Carlsen saca a la bestia en el ajedrez rápido
El noruego arrasa (3-0) en las partidas de desempate y retiene el título ante Caruana
Magnus Carlsen, que mañana cumple 28 años, no se mordió la lengua en la rueda de prensa posterior a su triunfo. Regaló elogios a su rival –«el mejor que he tenido», admitió– y respondió con contundencia a Kasparov y Kramnik: «Están capacitados para mantener sus estúpidas opiniones. Es todo lo que tengo que decir». Ambos excampeones lo habían criticado por su decisión de jugar a tablas para llegar a las partidas rápidas de desempate. Con el resultado en la mano, fue una sabia decisión, por otro lado, que el noruego vislumbró «muy pronto» durante el duelo. Kasparov, por cierto, fue uno de los primeros en felicitarlo a través de Twitter.
En efecto, ayer el número uno dio un recital ante el estadounidense Fabiano Caruana, al que destrozó con tres victorias seguidas, lo que hizo innecesaria la cuarta. Si en las partidas «lentas» parecía perezoso, casi indolente, a la hora de la verdad demostró que, mientras el formato de juego no varíe, le basta con mantener la igualdad antes de dar el zarpazo definitivo en la prórroga. Quizá no sea casualidad que apoye al Real Madrid.
La jornada de juego fue emocionante, como hace dos años en Nueva York, cuando Sergey Karjakin era el aspirante. Entonces, Carlsen había perdido una partida por exceso de ambición y logró igualar casi en el último minuto. En el desempate, se deshizo del ruso con facilidad. Entonces confesó que uno de sus defectos es el control de las emociones. Como explicaba ayer en estas páginas el psicólogo Carlos Martínez, Magnus se presentó en Londres dispuesto a no cometer el mismo error. Prefirió pecar de prudente y que se le escapara alguna posibilidad, antes de permitir una posible derrota.
Por eso, y por la enorme igualdad, las doce partidas acabaron en tablas, por primera vez en 130 años de campeonatos del mundo de ajedrez. Karpov y Kasparov llegaron a firmar 17 seguidas en 1984, pero entonces los empates no contaban y el Mundial no terminaba hasta que uno de los jugadores ganara seis partidas. Luego se suspendió antes de que ocurriera, pero esa es otra historia.
El mundial de Londres ha despertado un nuevo debate sobre el formato de juego, en todo caso. Muchos no entienden que la corona de ajedrez clásico se decida con partidas rápidas, mientras los defensores lo comparan con los penaltis que a veces resuelven un mundial de fútbol.
En cuanto al juego, ha tenido una calidad excelsa, cercana a la de las máquinas. Los dos contendientes, número uno y dos del mundo, tienen un Elo casi idéntico. La práctica ha demostrado que la diferencia de solo tres puntos no es casual. En el ajedrez rápido, en cambio, la puntuación ya favorece claramente al campeón, que demostró por qué era favorito y por qué tenía tanta confianza.
Saber perder
Caruana, un dignísimo rival, logró nadar hasta la orilla sin caer en el ajedrez clásico, pero sobre el barro, cuerpo a cuerpo, no pudo con la bestia. Después confesó que se sentía «muy decepcionado» y que todo le salió mal. Siempre educado, felicitó al campeón, admitió que su victoria era merecida y dijo que es «uno de los grandes ajedrecistas de la historia, que ha dado todo lo que tenía». El italoamericano, por supuesto, volverá a intentarlo.