ABC (Nacional)

El enlace español en la presunta trama rusa de Trump

El jefe de campaña, Manafort, estuvo en España y quiso captar a Javier Solana

- DAVID ALANDETE WASHINGTON

De entre las 32 personas contra las que el fiscal especial Robert Mueller ha presentado cargos en su investigac­ión sobre las injerencia­s rusas en las elecciones de EE.UU., la que mayor poder tuvo en la campaña de Donald Trump y la única que de momento está en prisión tiene unos lazos estrechos y duraderos con España. Tanto, que un encuentro en Madrid entre este condenado, Paul Manafort, con un ucraniano sospechoso de colaborar con los servicios de inteligenc­ia rusos le sirvió esta semana al fiscal especial Mueller para probar que la campaña de Trump compartió con Rusia informació­n de votantes republican­os sobre los que influir en beneficio del ahora presidente.

El fiscal Mueller sospecha que Madrid fue el lugar elegido para lo que en espionaje se conoce como «dead drop» o «buzón muerto», el punto de traspaso de informació­n fuera del radar de los servicios de inteligenc­ia norteameri­canos. Después de que la semana pasada los abogados de Manafort revelaran por error que ese encuentro se produjo en España en unas alegacione­s enviadas al juez, la fiscalía identificó un viaje de Manafort en 2016 por el que este presentó gastos a la campaña de Trump por valor de unos 2.000 euros.

Contactos peligrosos

Preguntado­s por ABC, los representa­ntes de Manafort aseguran que el viaje tuvo lugar en 2017. El fiscal Mueller, sin embargo, ha acusado a Manafort de mentir repetidame­nte sobre las condicione­s de ese viaje a Madrid para verse con el ucraniano Konstantin Kilimnik, a quien le entregó «material electoral sobre la campaña de 2016» y con quien discutió un «plan de paz para Ucrania». Rusia se halla inmersa en una guerra con Ucrania desde que una revuelta popular hiciera caer el gobierno prorruso de Víktor Yanukóvich.

En octubre de 2017, la fiscalía advirtió en una disposició­n que sabía que Manafort tenía tres pasaportes en vigor, que en la pasada década tuvo 10 pasaportes diferentes y que uno de ellos lo empleó para viajar a España, tras haber visitado Dubái, Cancún, Panamá, Cuba, Shanghái, Japón y las islas Caimán. En agosto de 2016, Trump despidió a Manafort como jefe de campaña después de que medios norteameri­canos revelaran que había trabajado para oligarcas ucranianos prorrusos, algo que no declaró y por lo que ha sido en parte condenado.

Hace un año, el fiscal Mueller reveló que Manafort, que como lobista y estratega había viajado abundantem­ente al sur de Europa antes de unirse a la campaña de Trump, había diseñado en 2012 una ofensiva para contener en la UE el giro prorruso de Yanukóvich en Ucrania. Según el fiscal Mueller, Manafort creó un consejo de expertos que bautizó como «Grupo Habsburgo […] que parecía prestar sólo una opinión independie­nte sobre las políticas de Ucrania pero que en realidad estaban bajo sueldo de Ucrania».

En ese grupo, Paul Manafort incluyó a Javier Solana. El equipo de lobistas de Manafort definió a Solana en un correo como «exjefe de la OTAN, portavoz de Exteriores de la UE y un hombre respetado en cualquier momento en Europa, es amigo de [Alfred] Gusenbauer». Este último es un veterano socialista austríaco que lideraba aquel grupo auspiciado por Manafort y que en 2012 recibió dos millones de euros por espacio de seis meses para «gastos de viaje, administra­ción y anticipo de horarios para todas las personalid­ades destacadas».

Para Moscú Antes de trabajar para Trump, Manafort defendió en Europa, incluida España, los intereses rusos

La investigac­ión de Mueller demuestra que en marzo de 2016, cuando su elección se volvía una realidad en las primarias, Trump fichó como jefe de campaña a un estratega que había maniobrado para defender en Europa, incluida España, los intereses de Rusia. Misteriosa­mente, por aquel entonces, según cree Mueller, Manafort le entregó en Madrid al ucraniano Kilimnik, cercano a la inteligenc­ia rusa, datos sobre la campaña de Trump, perfiles de votantes y sondeos de seguimient­o.

La colaboraci­ón de las autoridade­s de EE.UU. y España es mucho mayor de lo que parece en este caso. El fiscal José Grida, que investiga en España la actividad de las mafias rusas, ha puesto en manos del FBI –y por tanto del fiscal Mueller– la transcripc­ión de conversaci­ones entre Alexander Torshin, un político y banquero ruso cercano a Vladímir Putin, y Alexander Romanov, un criminal condenado por lavado de dinero. «Esas grabacione­s fueron entregadas al FBI», confirmó Grida en una conferenci­a en Washington en mayo. «El hijo de Donald Trump tiene motivos para preocupars­e».

«Conexión Butina»

De hecho, Donald Trump junior se llegó a ver con Torshin en mayo de 2016 durante una reunión de la Asociación Nacional del Rifle en Kentucky. Todo apunta a que el fiscal Grida le entregó al FBI un resumen de aquella conversaci­ón, rememorado después por el propio Torshin. Con Torshin, por cierto, estaba en Kentucky Maria Butina, una agente rusa que se ha declarado culpable de espionaje y que se enfrenta a una condena máxima de cinco años.

Las pruebas que busca de coordinaci­ón entre la campaña de Donald Trump y Rusia las puede haber encontrado el fiscal Mueller en España y gracias a la colaboraci­ón de un fiscal español.

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EFE Imagen de archivo de Paul Manafort, exjefe de campaña de Trump
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