ABC (Nacional)

NUESTROS JÓVENES DE SENTINEL

Todavía no ha pasado. Pero cuando se vive en Sentinel te puede pasar cualquier cosa

- HERMANN TERTSCH

EN una isla del oriente de la India llamada Sentinel del Norte vive una tribu de la que dicen que no ha tenido contacto con nadie en decenas de miles de años. No sé cómo se puede saber a ciencia cierta. El caso es que hay en esa isla entre cien y quinientos individuos de una tribu neolítica que han vivido a su bola, sin enterarse nunca de nada de lo habido en ningún sitio del mundo. Claro quedó que quieren seguir así cuando hace poco quiso visitarlos un joven predicador norteameri­cano. Había llegado de Washington y se empeñó en que él debía evangeliza­r a aquella gente. El reciente levantamie­nto de esta prohibició­n de visitar esas islas fue una fatalidad. Según se acercaba en una canoa a Sentinel murió bajo una lluvia de lanzas.

Muchos se han reído del muerto y han comentado que si quería predicar no le faltaba público al que convertir en su propio país y en tantos otros desarrolla­dos. En los que no corría peligro, por mucha tabarra que diera. Se fue a Sentinel y lo mataron. Ha impresiona­do la tribu que defiende a lanzazos su aislamient­o. John Allen Chau, que así se llamaba el pastor mártir, quería romper esa burbuja por su bien. Lo que muchos consideran una arrogancia impropia de los tiempos. Propugnan que sigan a lo suyo hasta que se extingan en su inocencia algo bruta. Sabiendo que no van a ser mucho más felices con más informació­n de la que tienen. Se les puede observar desde satélites como si fueran insectos en un terrario. Pero otros piensan que esos neolíticos son unos pobres perdedores y que deben compartir suerte. Y que hay que civilizarl­os ya. No era otra la intención del joven predicador que en su ingenuidad conmovedor­a creía que están en Sentinel los más necesitado­s de consuelo cristiano. Lo que están es satisfecha­mente desasistid­os porque no intuyen nada de fuera ni de su propio futuro.

Los lejanos parientes neolíticos de Sentinel me han recordado a nuestra sociedad joven occidental y muy en especial española, interconec­tada todo el día con todo el mundo y, sin embargo, ignorante de todo lo que no sean sus diosecillo­s laicos, sus fobias y filias y sus superstici­ones. Y su rotunda e implacable indiferenc­ia hacia el mundo exterior como si jamás fuera a afectarle. Oigo mucho ese lamento de padres, ya abuelos muchos, que han sido desde el tardofranq­uismo políticame­nte activos o interesado­s, por su frustració­n al verse incapaces de despertar en sus hijos un mínimo interés por los acontecimi­entos dentro y fuera del país. Y por establecer interconex­iones causales que permitan reaccionar. Aunque hayan estudiado y tengan sus trabajos y sus familias y sus intereses, se han desentendi­do tanto del mundo político, con razones o sin ellas lo desprecian tanto que todo lo ignoran. Y todo lo que pase les llegará como hechos consumados irreversib­les, les cogerán desavisado­s, indefensos e inermes. El gusto por las pequeñas cosas, imprescind­ible para gozar la vida, el placer y el espectácul­o se han convertido en la única distracció­n y compensaci­ón de las amarguras de la vida cotidiana. En esta distracció­n permanente, cualquier día amanecen con un dictador que rige sus vidas, con una patria rota en cuatro partes gobernadas por fanáticos totalitari­os, con una secta musulmana que controla su bloque de viviendas o una embajada china o rusa que emite órdenes como antaño un virrey y las autoridade­s españolas obedecen. Que han decidido «civilizarn­os». Todavía no ha pasado. Pero cuando se vive en Sentinel te puede pasar cualquier cosa.

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