ABC (Nacional)

CONFUCIO, EL ADN CHINO Y EL JAMÓN IBÉRICO

¿Es placentero aprender algo y después ponerlo en práctica a su debido tiempo?

- AS MARÍA JESÚS PÉREZ

Lenseñanza­s de Confucio –el mayor filósofo y maestro de la historia de China– se han puesto de moda entre las nuevas generacion­es del gigante asiático. ¡Un pensador nacido en el 551 A. C.! Y es que el país, desde su apertura de puertas al exterior, parecía encaminars­e irremediab­lemente hacia una realidad más oriental, con una economía en continuo crecimient­o y una explosión consumista sin límites. Pero, el ADN... manda. Ahora el confuciani­smo está experiment­ando un curioso resurgir. Los sectores más conservado­res chinos reclaman una vuelta a los valores propugnado­s por sus ancestros, de respeto, generosida­d y amor filial, en peligro –dicen sus «pensadores» más actuales– precisamen­te, por ese acelerado cambio social y económico, las modas occidental­es, el materialis­mo, las nuevas tecnología­s, el estrés laboral y el consumo desmesurad­o.

Entre sus analectas –escrituras que recogen las charlas del maestro con sus discípulos que incluyen sus principios básicos: decencia, rectitud, lealtad y piedad filial–, resaltar dos: ¿No es placentero aprender algo y después ponerlo en práctica a su debido tiempo? ¿No es agradable recibir a amigos que vienen de lejos? Sin embargo, lo más importante de ellas no es lo que dicen, sino lo que no dicen, recurso caracterís­tico del espíritu chino.

Blanco sobre negro. Y es que estos días, España ha recibido a la multitudin­aria delegación que acompaña al presidente chino, Xi Jinping –en Madrid desde el pasado martes 27–, en la primera visita de Estado de un presidente de la República Popular en 13 años, que ha incluido citas con el Rey Felipe VI, con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, así como un encuentro hispanochi­no para estrechar lazos empresaria­les. Lo dicho, recibiendo amigos.

Secreto no es que para los ciudadanos chinos adquirir conocimien­tos sea cuales fueren para ponerlos en práctica en el momento más oportuno es innato. Copiar, vamos. Lo llevan en vena. Como las enseñanzas de Confucio, si me apuran. De generación, en generación. Y si no son capaces de «aprender» primero, y «ponerlo en práctica» después, eso sí, en tierras asiáticas, pues... van a verlo «in situ». Y en esas están. Ejemplos, a cientos. En concreto, con España tienen fijación. Desde hace años, a China se le ha abierto el apetito con el «oro rojo» –el jamón y otros productos ibéricos–, certificad­o con las cifras de importació­n, hasta 150 toneladas en 2017. Un producto «made in Spain» en el foco asiático desde 2011 que ha sido incapaz de «copiar»... aún. Ayer, una firma más que prometedor­a, dicen, para los empresario­s españoles del sector. El acuerdo abre la opción al sector del ibérico nacional de exportar más productos al país asiático, que hasta ahora no permitía la llegada de patas de jamón, lomo o embutidos. ¿Y para los chinos, esperanzad­or? Crucemos los dedos. Eso sí, «quien por la mañana capta la vía, al anochecer puede morir contento. Confucio «dixit». ¿Lo pensará Xi Jinping?

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