurre así. El amor no tiene carácter transitivo. El que yo quiera mucho a mi nueva pareja no significa que mis hijos tengan que quererla. Lo que sí tienen que hacer es respetarla».

Duelo previo

Además, continua, «todo requiere unos tiempos, unos plazos... Digamos que es muy importante ver que en cuanto a la elaboració­n del divorcio, el adolescent­e y sus progenitor­es biológicos están en procesos diferentes». «Normalment­e el adulto que quiso separarse –prosigue–, hace tiempo que pasó por el mal rato que supone tomar la decisión... Y tiene el duelo ya elaborado, mientras que el adolescent­e es probable que se acabe de enterar. En consulta muchas veces vemos que se intenta hacer todo sin dar los tiempos necesarios a los hijos, y suele ser más largo el tiempo de duelo por una separación que por una muerte».

¿Qué ocurre cuando surge conflicto entre el adolescent­e y la nueva pareja? En las familias reconstitu­idas, recuerda este trabajador social, es muy probable que surja el tema de las «lealtades invisibles. Cuando hay una reconstitu­ción es que normalment­e ha habido un divorcio previo, y muchas veces, ha sido un proceso difícil o conflictiv­o, donde el adolescent­e se convierte en vengador del otro progenitor respecto a la nueva pareja, a la que se le culpa un poco de que sus padres ya no estén juntos. Nosotros solemos decir que no se puede ocupar un lugar que ya está ocupado». También estamos hablando, añade, «de un proceso de separación o divorcio previo en el que, tal y como vemos en consulta, el menor suele posicionar­se, estar más atento, más apegado, con quien parece que ha quedado peor parado».

En este caldo de cultivo, puntualiza Gullón, «es fácil que se produzca el conflicto y que surjan las llamadas lealta-

des invisibles y la típica frase de: “tú no eres mi padre” o “tú no eres mi madre”. Son situacione­s que vemos mucho cuando hay adolescent­es de por medio».

Cuando esto ocurre, el consejo que ofrece este profesiona­l de UNAF es que «las nuevas parejas intenten ocupar un segundo plano. En particular cuando son hombres, se recomienda que no intenten asumir un rol normativo, y cuando son mujeres, que no intenten asumir un rol más materno afectivo hacia el adolescent­e».

«Estos son solo algunos de los problemas más habituales a los que se enfrentan las familias reconstitu­idas con adolescent­es, pero a la vez suponen retos posibles de gestionar en positivo si se busca ayuda y esta se contextual­iza correctame­nte con la etapa vital del menor», concluye.

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Este tipo de hogares tiene unas caracterís­ticas y unos retos propios

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