ABC (Nacional)

«Nunca me he planteado tocar el piano como un juego»

Alexandra Dovgan Pianista Con tan solo trece años, y con el apadrinami­ento del gran Grigory Sokolov, esta joven rusa es una de las grandes sensacione­s del pianismo actual

- JULIO BRAVO

MADRID

Alexandra Dovgan no se diferencia, a primera vista, de cualquier otra chica de su edad, trece años. Morena, espigada, tímida y sonriente, su físico pubescente se encuentra en ese indefinido tránsito de niña a mujer que tanto cantó Julio Iglesias. Esboza unos tímidos pasos de baile –el ballet es una de sus pasiones– al moverse entre pianos, que mira golosa. Y es que esta joven pianista rusa nacida en 2007 es ahora mismo una de las grandes sensacione­s en el exclusivo mundo de la música clásica. Está en España para ofrecer dos conciertos, el 27 y 28 de marzo, en L’Auditori de Barcelona, dentro del ‘Festival Emergents’. Allí tocará, acompañada por la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña (OBC), y bajo la dirección de Kazushi Ono, el ‘Concierto para piano número 1’ de Felix Mendelssoh­n.

«Me resulta difícil recordar la primera vez que me senté ante el piano –responde a la primera pregunta–. Mis padres son músicos y en mi casa la música estaba siempre presente de algún modo u otro: ópera, música sinfónica, de ballet, de piano... Probableme­nte, la primera vez que toqué el piano fue con dos o tres años. Lo que sí recuerdo, por lo que me han contado mis padres, es que el primer disco que me fascinó y les pedía que me pusieron fue una grabación de las ‘Variacione­s Goldberg’ de Bach».

Pandemia en soledad

Alexandra Dovgan debutó en España en un concierto en La Coruña junto a la Orquesta Sinfónica de Galicia el 28 de febrero del pasado año, tan solo unos días antes de que la pandemia invadiera el mundo. «Este año ha cambiado mi vida, y también mi relación con el piano, porque antes tocaba muchos instrument­os distintos en las diferentes salas de concierto donde actuaba. Pero durante este tiempo he estado tocando sola en mi casa. He aprovechad­o la pandemia para estudiar y para preparar nuevas piezas; pero echo de menos los conciertos, como artista necesito el contacto con el público, el escenario, que es donde me puedo expresar mejor. Después de lo que hemos vivido, valoro más cada oportunida­d de subirme al escenario».

Habla la jovencísim­a pianista con una voz de acentos infantiles y, no podía ser de otra manera, en pianissimo. La acompañan su padre –que, discretame­nte sentado a dos metros de distancia, le apunta unas palabras en ruso cuando ella se atasca– y Nadja Zhdanova, su mánager, que traduce a ‘Sasha’ –así la llama– y en cuya mirada encuentra refugio al recibir las preguntas y ofrecer las respuestas, solo alguna vez dirigidas directamen­te al entrevista­dor.

Cuenta Alexandra que supo que quería ser pianista, y no otra cosa, cuando entró en la Escuela Central del Conservato­rio Chaikovski de Moscú. Y es que tocar el piano es para ella, confiesa, «lo más natural del mundo. El lugar en que me encuentro más feliz es sentada ante el piano». A pesar de que en inglés se utiliza el verbo ‘play’ –jugar– para lo que nosotros nombramos como ‘tocar’ el piano, y de que este instrument­o hizo las veces de juguete en su infancia, asegura que nunca se ha tomado esta actividad como un juego. «Tocar el piano es algo muy serio para mí. Cuando era niña me gustaba mucho jugar con mi familia: ajedrez y juegos de mesa. Pero esto es muy diferente».

«No sé –añade– lo que sentía al principio cuando tocaba; empecé a estudiar profesiona­lmente el piano a los cuatro años, pero desde entonces está claro que las cosas han cambiado. Ahora dedico mi vida al piano, pero al mismo tiempo lo considero un placer».

Cuando se enfrenta al público, dice la pianista rusa, es cuando puede expresar más desde el punto de vista emocional, cuando lo puede dar todo. «Pero para llegar a este momento se necesita una preparació­n técnica muy intensa, necesitas muchas horas de soledad delante del piano». En una de las paredes de la sala donde se hace la entrevista se puede leer una frase de Glenn Gould en la que el genial músico canadiense asegura que primero hay que aprender la técnica para después olvidarla al tocar. Alexandra sonríe cuando se le traduce; «sí, estoy de acuerdo», dice.

Grigory Sokolov

Si hay una persona que haya resultado determinan­te en la incipiente carrera de Alexandra Dovgan, ése es su compatriot­a Grigory Sokolov, uno de los más extraordin­arios –y también extravagan­tes– pianistas actuales. Conoció a la joven a través de su agente, Franco Panozzo –ahora también la lleva a ella–; escuchó primero un audio suyo, y después una grabación de vídeo a través de YouTube. Se quedó admirado durante dos horas, y quiso conocerla. Sus elogios hacia ella no pueden ser mayores: «Difícilmen­te puede ser llamada una niña prodigio, ya que si bien es un prodigio, no se trata de un juego de niños. Lo que uno escucha es una actuación de un adulto. Su talento es excepciona­lmente armonioso. Su forma de tocar es honesta y concentrad­a». Alexandra vuelve a sonreír al referirse a su mentor. «Desde que nos conocimos en San Petersburg­o me ha ayudado. Ensayamos juntos y me dio consejos sobre todo, desde cómo poner el cuerpo al tocar a cómo lograr un mejor sonido. El maestro tiene fama de ser muy distante, pero en su vida cotidiana es muy cálido y cariñoso. Para mí es un gran apoyo tanto profesiona­l como personal».

à Primeros pasos «No recuerdo la primera vez que me senté a tocar el piano, probableme­nte tenía dos o tres años»

Público «Tocar delante del público te permite expresar todo lo que tienes desde el punto de vista emocional, pero para ello necesitas una gran preparació­n técnica»

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