Madrid se merece otra política
Una mezcla de grandilocuencia y pulsión ideológica ha llevado al Ayuntamiento regido por Manuela Carmena a quemar etapas para poner en vigor Madrid Central, la polémica y férrea restricción al tráfico en la almendra de la urbe que tiene a comerciantes, conductores y vecinos de la capital en pie de guerra.
Está claro que el cuidado del medio ambiente y el desarrollo de ciudades sostenibles son algunos de los principales retos del futuro. Por eso y porque están en juego equilibrios muy importantes en la vida cotidiana de una ciudad tan compleja como Madrid, las decisiones en este ámbito deben gozar de un amplio consenso político y ciudadano. Pero al ayuntamiento de la participación y de la gente se le ha visto una vez más la soberbia de quien no está dispuesto a permitir que la realidad le estropee su utopía ideológica.
El estudio de las grandes ciudades es una tarea multidisciplinar desde hace lustros, y los expertos no se ponen de acuerdo. Hay que prever el efecto sobre el tejido comercial y productivo y evitar favorecer cualquier tipo de aislamiento. La peatonalización, por ejemplo, debe establecerse con cuidado porque puede conllevar deterioros no deseados. Una medida tan ambiciosa como Madrid Central hubiera requerido una consulta paciente para analizar cuidadosamente un amplio catálogo de excepciones que deben gestionarse con agilidad y transparencia. Por el contrario, hemos asistido a improvisaciones, cambios de criterio y lagunas que han sembrado el desconcierto precisamente en la época de mayor afluencia de visitantes al centro.
Más allá de lo que decidan los Tribunales, los madrileños tendremos muy pronto una oportunidad de oro para evaluar esta y otras decisiones de Carmena, que no duda en usar su puño de hierro en guante de seda. Algo que hay que agradecer también a la desorientación patética de los socialistas madrileños.