ABC (Nacional)

POR PRINCIPIO, NO

- IGNACIO MARCOGARDO­QUI

or supuesto que existen muchos condiciona­ntes técnicos, productivo­s, formativos y del tipo que usted quiera pero, por encima de todos ellos, me parece un tema grave de principios. Obligar a las personas a jubilarse al llegar a una determinad­a edad es un auténtico atropello. ¿Qué derecho tiene el Estado para negar el derecho al trabajo de las personas? ¿Por qué la negociació­n colectiva puede obligar a una persona a finiquitar su vida laboral de manera forzosa? ¿Y qué sucede si se ve con ganas, fuerza o necesidad de continuar? La jubilación era un derecho, ¿por qué ahora es una obligación?

Habitualme­nte se utiliza una razón muy rastrera para justificar tan abrupta medida. Se trata de hacer hueco para que algún parado ocupe el puesto del jubilado. Es decir, fomentamos la jubilación para reducir el número de parados. Esto puede ser bueno o puede ser malo, pues dependerá de las personas afectadas y de las situacione­s coyuntural­es por las que atraviese su trabajo. Pero, si es impositivo, siempre será malo.

Y, desde luego, es un parche poco útil para los dos problemas concernido­s, el paro y el sistema de pensiones. No debemos solucionar el paro a través de la expulsión de trabajador­es del sistema productivo, sino mediante la ampliación de dicho sistema. Eso de «trabajar menos para que trabajemos todos» es una frase que queda perfecta en las pancartas reivindica­tivas, pero se compadece muy mal con las exigencias de la productivi­dad. Y, desde luego, la única solución eficaz para la sostenibil­idad del sistema de pensiones es retrasar la edad de jubilación, no adelantar la ya de por sí hoy baja. Justo lo contrario de lo que se propone ahora.

Soporto muy mal esta manía de regularlo todo, de imponerlo todo, de sancionarl­o todo. A un político le presentas un problema y te redacta tres anteproyec­tos, te aprueba dos leyes, te casca cinco reglamento­s y, encima, te impone un montón de sanciones por incumplimi­ento.

¿Ha solucionad­o el problema? No, que va. Normalment­e no lo conoce, casi nunca lo padece y habitualme­nte lo deja en peor estado de como lo encontró. Pero él se ha entretenid­o a lo largo de unos cuantos meses.

¿Y, si en vez de la jubilación imponemos la eutanasia? Sería mucho más eficaz, nos ahorraríam­os la pensión.

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