«A los padres les cuesta mucho hablar de emociones con sus hijos»
Rafael Guerrero Psicólogo y Doctor en Educación Según el experto, las emociones permiten dar respuesta a los obstáculos de la vida
A la hora de educar a los niños, cada vez se habla más de la educación emocional. Pero, ¿en qué consiste exactamente? Según Rafael Guerrero Tomás, psicólogo, doctor en Educación y director de Darwin Psicólogos, se trata de un proceso mediante el cual madres, padres y educadores enseñan a los niños a reconocer las emociones básicas en uno mismo y en los demás, así como a autorregularse emocionalmente ante situaciones adversas. «En esta definición general –matiza–, todas las personas cercanas al niño pueden (y deben) educarlo emocionalmente. Como dice un famoso proverbio africano “hace falta la tribu entera para educar a un niño”».
—¿Por dónde empezar?
—Primero hay que identificar las emociones básicas y sus funciones. Por ejemplo, conocer que el miedo es una emoción básica para alejarse o evitar un peligro potencial. Acto seguido, debemos aprender a reconocerlas; es decir, ser capaces de saber qué emoción experimentamos en un momento dado o poder reconocer la emoción de tristeza o rabia en los demás por su gesto facial, su cuerpo, su lenguaje, etc.
Tanto en casa como en la escuela, hay que enseñarles a regular sus propias emociones para que, posteriormente, sean los propios niños los que se autorregulen emocionalmente. En definitiva, la persona con una buena educación emocional es aquella que da respuestas adaptativas ante los diferentes obstáculos de la vida, sabe reponerse y tiene un buen manejo de sus emociones.
—¿Saben los padres hablar de emociones con sus hijos? —Desgraciadamente, los padres no tenemos recursos ni estrategias suficientes para manejar nuestras emociones como para ayudar a los hijos. La sociedad, la cultura y el sistema educativo no ubican a las emociones en el lugar que le corresponde, de ahí que los adultos, en líneas generales, no seamos capaces de hablar de emociones con nuestros hijos. Nos cuesta mucho dialogar sobre la tristeza, el miedo, etc. No nos han enseñado a manejar nuestras emociones a lo largo de nuestra infancia y adolescencia. Al final cada uno hace lo que puede. —¿Por qué es tan complicado? —Nos cuesta mucho entender que las emociones son automáticas e involuntarias, y esto hace que no siempre legitimemos las emociones que experimentan nuestros hijos. No controlamos las emociones que tenemos, sólo podemos controlar la conducta asociada a la emoción. Por ejemplo, siempre que algo me parece injusto aparece la rabia. Eso yo no lo puedo controlar. Lo que sí que puedo controlar (o debería tener estrategias para ello) son las ganas de pegar o insultar (conducta asociada a la emoción de rabia). Es una pena que tanto en casa como en el colegio no se les dé más importancia a las emociones para que en un futuro tengamos adultos más competentes emocionalmente y más felices. —¿En qué beneficia a los niños?
—En resolver mejor los conflictos, ser más empáticos, capaces de aprender de sus errores, convertir la experiencia en aprendizaje, ser más resilientes, en desenvolverse socialmente, tener mejor capacidad para la toma de decisiones, aceptar que las emociones desagradables (tristeza, miedo, etc.) son parte del ciclo vital y, en último lugar, son niños más felices y adaptados a su realidad. —Si las emociones son involuntarias, ¿se pueden educar? —Anatómicamente hablando, las emociones nacen en una estructura del cerebro llamada sistema límbico. Una
à NIÑOS MÁS FELICES
«Resolver conflictos, ganar en empatía, saber tomar deciones... algunas ventajas de esta educación»
de las peculiaridades de esta zona del cerebro, también conocida como cerebro emocional, es que todo lo que allí pasa es involuntario, inconsciente y automático. Por ello, siempre que vivimos una situación como injusta, aparecerá en el sistema límbico la emoción de rabia y siempre que exista un peligro aparecerá la emoción de miedo.
Estas dos emociones, rabia y miedo, surgen de manera involuntaria; es decir, no podemos hacer nada para que no surjan. Lo que sí que podemos hacer es controlar la conducta asociada. El ser humano tiene la capacidad de experimentar rabia y no mostrar su rabia, de ahí que diferenciemos entre emoción y conducta.
El ser humano puede educar y aprender a gestionarlas gracias a otra estructura del cerebro denominada corteza prefrontal, responsable de recibir los impulsos, emociones, ideas y pensamientos y gestionarlas de manera adecuada. Por eso decimos que los seres humanos podemos controlar las emociones gracias a nuestra corteza prefrontal, algo que no pueden hacer los animales. Ahora bien, en el caso de los niños pequeños, debemos enseñarles a gestionar correctamente las emociones una vez que su corteza prefrontal tenga un mínimo de madurez para poder llevar a cabo dicha gestión. Esto se da en torno a los tres o cuatro años de edad aproximadamente.