Extremadura, el tren que nunca llega
Solo dos semanas han pasado desde que, a su paso por Mérida, un tren dejase tirados a casi doscientos viajeros, víctimas de una avería que puso de manifiesto el estado en que se encuentra el trazado ferroviario que une Madrid con Extremadura y el hartazgo de una comunidad autónoma cuyas infraestructuras, abandonadas a su suerte, no han sido renovadas desde hace décadas. Ayer fue el descarrilamiento de un convoy –afortunadamente sin víctimas– el que obligó a suspender el servicio en una línea de sentido único y a trasladar en autobús a los pasajeros que circulaban entre la capital y las ciudades extremeñas.
Como hace catorce años, cuando Rodríguez Zapatero prometió una inversión faraónica de la que nunca más se supo, el ministro de Fomento anunció la pasada semana una lluvia de millones que el presidente extremeño no dudó en aplaudir. Unos días han bastado para comprobar la urgencia de una inversión que sigue sin llegar y que las necesidades electorales de Pedro Sánchez desvían hacía otros territorios.
El tren siniestrado ayer cubría la línea MadridZafra y descarriló, sin vuelco, a quinientos metros de la estación de Torrijos (Toledo). Cuatro convoyes se vieron afectados por el corte de la vía, cuyos pasajeros tuvieron que efectuar «un pequeño tramo en autobús para después continuar en tren hasta su destino», según fuentes de Renfe. Con los ánimos caldeados por los sucesivos incidentes que registran los trenes que van y vienen de su tierra y con un proyecto de Presupuestos que premia y prima a las regiones que ya disfrutan del AVE, Extremadura vuelve dirigir su mirada hacia unas traviesas de madera que llevan décadas marcando el camino del olvido y hacia un trazado que les impide acelerar hacia el futuro. Camino de Extremadura, el tiempo se detiene fuera de las vías.