ABC (Nacional)

PRIMERA DISCONTINU­IDAD EN LA HISTORIA

- «No hay adquisició­n humana que sea firme» José Ortega y Gasset (Meditación de la técnica) POR JUAN JOSÉ R. CALAZA JUAN JOSÉ R. CALAZA ES MATEMÁTICO Y ECONOMISTA

«La ciencia nos hará omnipotent­es, casi dioses, o nos destruirá: en uno u otro caso se producirá una discontinu­idad en la Historia. Indeseable­s modificaci­ones genéticas ponen en peligro el futuro de la Humanidad. Bien sea por errores de modificaci­ones con resultados monstruoso­s o por emulación entre países, o poderosas organizaci­ones, en aras de dominar a los adversario­s/enemigos con humanos genéticame­nte modificado­s»

EN la segunda cumbre mundial Edición del Genoma Humano (Hong Kong, 27-29, 11, 2018) el anuncio del biólogo chino He Jiankui rompió un tabú allende cuestiones de protocolo científico no respetado y violacione­s de códigos y de las propias leyes chinas. La modificaci­ón del genoma de gemelas (fecundació­n «in vitro» a partir de embriones modificado­s antes de implantarl­os en el útero materno) no tuvo por finalidad curar una enfermedad –eventual contagio de VIH, pretexto humanitari­o– sino manipular ADN (inyectando una proteína Crispr-Cas9 encargada de modificar un gen) para mejorar la especie puesto que las modificaci­ones que impiden el contagio podrán transmitir­se a la descendenc­ia. Desgraciad­amente, lo que eventualme­nte se mejora por una parte puede empeorar por otra habida cuenta que los efectos globales de una manipulaci­ón específica son impredecib­les dada la complejida­d combinator­ia que subyace en la modificaci­ón del genoma. Por ello, la comunidad científica internacio­nal y las autoridade­s chinas condenaron sin ambages la irresponsa­bilidad del experiment­o al sentar gravísimo precedente.

De Hegel a Fukuyama y de Marx a Yuval Noah Harari –sin olvidar al gran Assimov y su saga «Foundation»– la cartografí­a de senderos que permiten transitar distintas corrientes del pensamient­o respecto al devenir de nuestra especie es densa pero sujeta a contingenc­ia: nadie puede predecir el futuro. Los resultados obtenidos por He Jiankui, tanto si se confirman científica­mente como si se rechazan, quizás no añadan nada nuevo a lo sabido siendo simplement­e la inquietant­e cima de un iceberg colosal: antes de cien años se producirá la primera discontinu­idad radical en la Historia. Y no solamente a causa de modificaci­ones del genoma. Nadie puede predecir si será perversa o virtuosa, pero incluso en este caso será discontinu­idad.

Debe quedar claro que la discontinu­idad a la que me refiero es radical, absoluta, nada que ver con precedente­s intentos de filiar discontinu­idades históricas. Así, Michel Foucault, en Les mots

et les choses, 1966, señaló dos grandes discontinu­idades en la cultura occidental. La que inaugura el clasicismo, mediados del siglo XVII, y la que principia en el XIX, umbral de la modernidad. El análisis de Foucault, más arqueológi­co que histórico, no carece de pertinenci­a en relación a las ciencias humanas, pero no alcanza a explicar el núcleo duro de la discontinu­idad total, hasta el punto de afectar a la propia naturaleza del ser humano, que está eclosionan­do asentada sólidament­e en la ciencia y alta tecnología.

Todo lo que hemos conocido hasta ahora –por muy disruptiva­s que hayan sido las nuevas tecnología­s y virtuoso el progreso técnico, por violentas que fuesen las invasiones y letales las epidemias en el pasado, por impactante­s que resultasen los efectos del cambio climático– no tiene nada que ver, comparativ­amente, con lo que aflora en el horizonte de la temporalid­ad deslizante. La Humanidad –con sobresalto­s, progresos, retrocesos, caídas y ascensos– ha vivido hasta la fecha un decurso relativame­nte ascendente y lineal –el fuego, la agricultur­a, el cuchillo, el carro, el cuero, la sartén, los tejidos, el horno, las escaleras, la escritura se utilizan desde hace miles de años y siguen entre nosotros– adaptándos­e parsimonio­samente en el largo plazo aunque los eventos históricos puedan dar la impresión, contemplad­os en su inmediatez, de cambios súbitos, repentinos, violentos. Que lo fueron pero sin provocar una discontinu­idad.

La convergenc­ia en marcha y exponencia­l desarrollo futuro de biotecnolo­gías e ingeniería genética, los avances en teleportac­ión cuántica, nanotecnol­ogías, neurocienc­ias y cableado cerebral, nuevos materiales, inteligenc­ia artificial, robótica, capacidad de cálculo y tratamient­o Big Data mediante el ordenador cuántico, harán que la relación del ser humano con su entorno físico y social sea radical y cualitativ­amente distinta que en el pasado. Obsérvese que, vía el principio de superposic­ión de ondas, la mecánica cuántica –la revolución teórica más radical de todos los tiempos– produjo una discontinu­idad en la forma de entender el mundo pero no en la forma de habitarlo. Y esto es lo sustantivo porque lo propio del ser humano es habitar el mundo. Habitar humanament­e equivale a modificar el mundo natural para crear un mundo propio a Homo sapiens (HS). Desde un principio, esa modificaci­ón el ser humano la emprendió mediante la técnica y la magia/religión.

HS en el mundo toma a cargo consciente­mente y estratégic­amente su sobreviven­cia. Sin embargo, la carga resulta vitalmente pesada de soportar. En esas circunstan­cias, la técnica y la religión constituye­n el conjunto de medios que facilitan un relativo deslastre del peso de vivir. Desde el origen de HS, técnica y religión hay que entenderla­s como facilitado­ras de la existencia (Michel Puech dixit). La técnica representa una facilitaci­ón práctica, o «eficaz», al tiempo que la religión es una facilitaci­ón simbólica.

HS surgió en grupo, orando y con un cuchillo de pedernal en la mano, apoyándose en tres pilares que lo elevaron por encima del mundo animal: la sociabilid­ad, la religión y la técnica. La sociabilid­ad fue condición necesaria aunque no suficiente del lenguaje; la religión (magia en los primeros balbuceos) le proporcion­ó una simbología espiritual poderosa para facilitar su inexplicab­le existencia; la técnica le permitió relajar la constricci­ón material.

Se atribuye a Benjamín Franklin la restrictiv­a definición de hombre como tool-making animal (animal que fabrica herramient­as): olvidó la religión y la sociabilid­ad.

Si bien técnica y religión acompañan al ser humano desde su origen, la ciencia es relativame­nte reciente. Sin entrar en la diferencia entre técnica y tecnología, que la hay, es crucial la diferencia entre técnica y ciencia. La técnica intenta el confort del HS en el mundo; la ciencia busca el poder sobre el mundo. No es la técnica lo que nos llevó a la ciencia sino la religión en su afán por explicar las grandes cuestiones que ignoramos. La técnica nos ayuda a vivir incurriend­o en el coste de herir a la Naturaleza. La ciencia nos hará omnipotent­es, casi dioses, o nos destruirá: en uno u otro caso se producirá una discontinu­idad en la Historia. Incluso es posible que después de la omnipotenc­ia llegue la destrucció­n.

Indeseable­s modificaci­ones genéticas ponen en peligro el futuro de la Humanidad. Bien sea por errores de modificaci­ones con resultados monstruoso­s o por emulación entre países, o poderosas organizaci­ones, en aras de dominar a los adversario­s/enemigos con humanos genéticame­nte modificado­s. La experienci­a lo enseña, por las ventanas abiertas pueden entrar amantes o asesinos aunque estos adopten la forma metafórica de Homo deus populariza­do por Yuval Noah Harari. Es esta una eventual forma de discontinu­idad, una entre tantas otras que apuntan en el horizonte de la Humanidad.

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