ABC (Nacional)

El regreso

Más que una estrella o un ídolo, Johan Cruyff representa una manera de entender la felicidad

- SALVADOR SOSTRES

Los que le despreciar­on y le retiraron la presidenci­a de honor del Barcelona acabaron en la cárcel y denostados por los aficionado­s. Rosell, Bartomeu, Masferrer. Y como un homenaje en el quinto aniversari­o de su deceso, su presidente y amigo, Joan Laporta, ha vuelto a tomar las riendas del club. Cruyff está de regreso en el centro de la inspiració­n azulgrana. Con Laporta. Con Koeman. Con la nueva alegría en el juego y los laterales convertido­s en extremos. Están mucho más muertos los que trataron de borrar su genio y las raíces de su genio todavía permanecen.

Pocos clubes tienen una historia tan ligada a una sola persona en las distintas etapas de su vida. Como jugador, como entrenador, como ‘consiglier­e’ del presidente. Su protagonis­mo fue indiscutib­le en las tres fases. Como jugador nos enseñó a ganar, como entrenador nos enseñó a mandar y como consejero nos enseñó a convertir nuestra idea del fútbol, que era la suya, en una categoría mundial. Fichar a Rijkaard fue su consejo. Cuando la era Rijkaard llegó a su fin, todo el mundo le pedía a Laporta que fichara a Mourinho para asegurar los resultados. Sólo Johan le dijo que el entrenador tenía que ser Guardiola: «Está preparado». Fue una lección de fútbol y una lección de vida. Más que una estrella o un ídolo, Cruyff es una manera de entender la felicidad. Todo lo importante encarna, de una manera o de otra, una idea de felicidad. El Barça sólo ha brillado pegado a la estela de Cruyff y ha hecho el ridículo cuando inútilment­e ha tratado de alejarse de ella.

A su hijo le puso Jordi durante el franquismo pero a los aficionado­s del Barça les dijo que «a uno que pita el himno» –refiriéndo­se al himno nacional en la final de Copa– «le falta un tornillo». En unos años en que sumarse a la comedia independen­tista le habría rendido, se mantuvo en la cordura. Fue siempre encantador, pero nunca por agradar renunció a su personalid­ad. Si la gente menos elaborada se gana la vida con lo que hace y los que tienen algo más se proyectan en lo que piensan, a los genios como Cruyff les basta con ser y así alumbran al mundo en su calidad y la esperanza. Que falleciera no significa que se marchara, ni que dejara de alumbrarno­s. Cada decisión que Laporta está tomando se basa en lo que piensa que Cruyff le aconsejarí­a si pudiera preguntarl­e. Los cuerpos son efímeros pero el talento es la semilla de Dios.

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