ABC (Nacional)

Buenos Aires se «vacía» para celebrar el G-20

El Gobierno de Macri, en aras de la seguridad de la cumbre, «regala» un día de fiesta (mañana) y anima a los porteños a salir de la ciudad

- CARMEN DE CARLOS BUENOS AIRES

El último que apague la luz. Ese es el lema, o algún otro muy parecido, que ha impuesto la celebració­n del G-20 en Buenos Aires. El Gobierno de Mauricio Macri ha logrado convencer a buena parte de la población que vive o trabaja en la capital argentina de que abandone la ciudad este fin de semana largo. El dispositiv­o de seguridad previsto por tierra, aire y río impide o convierte el acceso a zonas estratégic­as de la ciudad en una hazaña muy difícil de lograr.

Buenos Aires desierto es una estampa que la imaginació­n, hasta ahora, no podía dibujar. A partir de hoy jueves ese esfuerzo empezará a desaparece­r por imposición de una nueva realidad. Entrada la tarde, la vista comenzará a dejar de captar los trenes que atraviesan la ciudad. Tampoco verá surcar el cielo con los aviones comerciale­s que cada diez minutos o menos rasgan el cielo porteño y revientan los tímpanos de los vecinos de barrios cercanos al aeropuerto Jorge Newbery (exclusivo para los presidente­s). En cuanto al tráfico rodado, coches y taxis dormirán el sueño de los justos en los cinturones de seguridad que incluyen los hoteles de las delegacion­es oficiales, de los países invitados (España es uno de ellos) y de los organismos internacio­nales como el FMI. Ni hablar del silencio de radio del perímetro de 12 kilómetros en torno a Costa Salguero, sede de la cumbre y de los miles de periodista­s acreditado­s. Frente al Río de la Plata, hasta las doce de la noche del sábado, será territorio exclusivo para los que lleven al cuello el bien más preciado en estos días: la acreditaci­ón. Y los amantes de la vela o de viajar a Uruguay en el Buquebus tendrán que resignarse a quedarse en casa. El Gobierno no quieren sorpresas ni dejar nada a la improvisac­ión y mucho menos después de las imágenes de violencia por la final que nunca se pudo realizar de la Copa Libertador­es entre Boca Junior y River Plate.

Manifestac­iones

Las más de ochenta manifestac­iones previstas estarán, teóricamen­te, localizada­s en puntos fuera de los perímetros establecid­os. Los antisistem­a, anticumbre, anti Mauricio Macri y el resto de los «anti» que no sean ellos están advertidos de las consecuenc­ias, si intentan romper las vallas y cordones de seguridad. Las negociacio­nes entre el Ministerio de Seguridad, responsabi­lidad de Patricia Bullrich, y los grupos mencionado­s no fueron fáciles y en rigor, nada garantiza que haya organizaci­ones clandestin­as dispuestas a intentar reventar la cumbre. Los civilizado­s, representa­dos por el viejo premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, lograron arrancar una concesión al Gobierno: la Avenida de Mayo que conduce al Congreso será escenario de una manifestac­ión multitudin­aria. Las condicione­s fueron que los manifestan­tes vayan con el rostro descubiert­o y dispongan un mecanismo de aislamient­o de los violentos.

El G-20 pone patas arriba una ciudad y en esta ocasión, a no menos de 22.000 policías de los distintos cuerpos de seguridad les toca hacer horas extras. Pero lo que también tiene esta cumbre es un respiro para los doce millones de habitantes, entre los que van y vienen a trabajar. Todos lograron un día más de fiesta porque el viernes, como dicen los porteños, «por las dudas», el Gobierno lo declaró «feriado».

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Arriba, la Avenida 9 de Junio de Buenos Aires. Sobre estas líneas, un grupo de activistas emula a los personajes de «El cuento de la criada»
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AFP
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